jueves, 29 de diciembre de 2011

La energía ni se crea ni se destruye, solo se traviste

Hace nada, casi ayer, el 23 de diciembre, que ya no será un 23 de diciembre más, recibí un mensaje en mi móvil. Nicolás Grijalba me anunciaba que La Toyota había fallecido. Casi en el mismo instante, otro amigo, Kike, me contaba que Carmelo se había ido de manera natural.

Carmelo y La Toyota eran la misma persona. O quizá dos matices de la misma persona. Pero ambas correspondían a un ser humano excepcional, con una sonrisa amable, con una imaginación portentosa y con una delgadez magnífica.

Hoy, que estoy unos minutos en casa, delante de mi ordenador, no puedo dejar pasar la obligación moral de despedir a un amigo desde este blog que cada vez es más mi alma.


Estoy convencido que La Toyota, allá donde esté, nos demostrará que la energía ni se crea ni se destruye, solo se traviste. Ella, convertida en una aurora boreal, llenará de brillo y luz la noche donde dicen que habitan aquellos que se van. Ella le echará una mano a Él, Él le prestará su cuerpo a Ella. Así fue siempre y algo me dice que así seguirá siendo. Porque la gente solo muere cuando abandona nuestra memoria, cuando el olvido nos impide rescatar aquella anécdota que protagonizó, aquella risa que provocó, aquella fiesta que compartió.


Aquí va este pequeño homenaje a ese hombre delgado como un Cristo y a esa mujer potente como una María Magdalena. Pongan algo de música de Algora mientras observan estas fotos correspondientes a la fiesta Noa Noa en la que La Toyota brilló con luz propia.


Un año en tweets (primera parte)

Han pasado muchas cosas. Es lógico. 365 días dan para mucho. Todos sabemos que el tiempo avanza con una parsimonia irritante cuando aguardas en la sala de espera del dentista mientras que cuando descansas, apaciblemente, en una tumbona cerca del mar, con un daiquiri en la mano, esos mismos diez minutos son la esencia de la fugacidad. Una de las características, si no la única, que ha marcado este 2011 es que ha sido una maldita consulta de dentista. Lo que iba a ser una limpieza de boca acabó con endodoncias, extrayendo las cuatro muelas del juicio y poniendo implantes a 500 euros cada uno. Sin anestesia.
Si tuviera que etiquetar 2011 en mi álbum de recuerdos, posiblemente apuntaría que fue el año en el que me abrí una cuenta en Twitter. No sé cuanto tiempo seguiré entreteniéndome con las redes sociales, lo mismo es un síntoma más del niño con canas que, pobre ingenuo, aún se niega a crecer pero no las demonizo. Al revés, me parecen estupendos foros de opinión y debate, rincones para la autopromoción, lugares en los que ironizar y ser comprendido, espacios para la frivolidad y hasta para el flirteo. O sea, una versión virtual de la vida misma.
Le doy importancia a ese dato menor porque he comprobado que me he pasado gran parte del año ‘tuiteando’ lo que me sucedía, lo que le sucedía a este país o lo que le sucedía al mundo, y no crean que por ello he dejado de vivirlo. Lo fantástico de todo esto es que lo cuentas mientras lo vives. Creo que Twitter es casi un medio de comunicación. De hecho, puedo resumir -algo que en estas fechas se lleva mucho- el año que acaba siguiendo mi timeline de 140 caracteres. Los seis primeros meses de 2011 los escribí más o menos así:

Enero

“Veo la peli La Isla. El mundo que retrata es el 2016. O sea, que Rajoy gana las elecciones y en cuatro años...mirad lo que pasa”

“Una nariz roja en solidaridad con Álex de la Iglesia”

“El nuevo disco de Rosario se llama Raska Triski. ¿Con qué cara te has quedado?”

Febrero

“Me he cruzado con un tipo por mi escalera que se parecía sospechosamente a Mubarak. Qué mal rollo…”

“Hay canción para Eurovisión. Escúchala y luego piensa que esa gente que la ha elegido también votará en las próximas elecciones”

“Estoy contra la violencia pero...una buena hostia a Justin Bieber sí que le daba”

Marzo

“Voy a ver La gata sobre el tejado de zinc caliente. Ha muerto Elizabeth Taylor”

“Que la serie Crematorio trate la corrupción urbanística y cuente con la colaboración de la Comunidad Valenciana me parece retroalimentación”

“La popularidad de Zapatero cae en picado. En Picado dicen que aún no la han visto pero que están escondiendo los ahorros en calcetines”

“Me gustaría saber si puedo imputar a obispos y demás jerarquía eclesiástica por delitos contra los sentimientos de gays y lesbianas”

“Gente que se queja de la radioactividad que puede llegarnos desde Fukushima mientras respira bajo la seta de contaminación de Madrid”

Abril

“Imagino la cara de la mujer de Sergio Ramos cuando él diga: “Déjame que coja un ratito al bebé”

“Me gustaría que los que aún creen que hay que ilegalizar Sortu (o Bildu) opinaran lo mismo respecto a Democracia Nacional o España 2000”

“¿Por qué cuando el Euribor se dispara nunca le da a un banquero?”

Mayo

“¡No! ¡Tirar a Bin Laden al mar, no!...¿pero es que los americanos no han visto Viernes 13?”

