miércoles, 31 de agosto de 2011

Playlist (31 de agosto)




Depeche Mode, Valeria Lynch, Queen & David Bowie, Jedward, M83, Florence+The Machine, Alex Winston, Amaral, Neon Trees y Francisco Nixon

La lotería

Me he encontrado este artículo vagabundeando por el ordenador.



22 de diciembre. Día Internacional de la Salud. Es lo único de lo que podremos presumir cuando el informativo del mediodía abra con la parejita de niños de San Ildefonso cantando el número agraciado con tres millones de euros. “No solo los euros han destrozado mi economía doméstica, que 30 euros me duran menos que los tíos que me ligo en el Populart, sino que también han estropeado la ceremonia de la lotería de Navidad”, se quejaba Marta. “Con lo bien que encajaba la palabra ‘pesetas’ en la cantinela de estos niños,...Y ahora hay que cantar ‘euros’, que no pega, que no entra con la métrica de la canción”. Todos los años dice lo mismo. Necesitamos ya una generación que no dependa del referente de las pesetas. “Bueno, lo importante es que tengamos salud”, añade mi madre cada año, cuando acaba el sorteo y mira, con cierto desencanto, esa mesa llena de participaciones, papeletas y décimos que ya no albergan ilusión alguna y que no sirven para otra cosa que no sea reciclar.


Y aunque la esperanza, como las bragas, sea lo último que se pierde, y ella compre el periódico para dejarse los ojos en un extenso listado de números minúsculos, como si hubiésemos impreso la pantalla principal de Mátrix, la ilusión no se colma, ni siquiera disfrazada de pedrea. “Lapidados vamos a quedar un año de estos”, suelo bromear. Y mi madre suelta esa reflexión que, año tras año, acompaña al deseo de la salud: “Jugar por necesidad, perder por obligación”. Lo más recomendable en el día de hoy, si usted forma parte de esa inmensa mayoría de los no premiados, es apagar el televisor. Aunque con los años he llegado a empatizar con el sufrimiento cuando éste aparece en televisión, no me sucede lo mismo con la alegría desbordante. Dice mi psicoanalista que eso se llama envidia cochina y que me lo debería tratar. Mientras me lo pienso, opto por no ser el espectador masoquista de la alegría de un grupo de personas, que además no conozco de nada, que brincan con el décimo en la mano, cantan, ríen y beben en la puerta de la administración de lotería de su barrio. Sé que este sentimiento no me hace mejor persona pero sí me hace más humano. El que no se consuela es porque no quiere.


lunes, 29 de agosto de 2011

¿Quiero vivir en la ciudad?


Dice un amigo que los que se trasladan a vivir en plena naturaleza no son verdaderos ecologistas. Que el auténtico ecologista es él, que ni pisa el campo. Y si no va, difícilmente puede estropearlo. Y un poco de razón sí que tiene. Es que él y yo somos urbanitas.

Yo llego a una gran ciudad y veo cristal, arquitectura, asfalto, tumulto y me recorre una vitalidad por todo el cuerpo que parece que me he tomado cuarenta cafés. La metrópolis tiene la oferta, la demanda, la variedad, la densidad, el glamour, la afinidad, las primicias, los estrenos, incluso todas las posibilidades de transporte necesarias para escapar de todo eso.

La ciudad sería un entorno vital perfecto si no fuera por un pequeño detalle: es imposible habitarla. Las metrópolis son espacios maravillosos diseñados para ser visitados y, por lo tanto, disfrutados, pero nunca para ser vividos. Una gran ciudad es invisible. Si es el paisaje de tus vacaciones, te fascinará. Pero si es el entorno de tu vida cotidiana, te desesperará. Vivirás en un medio de transporte prácticamente todo el día para llegar al trabajo y luego para volver a tu casa. Llegarás tan cansado, porque en una ciudad todo cuesta un poco más, que no tendrás ni fuerzas para participar de las muchas ofertas culturales y de ocio que te presenta. Nunca llegarás a tiempo a los sitios, que estarán llenos de gente, siempre llenos, sea un concierto de Prince o una exposición de papiroflexia. Y cuando quieres irte de allí, intentarás pillar un taxi pero no pasará ni uno y si pasa, apagará la luz verde en tu propia cara para no llevarte.

En la ciudad todo hay que prepararlo con tiempo porque una ciudad no te deja ser espontáneo. Y para evitar todo eso, acabas yendo al bar de siempre, como si fuera el único a mil kilómetros a la redonda. Lo que no entiendo es porqué sigo viviendo en una ciudad. Dice mi amigo que porque en el campo hay bichos. Cómo se nota que nunca ha estado en una gran superficie comercial un sábado por la tarde.


Modus Vivendi

El Madrid pos-JMJ apenas tuvo tiempo de recuperarse de la invasión cuando la plaza de Cibeles volvió a ser tomada. Fue por un acto de los católicos tostados, o sea, los ‘kikos’. Un snack nada crujiente. Más bien duro como una piedra. Eso, en religión y en política, se conoce como ultraconservador. En el mundo de los aperitivos, podría ser un producto en stock. Ellos lo llaman Camino Neocatecumenal. Desconfío de todas las asociaciones y movimientos religiosos que juegan con la palabra ‘camino’. Pero esa desconfianza no se debe a que un día me sirvieran kikos rancios mientras disfrutaba de un vermú y almacene el rencor como si fuera energía. Está argumentada por una decena de reportajes –les recomiendo que los lean- que nos muestran las tinieblas que rodean a esta organización religiosa, una absoluta secta si no fuera porque está aprobada por la Santa Sede y eso parece darle bula papal a su funcionamiento.

Ni el ayuntamiento de Madrid, máximo responsable de esa ocupación de suelo público, ni la Comunidad han explicado aún la razón por la que cedieron el centro de la ciudad a una especie de secta religiosa. El acto, que suele ser tradición tras una visita del Papa, debía celebrarse en Cuatro Vientos pero el Ministerio de Defensa negó el permiso porque se salía de la convocatoria oficial de las JMJ. Sin embargo, Gallardón, el poli bueno, corrió al auxilio de esta especie de ejército de salvación y le permitió no solo ocupar Cibeles sino aprovechar toda la infraestructura que se montó para el Vía Crucis. ¿La razón? Para muchos tiene que ver con el benefactor de este ‘camino’, el cardenal de Madrid, Rouco Varela. De hecho los ‘kikos’ (este nombre rinde homenaje a su creador, Kiko Argüello) han sido los que han nutrido de voluntarios las JMJ y han aportado una importante cantidad de dinero, o sea, hay que devolverles el favor. En cualquier caso, les aseguro que verlos desfilar (sí, al acabar el acto volvieron a pasearse, todo muy espontáneo, por las calles céntricas de Madrid, banderas en alto, a voz en grito, cual soldados dispuestos a amedrentar cualquier insurgencia). Podemos restarle importancia pero verlos de frente les aseguro que da miedo.

Ellos avalan su poder en la convocatoria de 150.000 neocatecumenales y en más de un millón y medio de seguidores en todo el mundo. Al director de cine Alex de la Iglesia le siguen más de 156.000 personas en Twitter y el perfil de Lady Gaga tiene más de doce millones de seguidores en todo el mundo. Puestos a elegir, prefiero que se corte el tráfico en Cibeles para proyectar, en pantalla enorme, Balada triste de trompeta o para un concierto de la Gaga. Todo gratis.


Tras ese blue monday, la ciudad fue recuperando, poco a poco, la cordura. De eso se vale nuestra clase política: de ese analgésico modo de olvidar que tenemos los españoles y que nos permite seguir viviendo. Cometemos el error estadístico de pensar que lo que nos indigna en las redes sociales es lo que le preocupa a la gente. No siempre es así. Porque, ¿ustedes creen que la gente hablaba en los bares o en el metro de la reforma express de la Constitución y la necesidad de un referéndum? Ya les digo yo que no. Habían decidido volver a olvidar. La amnesia como modus vivendi.

Para compensar las lagunas, la ciudad está llena de oportunidades para evadirse. Una de ellas es la fascinante exposición de la japonesa Yayoi Kusama en el Museo Reina Sofía. Un experiencia sensorial que mezcla arte pop y compromiso feminista con esculturas de acumulación y apéndices fálicos. Muy visitada durante la JMJ. No sabemos si les gustó.

El jueves, la cuestión era asistir al estreno de la ópera prima de Vicente Villanueva, Lo contrario al amor, o sentarse en una incómoda butaca del Matadero y ver lo que hecho Tomaz Pandur con La caída de los dioses de Visconti. Lo tuve claro. Sobre todo porque no me invitaron al estreno de la película protagonizada por Hugo Silva y Adriana Ugarte y sí al montaje teatral interpretado por Belén Rueda, Manuel de Blas, Pablo Rivero y Santi Marín, entre otros actores. La falta de opciones facilita la elección.

No voy a aprovechar para hacer crítica –total, esta función nunca llegará a un teatro dirigido por Margalida Moner; lo desolador es que antes, tampoco-, pero diré que ver el declive de una aristocracia alemana en los primeros momentos del Tercer Reich sigue inquietando. Especialmente si nos da por jugar a las siete diferencias. Los Essenbeck que se colocan el brazalete con la esvástica recuerdan que una tierna flor puede ser aplastada si entorpece el avance del Estado. No quiero seguir dándole vueltas. Voy a intentar olvidar. Al menos durante los próximos 60 minutos.

viernes, 26 de agosto de 2011

Los muertos


No hace ver El Orfanato, ni Los Otros, ni El sexto sentido para sospechar que, quizá, el ‘más allá’ se manifieste en el ‘más acá’ con una naturalidad preocupante.

Mi madre entra en el salón y dice: “Bajo un momento a la plaza. Si viene el de los muertos, el dinero está sobre el taquillón”. Y se marcha. No es un sueño. En mi casa, desde que tengo uso de razón, ‘los muertos’ vienen una vez cada trimestre. Y asustan, pero con sus cuotas, que crecen a medida que cumples años, en un concepto macabro de la ley de la oferta y la demanda. “Por lo menos dejan recibo”, bromea mi hermana. Mi madre tiene tantos resguardos que podría pagarse quince funerales con lo recaudado. Son las mútuas, seguros y cofradías, que en casa siempre se las ha reconocido como ‘los muertos’, las que albergan el honor de hacer negocio con ‘lo inevitable’.

Nos gustaría no tener que hablar de ellos, que no estuvieran ahí, pero siempre aparecen, recordándonos su existencia, y el fin de la nuestra, cada tres meses. Vemos el recibo encima de la mesa y se nos queda la piel blanca; de un blanco Nicole Kidman, y miramos hacia otro lado. Mi madre es la única de la familia que sigue cumpliendo con el ritual. Alimenta a ‘los muertos’ para que algún vivo subsista como un rey. Incluso lo hace por nosotros, pagando nuestras cuotas. Creo que es una pena que la Iglesia desmintiera la existencia del limbo. Sospecho que muchos pondríamos en peligro el negocio al elegir deambular por viejos orfanatos o casas abandonadas en lugar de abonar nuestro fin desde el principio. Solo un detalle más: los vivos que rodean a ‘los muertos’ no son ni la mitad de atractivos que los de A dos metros bajo tierra. Que si algo tiene la ficción, es que siempre resulta más atrayente.

jueves, 25 de agosto de 2011

Los besos del amor



Nuestra amiga Encarna se ha vuelto a enamorar. Como siempre ocurre en estos casos, sucedió cuando ella menos lo esperaba; cuando dejó de anhelarlo con unas fuerzas desesperadas, cuando notó que la única manera de encontrar era dejando de buscar; cuando una noche no se arregló para los demás y se vistió para sí misma, con la única intención de tomar una copa con las amigas al salir del trabajo. Encarna clasifica la vida en la medida de lo enamorada que esté; como Karina ordenaba las flechas. “Me he dado unos besos del amor esta mañana”, me contó por teléfono. “Fuímos al cine del amor y luego estuvimos compartiendo una cena del amor”, le contó a Emma. “Con el coche del amor nos iremos a pasar el fin de semana a Alaró”, le contó a Marta.

“¿Se ha vuelto boba? ¡Todo lo que dice es del amor! Parece una canción de Maná y por ahí sí que no paso”, comentó Marta, visiblemente horrorizada, ante el asentimiento del resto. “Creo que tenemos demasiados prejuicios con la palabra amor”, apunté. “Y no tiene nada que ver con Gran Hermano 9”, añadí. “Creo que existe un miedo ridículo a pronunciar la palabra, a vivirla, a entregarnos a ella sin condiciones ni horarios. Un miedo social a apostar y perder. Miedos tan antiguos como el propio miedo que genera. Y por eso estamos aquí, burlándonos de Encarna mientras ella está gozando de unos besos del amor”, dije.


Todos me miraron con la cara que pondría Karl Lagerfeld ante el armario abierto de Mariah Carey. Su silencio se me antojó tan eterno que volví a tomar la palabra.

“Vamos, digo yo...pero tampoco me hagáis mucho caso que hoy he dormido fatal”, me excusé, con una sonrisita. “Será eso”, atajó Marta. Y todos volvieron a conversar como si nada. Solo Josep interrumpió la charla hablando de Cásate conmigo, una peli de Jason Biggs que muy bien podría definirse como un ‘filme del amor’. “Es la evolución natural del amor: acabar en comedia. Eso, en el mejor de los casos”, soltó Marta. No me extraña que su madre diga que así no va a encontrar novio nunca.


miércoles, 24 de agosto de 2011

La erótica de la corrupción



Estaba yo en Mallorca cuando...

“¿Para qué son necesarias 45 personas?”, preguntó mi amiga Marta, con rigurosa actitud. “¿Para una orgía?”, contesté. El resto de amigos disculparon mi aportación achacándola a los ‘daños colaterales’ propios de las altas temperaturas. “Cualquier deseo sexual que intente sobrevivir a 35 grados acabará hecho cenizas. ¿Quién demonios puede follar con 35 grados?”, me defendí. “Quizá el punto de vista de Paco no esté del todo desencaminado”, añadió Marta, con el aderezo gestual del filósofo sumido en la reflexión. “A lo que yo me refería era al número de técnicos precisos para investigar los escándalos económicos del ejecutivo Matas. Quizá eso explica por qué el PP dice que con ellos baja la cifra de desempleados. A más corrupción, más personas son necesarias para la investigación. Es la ley de la oferta y la demanda. Hay casos en los que la demanda puede ser incluso judicial pero no vamos a hacer leña del arbol caído, ¿verdad que no?”

Y todos movieron la cabeza de un lado a otro, como un lector de código de barras, con una disciplina digna de partido. “Pero si entendemos la orgía como una práctica sin ningún tipo de restricciones, nos viene a la mente la gestión del Palma Arena, de Turisme Jove, de Bitel, y unas cuantas más. O sea, que la misma orgía anima a la entrada de más personas en la orgía, aunque sea como voyeurs, llegando a lo que los antiguos romanos conocían como bacanal”, aclaró Marta.

Y cuando todos nos disponíamos a tomar apuntes, aunque fuese en una servilleta de papel, Emma, la ex secretaria rubia de nuestro ex psicoanalista, dijo: ¿No os habéis dado cuenta? Dos detenidos por chantajear con vídeos sexuales a varios empresarios, dos pasajeros ‘meten mano’ a tres azafatas, un funcionario le hace una felación a un preso en la cárcel, tipos que insertan anuncios en televisión pidiendo sexo,... ¿Y si la Isla desprendiese una energía sexual descontrolada que impidiese el sensato funcionamiento de la convivencia? No me miréis así. En la serie Perdidos sucede algo similar”. Lo que te decía, a veces piensa como una morena.

martes, 23 de agosto de 2011

Un Ford Fiesta del 95


Como todos los que alguna vez nos hemos sentido abandonados, aquel Ford Fiesta del 95 estaba convencido de que el día menos pensado volverían a buscarle. Creía que su dueño era un sentimental y que no soportaría separarse de él así, sin más explicaciones, sin una ITV o una excusa miserable que echarse a los antiniebla. Pero la pena no sale, deja mancha; un cerco que se queda para siempre en la tapicería y del que resulta imposible olvidarse.

Mientras esperaba, comenzaba a idealizar la relación con su dueño, a olvidar aquel día que le dejó sin gota de gasolina camino de Lluc o cuando le agotó la batería con sus despistes. El Ford Fiesta del 95, sin matrícula, recordaba lo bueno hasta elevarlo a la máxima potencia. Como aquel día que sus alfombrillas se llenaron de arena de playa, o su maletero acogió cajas y cajas durante la última mudanza, o cuando el asiento que hay junto al de él servía para recostar a alguna de las mujeres más desinhibidas de la ciudad. Pero nada podía igualarse a esos domingos de limpieza general, cuando le dejaba hecho todo un relumbrón por dentro y por fuera.

Y así un día tras otro, fingiendo algo entre los dos, ignorando que el abandono alteraba su carrocería, cegaba sus retrovisores y desinflaba sus neumáticos. Hasta que los encargados del ayuntamiento le plantaron una pegatina y, días después, vinieron a buscarle. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el interés y la entrega humana tenían fecha de caducidad. Seguramente ahora un coche más reluciente, más moderno, con los neumáticos duros, como los suyos el primer día, será el que le acompañe a la playa, el que se llene de cajas en la próxima mudanza y el que transporte a sus nuevas conquistas.

Y se dejó llevar hasta un lugar del que nunca jamás regresaría. Un lugar en el que permaneció un tiempo, rodeado de los cerca de 3.000 vehículos que, aquellos hombres que le recogieron, habían retirado el año anterior.

lunes, 22 de agosto de 2011

Sin batería



Tengo la sensación que si algo consigue la campaña electoral no es captar el voto. Parto de la idea de que más o menos todo el mundo tiene claro a qué opción política votar, incluso a pesar del candidato, y que los debates, mítines y demás performances solo sirven para afianzar un voto que estaba ganado de antemano.

Sin embargo, sí creo que la campaña puede llegar a descargarnos la batería de la paciencia de una manera sorprendente. Vamos, que la del Nokia 3310, a nuestro lado, es imperecedera. Si tenemos en cuenta que la campaña electoral es como la navidad, cada año empieza antes, incluso podemos decir que vivimos en un bucle de eterna campaña electoral, los ciudadanos ya hemos escuchado los mismos reproches tantas veces como la canción del verano. Por cierto, ¿cual es la canción de este verano? Da igual.

El ciudadano se hastía de tanto debate, análisis del debate y análisis del debate del debate y, total, como ya tiene el voto decidido, preferiría ahorrarse la chapa y poder ver en la tele una buena serie. “Pero hay mucho indeciso”, comenta Encarna. “Desconfía de todos aquellos que te digan que no le interesa la política, que todos los políticos son iguales, que ellos son apolíticos, porque esos, votarán a la derecha”, expliqué, sin saber muy bien porqué.


Y aunque mi batería, a estas alturas de pre precampaña, ya está en rojo, sospecho que la culpa es mía, por no haberla agotado completamente al principio y luego cargarla durante dos horas seguidas, procurando después no llamar demasiado. Por eso mi paciencia, como la batería de mi móvil, cada día se descarga más rápido. Y es que hay teléfonos en el mercado que si no llamas ni recibes llamadas, la batería te dura cinco días. Curioso descubrimiento para un teléfono móvil. Quizá lo más saludable fuera solicitar el voto por correo, votar lo antes posible y luego, marchar de viaje a algún lugar paradisíaco y silencioso. Indispensable que no tenga cobertura. Ni wi-fi. Ni 3G. Que eso chupa batería que da gusto. Con perdón.

domingo, 21 de agosto de 2011

Las aventuras de Enrique y Ana. Cap. 19



MADRID, 1987


ENRIQUE

Mira, es que creo que llevamos mucha magnitud física de esas aquí, en el bote, en medio del estanque del Retiro, dando vueltas sobre nuestro propio eje porque tus confidentes, estas siamesas unidas por el cráneo, serán muy buenas en todo el tema de las confidencias y de los secretos pero remando Ana, remando son una puta mierda.





Papacàssim

Esta semana, Madrid se ha convertido en un monumental helado de limón y nata. Pudibunda, indigesta, provocadora, sensacionalista, desmedida y, en algunos momentos, envenenada por tanto conservante y estabilizante. Porque, como en Angel Face, la magnífica película de Otto Preminger, los peregrinos que han visitado la capital con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, o sea, la semana del Orgullo Católico, no eran tan adorables como los pintaban.

Cargados de un exhibicionismo que ellos mismos no toleran cuando lo practican otros colectivos, los peregrinos paseaban por el centro de la ciudad abanderados, dominantes, integristas, como un ejército victorioso desfilando ante los vencidos. Eso sí, sus consignas entrarán directamente en el top five de la majadería. Escuché a un grupo de peregrinos corear: “Soy drogadicto, mi droga es Benedicto”. Al principio me pareció una soberana estupidez; luego comprendí que era la verdad más absoluta que iban a manifestar en los cuatro días de visita papal. Aún así, creo en su reinserción social.

Madrid, pintada de blanco y amarillo, como la bandera vaticana, sacralizó el espacio público para convertirlo en una especie de festival de verano, en un Benicàssim, donde los cabeza de cartel no eran los Arcade Fire, ni Brandom Flowers sino Benedicto XVI; B16, como un bombardero, para los creyentes con Twitter. O sea, la visita del Papa, diseñada como la gira de una rockstar, no fue otra cosa que una ostentación de poder, un ‘aquí estoy yo’, un alarde de pomposidad con el que hacer campaña. Pecado capital: soberbia.

Pero, a diferencia del clima de tolerancia y libertad que se vive en un festival pop-rock, esta semana, en Madrid, las dos Españas volvieron a enfrentarse. Desesperanzador. La Iglesia y los católicos practicantes se ven amenazados por la secularización de la sociedad. Se sienten víctimas y cuando en el victimismo entra el componente religioso, la víctima se convierte en mártir, con lo peligroso que es eso. Pero lo que no entienden, o no les interesa comprender, es que ese laicismo combativo, impulsivo y, desgraciadamente, en ocasiones también intransigente, no es inherente ni gratuito. Es la consecuencia. La consecuencia a ataques de este tipo: “A matar maricones durante sus manifestaciones en contra de la Iglesia católica” (voluntario de las JMJ detenido por intentar atentar contra la marcha laica), Reducido el sexo a simple entretenimiento, ¿qué sentido tiene mantener la violación en el Código Penal?" (Ricardo Benjuméa, redactor jefe de la revista del arzobispado de Madrid), "La homosexualidad perjudica a las personas y a la sociedad" (Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife), “Si la mujer aborta, el varón puede abusar de ella” (Javier Martínez, arzobispo de Granada). Y esto es solo el principio.

El director de cine Ramón Salazar (Piedras, 20 centímetros) contaba esta semana, en el diario de rodaje de su nueva película, 10.000 noches en ninguna parte, su encuentro con un joven cristiano que se sintió atraído por él, acto seguido por su profesión y que invitó al realizador a intercambiar los números de teléfono y poder asistir, alguna tarde, al rodaje. Medio estupefacto vivió el momento en el que el joven le presentaba a su novia Mencía y a otra pareja de peregrinos. “Uy, el cine, el cine, el cine…”, dijeron los tres, a medio camino entre la crítica y la condescendencia. Cuando el joven les informó que Ramón le había invitado al rodaje, los rostros mutaron. La pareja de amigos se despidió con un antipático “pásate a la tele, que tiene más futuro” y Mencía, presenciando un intercambio de sonrisas entre su chico y el realizador, añadió: “A ver si los de tu condición dejáis en paz a nuestros novios”. Y se alejó, con su chico de la mano, no sin antes soltar un socorrido ‘maricón’ que retumbó en la calle Preciados de Madrid.

Creo que un día después, Ramón recibió un sms del joven cristiano que, fiel a su palabra, esperaba que pudieran quedar alguna tarde y charlar. Ignoro si esa insistencia formaba parte de su labor evangelizadora. Quién sabe. Le preguntaré a Ramón.

sábado, 20 de agosto de 2011

Star System



Me agota el star system. Y si me cansa el auténtico, ya ni te hablo de las imitaciones. De esos encumbramientos que se sustentan más en la última reunión de tal empresa de publicidad y el representante de turno que en la realidad que, desde el Hollywood de los años 30, no es otra que asegurar el éxito de las películas. Pensarás que si me irrita eso es porque he abandonado la medicación, pero no.

Desde hace meses, casi años, paso frente a un kiosco de prensa y, echando un vistazo a las revistas expuestas, me doy cuenta que hay alguien interesado en implantar un star system nacional que no se soporta ni aumentando las dosis de alcohol en sangre.

Paz Vega, posando desnuda y cubierta por unos 6.000 cristales de Swarosvski; Penélope Cruz y Cayetano Rivera Ordóñez en el Vogue americano, Antonio Banderas y Melanie en Vanity Fair...¿Es que nadie se ha dado cuenta que nada de eso asegura que una película protagonizada por Paz, Penélope o Antonio sea un éxito de taquilla? No recuerdo qué actor -tómalo como una lección de humildad para el colectivo de la interpretación- comentó en una ocasión que en España había tanto personajillo y tanta revista del corazón porque la gente no conoce a los actores de cine. Y no los conoce porque no hay una filosofía de promoción de las películas. En las colas del súper, nadie habla de Penélope, ni de Bardem, ni de Paz Vega, que se marchó a Los Angeles a relanzar su carrera cuando ni siquiera es una actriz sólida en su país.

En las calles se habla de Belén Esteban, de Rosa Benito y de la boda de la Duquesa de Alba. Según ese actor, eso sucede porque la televisión prefiere promocionar a estos ‘personajes’ que a los actores y actrices que sí tienen un trabajo que vender. Con esa excusa, bastante simplona, aquel actor aprovechaba para reivindicar la necesidad de crear un star system español. Lo tremendo es que algunas ya creen formar parte de esa ilusión que, si bien les facilita portadas en revistas de moda en las que salen guapísimas -y en prensa del corazón, que no se puede tener todo-, no asegura la taquilla de su última película. Que se lo pregunten a Ray Loriga, director de Paz Vega en Teresa, el cuerpo de Cristo. A quien me gustaría ver a mí en portada es a la persona capaz de crear un star system con estos mimbres.

viernes, 19 de agosto de 2011

Wisteria Lane. Primera Temporada.


Javier Fuentes León, Tatiana Astengo, Víctor Algora, Paco Bezerra, Carmen Pollina, Alberto de la Heras, Javi Giner, Cristina Fenollar, Pablo Peinado, Julián Almazán, Ellos, Boti García Rodrigo, la gente de Arcópolis, Jimina Sabadú, Mariel Maciá, Helena Castañeda, Luis Luque, La Prohibida, la gente del COGAM, Juan Flahn, La Terremoto de Alcorcón, Nagore Gore y Caprichossi, Ana Larrañaga, José López Gallardo, Mar Cambrollé, Julián Fuentes, Mónica Dorta, Jorge Muriel, Josep Maria Portavella, Marina San José, Rulo Pardo, Roberto G. Alonso, Topacio Fresh, Antonio Poveda, Carla Antonelli, Javier Sáez, Sejo Carrascosa, Hortensia Vidal, Félix Gómez, Antonio Hernández Centeno, Tolo Cañellas, Carles Congost, Angel Pantoja, Elena García Oliveros, Beatriz Gimeno, Jesús Encinar, Mili Hernández, José Martret, la gente de la FELGTB, Oscar López, Pablo Vilaboy, MM (Planeta Murciano), Yogurina Borova, Martín Sastre, Mariana Cordero, Boris Izaguirre, Jorge Calvo, Nicolás Grijalba, Alicia Gallotti, Max Rekarte, Pepe Carretero, Julio Pérez Manzanares, Graham Newey, Félix Sabroso, Dunia Ayaso, Loles León, Nacho Bonacho, Eva Bedmar, Luisa Guerrero, Eduardo Mendicutti, Iñigo Picabea, Cristina Hermoso de Mendoza, Albert Ferrarons, Llum Barrera, Ángel Ruíz, Alejandra Jiménez Cascón, Sonia Santana, Mingo Ruano, María Jesús Fernández y todos los magníficos oyentes.


Gracias a todos por esta primera temporada.

Vamos a por la segunda.

PRÓXIMAMENTE

jueves, 18 de agosto de 2011

No quiero


Creo que fue Catherine Deneuve la que dijo que el matrimonio era una trampa en la que el hombre se volvía aburrido y la mujer, una arpía. Si a eso añadimos que la celebración de la boda te puede salir por un ojo de la cara y medio riñón -entre 15.000 y 30.000 eurazos-, a uno le sobran razones para reivindicar la soltería como una opción saludable, mental y económica, de cara al buen desarrollo de la pareja.

“¿Catherine Deneuve es la que lleva puesta una máscara de hilos de oro?”, preguntó Emma, la rubia ex secretaria de nuestro ex psicoanalista argentino. A Emma no se la puede confundir advirtiéndola que antes de eso la Deneuve fue la protagonista de Repulsión y Belle de Jour porque su único contacto con la realidad es a través de revistas tipo Cuore. Ahí queda eso. Así que asentimos e intentamos reconducir la conversación.

Tomó el testigo nuestra amiga Encarna, que es de ese tipo de personas que consideran que la mejor manera de consolidar un amor es pasando por el altar y con un montón de testigos. A mí la idea de ‘consolidar un amor’, como si fuera un liderazgo en la liga, ya me provoca cierto rechazo. Y en el caso de Encarna, como de otra mucha gente, no es una cuestión de creencia en Dios y menos en la Corporación Empresarial de la Fe que gestionan los señores de la Conferencia Episcopal. A ella lo que le pone es el circo del traje blanco, del novio esperando en el altar, del convite -si es posible con actuación estelar de mariachis o tuna- y del arroz volante no identificado. “Pues olvídate de casarte en Cádiz”, soltó Marta. “Han visto que el lanzamiento de arroz y pétalos de rosa atrae a las palomas que luego van las condenadas y se cagan en el patrimonio histórico, las muy desalmadas”, añadió entre carcajadas. Reconozco que frente a ese panorama, estoy más cerca del ‘no quiero’ que del ‘sí, quiero’.

Soy fan de Milunka Dabovik, aquella serbia que había rechazado, a sus 38 años de entonces, 150 peticiones de mano porque ninguno era su hombre ideal. Ella aguarda a un señor “guapo, alto, trabajador y de buen corazón”. Algo que, estadísticamente hablando, deja en muy mal lugar al producto interior serbio.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Debates de relleno



Parece que Rajoy y Rubalcaba están dispuestos a debatir en televisión. Bueno, el líder del PP dice que "cuando se pacten las condiciones", lo que puede abrir un interrogante del tamaño del culo de JLo pero...algo es algo. En la elecciones generales de 2008, Rajoy rechazó celebrar un debate electoral en TVE porque, según él, la televisión pública no respeta la pluralidad. Bueno, algo así dijo Cospedal, hace bien poco, delante de Ana Pastor.


Ahora deberían entrar las risas. Porque de otra cosa no sabrá el PP pero de pluralidad, de eso sabe un huevo. Basta hacer un modélico flashback a IB3 o mirar directamente a Telemadrid, cadena perfectamente teledirigida y que vivió una huelga de trabajadores denunciando “la política de presiones y atentados contra la libertad” que ejercía la dirección del medio, para darse cuenta de lo importante que es la pluralidad para ellos. De Canal 9, la televisión donde nunca se pronunció la palabra 'Gurtel' ya ni hablamos.

Recordemos que los dirigentes de RTVE son elegidos por el Parlamento. Aunque para ellos, eso debe ser anecdótico. En pluralidad, mucho mejor la era Urdaci, dónde va a parar... “¿Quieres dejar de calentarnos la cabeza con debates electorales y venir a ver lo que de verdad importa?”, me soltó mi amiga Marta, que estaba junto a Emma y Encarna hojeando una revista en un café de moda. “Creo que el verdadero debate no está entre Rajoy y Rubalcaba”, apuntó Encarna, con la mirada clavada en una página impar. “La pregunta es: ¿todo esto es suyo o aquí hay mucho photoshop?”, añadió Marta.

Y no quedó más remedio que acercarse. Así es. Mientras los informadores políticos, tertulianos, periodistas y demás analistas creen que lo que más preocupa a los ciudadanos es la crisis, el paro o la pérdida del estado de bienestar, Marta, Emma y Encarna, tres ciudadanas ejemplares, buscan respuestas a las campañas publicitarias para la ropa interior de Armani. Sobre la mesa, David Beckham, Cristiano Ronaldo, Fernando Verdasco (este posó para Calvin Klein) y Rafa Nadal. “Eso es relleno”, dije yo señalando el paquete del británico, que por alguna desconocida razón biológica me sentí en la obligación de sacar la cara por el producto interior bruto. Ellas me miraron con una condescendencia hiriente. “No me miréis así”, advertí. “Los Beckham son muy dados al relleno y ese tipo de cosas. ¿O ya no recordáis cuando descubrieron que Victoria empleaba cubrepezones en sus salidas por Los Angeles?”, añadí. Y volvieron a mirarme así, esbozando además una sonrisa que acabó por ponerme de mala leche.

"Aquí no valen patriotismos", sentenció Marta. "A falta de Piqué, el paquetón es de Beckham". "Es que Ronaldo está más pendiente de como fotografía el bíceps o de poner morritos que de la mercancía que está vendiendo", añadió Encarna. "Está vendiendo calzoncillos, no matrículas para gimnasio".


Según Encarna, los anuncios de calzoncillos están directamente dirigidos a las mujeres. Debe ser uno de esos laberintos publicitarios en los que el producto está elaborado para el hombre pero la publicidad es para la mujer. Ella cree que porque las mujeres acaban comprando esos calzoncillos porque quieren sentir que tienen un Nadal en casa. A mí eso me parece un insulto a la inteligencia femenina. Porque por muy Armani o Calvin Klein que sea el gayumbo, sobre Toni Genil no aporta nada. Me apuesto un suspensorio.


"A Rafa Nadal se le podía haber sacado más partido", apuntó Emma. Y yo me pregunto si estas mujeres serán igual de duras a la hora de valorar el debate Rajoy-Rubalcaba.





martes, 16 de agosto de 2011

Familias en serie


El otro día, mientras mi amiga Marta y yo caminábamos por la calle Fuencarral, nos preguntaron de qué estábamos hartos. Debía tratarse de una de esas encuestas que se hacen para la radio, relleno para algún reportaje basado en alguna estadística patrocinada por una empresa cualquiera, con el único fin de darle una importancia sociológica al producto que comercializa.

Marta estuvo a punto de agotar la batería del minidisc con su exposición de hartazgos. “De las multas de la O.R.A, de las declaraciones de la Conferencia Episcopal, de las personas ciclotímicas que unos días te saludan efusivamente y al siguiente parece que les debes dinero, de la gente que hace cola en el McDonalds durante minutos y cuando llega a la caja es cuando se pone a pensar qué quiere comer,...”, enumeró Marta.

“¿Y usted?”, me preguntó la periodista, arrancando el micrófono de las manos de Marta. “¿Yo? Yo estoy harto de las series sobre familias para ver en familia. Quiero que las televisiones programen series para que un adulto pueda verlas solo. No quiero más médicos, ni policías. No quiero más familias tradicionales, sean los Alcántara o los Serrano, los Mata o los Gómez; quiero ver capítulos sobre una familia rencorosa, en la que los hermanos se detesten porque siempre hay una espabilada que manipula a la abuela para quedarse con la herencia y poderme reír de ello; quiero ver familias desestructuradas, con personajes especialmente dotados para la ingesta desproporcionada de alcohol, ludópatas, adictos a los ansiolíticos; quiero ver la primera temporada de una serie en la que los niños sean crueles y, si me apuras, esnifen pegamento; quiero sentarme delante de la televisión y reírme de la vida misma”.

La periodista dibujó una sonrisa de pavor en su rostro, balbuceó un ‘gracias’, apagó el minidisc y desapareció como alma que lleva el tornado. “Te has pasao”, me recriminó Marta. “Tienes que volver a la consulta del psicólogo”. Y acto seguido me recomendó Gran reserva, Aída y Gente, que aunque no es una serie, tiene todos los ingredientes para amargarme la existencia que, según ella, es lo que yo le pido a la ficción. Nadie me entiende.

Derecho al pataleo



En octubre de 2007 escribí un artículo que, entre otras muchas cosas, señalaba a los responsables de lo que, varios años después, se destaparía como uno de los casos de corrupción más escandalosos de la era democrática en Mallorca. En aquel momento, a todos los periodistas o columnistas que criticábamos el comportamiento de la clase política se nos tildó de sectarios, de parciales, de faltar a la verdad, incluso alguno perdió su puesto de trabajo por presiones políticas que agarran por los huevos al medio de comunicación con el caramelo de la publicidad institucional. Como siempre, el tiempo nos ha dado la razón. pero solo el tiempo; aquellos que nos insultaron, que restaron veracidad a nuestros comentarios, y aquellos periodistas sectarios que les apoyaron, no se han disculpado, ni aceptado su culpa. Eso no se lleva. No es chic.

Aquel artículo, hace cuatro años, decía así:

Entristece comprobar que hay cosas que ni el viento más huracanado puede desterrar. IB3, esa televisión, ha nombrado delegada en Madrid, a cambio de 4.250 euros al mes, a la hija de la consellera insular de deportes, Dolça Mulet. Las cosas no cambian. Los políticos siguen asumiendo el cargo público como si fuera el feudo familiar; como la tienda de ultramarinos que abrió el abuelo. “Nadie te obliga a presentarte a las elecciones. Cuando optas a un cargo, debes estudiar los pros y los contras. Y entre los inconvenientes, al menos si eres un político que hace de la ética su argumento principal, destaca que no hay maridos, ni hijos, ni cuñados que valgan. Duro, pero necesario para la higiene íntima del sistema”, explicó mi amiga Marta, que cuando ve estas cosas le sale la revolucionaria que lleva dentro. La responsabilidad del político se remunera generosamente -no como en otras profesiones con igual o mayor cometido- y tiene a su alcance unas parcelas de poder que resultan tan tentadoras como impúdicas. Lo que escuece, especialmente a aquellos que aún creen que no todos son iguales, es comprobar que la hija de la jefa sigue siendo la mejor opción. Ni siquiera suponiendo que realmente lo fuera, la ética lo permitiría. Puede parecer injusto, pero nadie dijo que la política fuera equitativa. Cuando papá o mamá acceden a un cargo público, los maridos, las esposas, los hijos, las hijas y demás allegados, deberían asumir que esa decisión lleva implícito el ‘impedimento’ de acceder a determinados puestos por un argumento tan elemental como el ético, algo que los políticos en general, y los mallorquines en particular, deben tener carcomido en algún trastero polvoriento. “Se siente”, añadió Marta. “Es dinero público. Si les molesta a los señores políticos, solo recordarles que todo eso no importaría, al menos no tanto, si trabajasen para la empresa privada o si simplemente abriesen una tienda de souvenirs en S’Arenal. Aunque claro, hay que pillar el 15, porque a s’Arenal no te lleva el coche oficial.



La putada es comprobar que, cuatro años después, han cambiado los actores pero la función viene siendo prácticamente la misma.

domingo, 14 de agosto de 2011

La tumba del eufemismo

Hace tiempo que ya nadie llama a las cosas por su nombre. Ni siquiera aquellos que creen que lo hacen. Los que sobrevivieron a la época en la que la palabra menos ofensiva determinaba un concepto peyorativo, ven la nube oscura de la ofensa, del dolor, del miedo amenazar sobre nuestras insignificantes cabezas. Parece que solo los grandes chefs siguen jugando con el eufemismo. Han logrado que nos comamos una sencilla ensalada de canónigos, hoja de roble y escarola, pagándola a precio de mariscada, gracias al eufemismo. Basta con definir el plato como ‘acompañamiento de brotes tiernos’ para lograr nuestra ciega devoción. También los políticos tienen el mérito de cambiar de ideología, de programa, incluso de desmentirse a sí mismos, empleando el lenguaje más ficticio. El eufemismo es como Mayra Gómez Kemp cuando ejercía de jueza en las subastas del Un, dos, tres: no puede mentir pero puede no decir toda la verdad.

El eufemismo se convirtió en un instrumento de manipulación social. Los políticos, los medios de comunicación, todo aquel que se sintiese respaldado en su parcela de poder, hizo uso de él para dulcificar la realidad y favorecer, en muchos casos, sus propios intereses. Hasta que un día alguien decide definir como ‘corrupto’ a aquel que es ‘corrupto’, como ‘derecha’ lo que fingía ser ‘centro’ y como ‘injusticia’ lo que, objetivamente, era una injusticia. Fue entonces cuando el eufemismo empezó a cavar su tumba. Sin embargo, como en la historia de las siete plagas, lo que estaba por venir no era mucho mejor.

El lenguaje vuelve a posicionarse al lado del poderoso que, curiosamente, es el mismo desde hace muchos años. Ahora no hay que suavizar, no hay que agradar, no hay que buscar en el diccionario la palabra que menos ofenda, que menos incomode, que menos dañe. Ahora no. El poder, en estos tiempos, se basa en infundir recelo, en la incertidumbre, en el miedo. Ahora es tiempo de dañar, de amedrentar, de minar toda esperanza. Como si alguien quisiera que la sociedad regresase a aquellas oscuras iglesias del románico donde Dios era alguien a quien temer. La diferencia es que hoy no tememos a lo desconocido; hoy conocemos la razón de nuestro temor.



Hoy los poderosos emplean palabras como ‘negro’, ‘desplomar’, ‘contagio’ o ‘disturbios’ sin ninguna connotación positiva, sin intención de amortiguar el golpe. Con el argumento de una verdad cada vez más plural y, por lo tanto, más relativa y menos absoluta, los dominantes siembran la alarma, la inquietud, la desconfianza, con el fin de aplacar cualquier denuncia, cualquier voz, que reclame un cambio real: el cambio hacia un panorama político, económico y social mejor. Porque para volver a los tiempos de la escasez, la represión y la desigualdad manifiesta, no necesitamos 8.112 alcaldes, 65.896 concejales, 1.206 parlamentarios autonómicos, 1.031 diputados provinciales, 650 diputados y senadores, 139 responsables de Cabildos y Consejos insulares y 13 consejeros del Valle de Arán.

Me sorprende que aún algunos definan la barbarie de los jóvenes en las calles de Londres como intolerable. Desde luego que lo es pero difícilmente podrá un Estado educar en la no-violencia cuando cada día hace uso de la violencia, como argumento, desde todas las acepciones posibles. La manera en la que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado colaboran con un desahucio, es violencia. Permitir que todos los miembros de una familia estén en paro, es violencia. Las cargas policiales para evitar que la sociedad se exprese en la calle, es violencia. Que el sistema de salud no sea sostenible y los privilegios de la clase política sí, es violencia. Que el Metro de Madrid suba un 50% pero se rebaje un 80% el abono transportes para aquellos que vayan a ver al Papa, es violencia. Un sueldo de 600 euros, es violencia. Que un pueblo reaccione con una violencia desproporcionada ante tanta violencia empieza a parecer, dolorosamente, inevitable. Por eso sueño con una clase dirigente capaz de gestionar este tremendo conflicto sin olvidar que los movimientos de los derechos civiles que han triunfado, y de los que hoy nos vanagloriamos todos, son aquellos que lograron apoyo en los discursos políticos.

Y como no quiero acabar este artículo con la hiel en los labios, voy a buscar un eufemismo para evadirnos de una realidad cruda y desagradable. Aunque a estas alturas ya he aprendido que la mejor manera de encontrar es dejar de buscar.


jueves, 11 de agosto de 2011

Sobre Wisteria Lane

No me pasaba desde hace tiempo y esta semana ha sucedido. Me ha molestado profundamente el comentario de un oyente.

No soy de los que pienso que el cliente siempre tiene razón y, por lo tanto, tampoco creo que trabajar en un medio de comunicación público te deba someter al criterio de un oyente por el único argumento de que se sufraga con sus impuestos. ¡Ah, y con los míos, por cierto! Eso es como si una película subvencionada fuera razón suficiente para que un espectador pudiera cuestionar duramente la elección de una actriz, e insultar al director, porque el filme está pagado con sus impuestos y no ha sido de su agrado. Menos mal que ante esas disyuntivas lo que habitualmente prima es el sentido común.

Hubo oyentes que me criticaron por meterme con la iglesia e incluso alguno me gritó maricón a través del contestador del programa. A algunos les contesté, en directo o por correo electrónico, y a otros, les ignoré porque perder el tiempo en contestarles sería darles demasiada importancia. Pero esta vez me ha ofendido lo injusto del comentario, que a mi entender ha traspasado los límites formales de la crítica y se ha convertido en un ataque sangriento y malintencionado, como si Aída Nízar fuese oyente de Wisteria Lane.

Creo que sé aceptar una crítica. Una oyente me comunicó que durante una entrevista había empleado una ‘coletilla’ que acabó siendo molesta. Tenía razón y me disculpé. Pero además hizo esa acertada crítica con respeto, sin soberbia, y me agradó saber que hay oyentes dispuestos a hacer de Wisteria Lane un programa mejor.

Pero en el caso que me veo en la obligación personal de analizar, no ha sido (o al menos no lo he sentido) así. Un oyente cuelga en el muro de la red social del programa el siguiente comentario:

“¡Qué bien, 7 veces ya La Fresh Gallery en Wisteria Lane! ¡Viva el amiguismo en la radio pública! Y el año que viene, más”.

Bueno, una crítica. Con cierto ‘tonito’ de superioridad pero una crítica. Como tal la acepto, reflexiono sobre ella y callo.

Acto seguido leo, bajo la misma firma, una crítica insultante a un invitado al programa (se le llama gilipollas) porque no se comparte su misma opinión y no se aceptan una serie de bromas que el invitado verbalizó sobre el mundo del arte.

Me chirría el tono empleado por el oyente. Puede que para algunos la libertad consista en poder enviar insultos, bajo un seudónimo o varios, a todos esos invitados a programas que no nos gustan o no compartimos su punto de vista. Por poder, podemos, pero no me negarán que resulta poco constructivo. Aún así, supongo que el invitado debería asumir (o no) esa crítica y defenderse si lo cree necesario. Yo, como director del programa, defiendo mi elección de personaje, ya que me gusta cómo trabaja Tolo Cañellas, conozco su trayectoria, su formación, me gusta su capacidad de burlarse hasta de lo más sacrosanto y, aunque no comparta todos sus puntos de vista, me parece interesante llevarle al programa y charlar con él.

Sigo leyendo y, de la misma firma, empiezo a intuir una intención por compararme con los políticos corruptos hablando de ‘enchufismo’.

En ese momento, me veo en la obligación de responder empleando el mismo medio de difusión: la red social. Explico, por respeto a mis oyentes (no se crean ustedes que es muy habitual que un profesional de los medios de comunicación exponga ante sus oyentes los argumentos que le han llevado a entrevistar a tal o cual personaje), las razones que me empujaron a hablar, más de una vez, de La Fresh Gallery en mi programa. Hablo de los tres programas, y una repetición, en los que La Fresh ha sido, de un modo u otro, parte del contenido. Hablo de otros invitados a lo largo de la temporada, de las veces que han visitado Wisteria Lane o hemos hablado de ellos (gente como Óscar López, Pablo Vilaboy, Jimina Sabadú o Boti García Rodrigo han aparecido más veces que Topacio Fresh), de lo mucho que aparecen otros artistas y creadores mainstream en otros programas frente a lo ‘mucho’ que puedan aparecer los invitados de Wisteria, y confirmo que, si de mí depende, volveré a sacar a La Fresh Gallery lo mismo que volvería a charlar con Eduardo Mendicutti si volviese a estar de actualidad. De hecho, anuncio que me gustaría contar con Juan Gatti, medalla de las Bellas Artes, con la ‘percha’ (en el argot periodístico, la ‘percha’ es la noticia que te permite enlazar al personaje con la actualidad) de su próxima exposición en La Fresh Gallery. Creo que lo importante es el contenido, no el continente, por eso no le doy mayor importancia al lugar. Ya veo que para muchos sí lo tiene. Prometo cambiar eso pero si Gatti expusiera en el Reina Sofía o en la galería de Juana de Aízpuru, yo intentaría tenerlo en el programa igualmente.

Tras algunos comentarios, el oyente ataca de esta manera:

“A mí no me trates de usted para empezar porque yo a ti no te he "insultado". Yo digo lo que creo conveniente decir como oyente -muy fiel además- y además lo digo aquí, no voy al defensor -o defensora- del oyente y etc. Ni al jefe de programación (aunque sí iría en la defensa del programa):

Por otra parte, exceptuando a los militantes LGTB que son de cita obligada, con el recuento que has hecho de invitados sólo me has dado la razón en cuanto al amiguismo permanente del que hace gala Wisteria Lane. Como lo hace Camps en la política valenciana y otros tantos en la política del resto del Estado. Te los cito porque tal vez así los comprendas mejor cuando los criticas ya que te recuerdo una vez más que esto no es tu finca es RNE. Así que menos humos.

Que Topacio Fresh sea la única galerista trans y que salga me parece muy bien, aunque preferiría que a partir de ahora saliera más por galerista que por trans una vez que ya sabemos que lo es.

Pero esto es un programa LGTB y de LGTB está lleno el mundo del arte del todo el Estado Español, muy militantes también aunque no sean amigos tuyos, como lo está el de la abogacía, el de las ciencias empresariales, la moda, la arquitectura y etc.

Y por cierto te recuerdo, ya que tanto te interesan los artistas comprometidos de la Fresh Galley que de las siete intervenciones que ha habido de la Fresh Gallery sólo dos han sido con sus artistas sin que faltara en una de ellas Topacio y creo que hasta su marido como invitados del artistas invitado (una bonita reunión de amigos contra la que no tengo nada).

Por cierto ¿Juan Gatti sale en calidad de Premio Nacional, de "artista emergente" o porque expone en la Fresh Gallery? No me ha quedado claro.

Que yo sepa la Fresh Gallery basa su prestigio no en que la directora sea trans -eso creo que deberíamos superarlo a estas alturas sobre todo porque no creo que haya nadie que lo ignore- sino por ser una galería que promociona artistas emergentes y el Excelentísimo Señor Juan Gatti de emergente tiene poco y no sólo por ser Premio Nacional sino por toda su brillante carrera internacional como director artístico y fotógrafo.

Gatti tiene un gran nombre por sí mismo... que tú ahora me lo vendas a través de la Fresh Gallery me parece que ya es rizar demasiado el rizo ¿Qué ocurre que si no expone en la Fresh no sale... o sale para seguir dándole promoción a la Fresh Gallery?

Y te advierto que yo contra el marketing no tengo nada aunque se usen medios públicos para promocionar lo privado. Yo soy tan corrupto como tú.

Y otra cosa: un poquito de respeto a la inteligencia de los que no la tenemos (¡Como tú que tanta tienes y es por lo que tienes tanta gracia -la de los graciosos!-) porque estamos hablando de otra cosa y no de soberbia de barra de club de maricones (¿gays tal vez que suena más bonito? ¿O nos llamamos queers y hacemos el gilipollas del todo?) que es en lo que estamos, así que menos ejemplos de "cualquier cantante popular" ¡A mí los cantantes populares me sudan la polla, no te confundas conmigo! ¿No tienes más donde agarrarte sabiendo que tus oyentes precisamente no somos de "cantantes populares"?

¡Venga ya por Dios! Trabaja más que es lo que tienes que hacer, deja el fácil camino de tirar de tus amigos, careces de información porque te da la gana (trabajando en RNE la tienes toda entera del todo y metida hasta el fondo), porque lo que ocurre en el mundo LGTB del resto de España no te interesa, y lo entendería pero no lo entiendo. Nunca he entendido el dinero fácil ni la risa tonta ¡Cómo nunca entenderé el espectáculo lamentable que dio Tolo Cañellas y tuvimos que aguantar en toda España: de graciosos como él están todas las barras de clubes de maricones llenas! ¡Algo más por favor! ¿O no das para más? ¡Pues entonces no te pongas tan borde ni tan prepotente... ni tan tontainas!

Ante ese chaparrón, donde, entre otras cosas, se asegura que ha existido censura preventiva en el muro, como si del extraño comportamiento de Facebook yo también tuviera la culpa, me siento francamente ofendido no ya como profesional sino también como persona, ya que se me califica de ‘corrupto’, y varias lindezas más, que, sinceramente, creo no merecer.

Para empezar, el oyente asegura que se quejó de muy buenas maneras. Bueno, sus tres primeros comentarios se podrían definir de muchas formas entre las que, desde luego, no estaría el concepto ‘buenas maneras’. A mi entender, se empleó un tono irónico, con cierto aire de superioridad, que no entro a valorar (de hecho, me gusta la ironía) pero uno luego no puede ofenderse cuando se le contesta en el mismo tono. Según el oyente, yo contesté “con un recochineo de tono amenazador muy irónico y desagradable” que él considera no merecer, en plan “yo en mi casa hago lo que quiero”. La conversación está en Facebook. Lo pueden comprobar.

Me ofende que alguien me acuse de ‘corrupto’ y de que solo entrevisto a mis amigos. No voy a entrar en el juego de explicar aquí quienes son mis amigos, con quien me llevo bien, mal o regular o si me he tomado un vino con tal o cual invitado al acabar la grabación. Se puede, y debe, cuestionar la calidad de los contenidos del programa; no la relación personal que yo pueda tener con los invitados.

Cualquiera puede consultar los podcast y saber quién ha pasado por Wisteria Lane y cuántas veces. Evidentemente, algunos son amigos. Faltaría más. Precisamente, en esta profesión se valora mucho 'la agenda'. Eso también significa, tus amigos. Pero no aparecen en el programa por ser amigos míos sino por su trabajo. Porque son cantantes y sacan disco, porque son escritores y publican un libro o porque son pintores y exponen en ese momento. Y, desde luego, la inmensa mayoría son profesionales con los que no mantengo ninguna relación. Ninguna. Pero llegar a esa, razonable, conclusión no parece lógico para el oyente, que prefiere respaldar su argumento dando a entender que la mayoría de los invitados al programa son el resultado de 'trabajar poco' y que lo que debería hacer es trabajar más.

Siento que el ataque (he pensado varias veces, antes de escribir esto, si no se trataría de una provocación que buscaba, precisamente, lo que estoy haciendo) parte de alguien relacionado con el mundo del arte que no está de acuerdo con La Fresh Gallery ni con la presencia que la galería ha tenido en el programa. Lo creo porque, como ya he mencionado antes, hay otros personajes que han aparecido más veces en Wisteria que La Fresh pero no han provocado esa indignación.

Para ese oyente, y todos los demás, existe un correo electrónico wisterialane@rtve.es donde informar de artistas, exposiciones, galerías, susceptibles de aparecer en el programa. Desde luego, la dirección del programa sí será responsable de elegir un contenido u otro en virtud de su calidad.

Luego podría entrar en temas como el centralismo, la ausencia de equipo del programa, la falta de colaboración con otros sectores de la empresa,...pero considero que todo eso sí es mi problema y que no tiene, ni debería, preocuparles como oyentes. Aunque el tema del centralismo sí me parece susceptible de un buen debate.

No sé si he aclarado suficientemente bien este pequeño conflicto que, como mencionaba antes, me ha molestado. Tampoco tanto como para privarme de un rato de piscina que creo que, después del sofocón, me he ganado.

Pero no quiero despedirme sin antes dar las gracias al resto de oyentes de Wisteria Lane que, desde el sentido común y el razonamiento más equilibrado, han comprendido entre líneas las motivaciones de este ataque y me han mostrado su apoyo. Gracias.