“EEUU cree que el mundo es un lugar más seguro tras la muerte de Bin Laden. Claro, como Sostres no publica en su país...”

“Cuidado. Algunos dicen que la acampada de Sol esconde ideología ácrata y que pide la abstención el domingo. Y eso no es verdad”

“Que en el cierre de campaña del PP todo el mundo corease “esto es democracia y no lo de Sol” me parece una provocación”

“¿Es que nadie va a hablar de los 10.381.043 ciudadanos que no han ido a votar?”

“Deberíamos juntar firmas para que Nacho Vidal haga una campaña publicitaria en Europa a favor del pepino español”

Junio

“Taboulé gana el III concurso de cortometrajes de RNE”

“Lectura interesante. ‘Sobre una democracia real: por qué ya no apoyo a Acampada Sol’”.

“Si IU era una alternativa, Pedro Escobar, diputado de IU por Extremadura, se la acaba de cargar”

“El PP sin Álvarez Cascos en sus filas, ¿se siente ligera de cascos?”

(Continuará…)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Sonó en Wisteria Lane


No son todas las que sonaron pero sí sonaron las que aquí están.
Son algunos de los temas que este año se pincharon en Wisteria Lane.

Ya sabéis que hay que hacer 'click' en las muchachas de la izquierda, las que están poniendo vinilos en un güateque, para llegar a Spotify y poder escuchar las canciones.


1. Cheek to cheek. Alma Cogan
2. Bellísimo. Gonzalo
3. Happy birthday. The sunflowers
4. Torremolinos. Linda Guilala
5. Smalltown boy. Bronski Beat
6. There is a light that never goes out. The Smiths
7. New tabled stories. Giorgio Tuma
8. Todos son gays. Gray
9. Bist du klein bist du gross. The reines prochaines
10. Un roto, un descosido. Parade
11. Perfect day. Lou Reed
12. Oh la la. Graham Newey
13. Lazing on a sunday afternoon. Queen
14. Sway. Julie London
15. Sleeping by myself. Eddie Vedder
16. Midnight city. M83
17. A christmas duel. Cindy Lauper & The Hives


Cuñao

Me he pasado toda la semana ‘tuiteando’ lo entretenido que sería que las cadenas, incluidos los canales de TDT (acrónimo de Tanga, Derecha, Tarot), rechazasen emitir el típico mensaje de Su Majestad y, en su lugar, retransmitiesen en directo, desde la Zarzuela, su entrañable cena de Nochebuena. Tengo la sensación de que este año íbamos a disfrutar más que aquel año del especial de La Cubana. Mesa rectangular, que no imperial, con toda la Familia Real a un lado y un único cubierto enfrente: el del ‘cuñao’. Situaciones como esas son las que hacen más cercana a nuestra Familia Real. Por fin serán reales de verdad; por fin tendrán un cuñado que les amargue la cena.

Según una encuesta, no recuerdo quién la pagaba, los cuñados y cuñadas son las nuevas suegras. Un 56% de las personas encuestadas aseguraban que el familiar político que menos soportaban era el cuñado/a. La suegra, que tradicionalmente había ocupado ese lugar, especialmente en los 70, ha quedado en un discreto segundo plano. Los psicólogos ya tienen explicaciones para eso. Al parecer, la figura paterna ha perdido protagonismo en la vida de los hijos que, a su vez, forman un clan más potente. El hecho de canalizar toda la rabia contra nuestros cuñados o cuñadas pondría en evidencia un problema no resuelto entre hermanos o, simplemente, el tipo de relación que han mantenido durante todos estos años. Circunstancias específicas entre hermanos que adquieren otra dimensión con la entrada del familiar político.

Ante ese dato me viene a la cabeza lo mucho que se ha escrito sobre la tensa relación entre las Infantas y Doña Letizia. Y me parece un giro argumental estupendo que mientras todo el mundo esperaba que estallase la bomba entre las cuñadas, el responsable de la mayor crisis de la institución monárquica en España, en plena democracia, haya sido el cuñado. Eso alimenta el enfrentamiento entre cuñadas y sirve en bandeja una segunda temporada de “Familia Real. La serie”.

Si ustedes recuerdan aquel estupendo programa de Nochebuena de La Cubana, la familia se dedicaba a criticar a la mujer del hermano de la anfitriona porque disfrutaba aparentando, porque sabían que aparecería en la cena con un abrigo de pieles que a saber cómo había logrado pagar, porque cualquier tema de conversación serviría para que ella contase lo bien que vive, el dinero que tiene, las cosas que se han comprado y lo caro que es el colegio al que llevan a los niños. Y lo mejor es que todas las familias de espectadores celebramos la situación o bien sintiéndonos reflejados en la parodia o bien reconociendo esa imagen en gente que conocemos.

Pues ahora, adapten esa escena a los miembros de la Familia Real y tendríamos un programón para la noche del 24 que eso sí que iba a romper los índices de audiencia. Tal y como está la popularidad de la monarquía, con aliados como Pilar Urbano cerca, yo que Don Juan Carlos me planteaba dar mi discurso desde la Caja de Luxe.

Hace unas semanas, en una cena, alguien que parecía bien informado me dijo que la filtración de la declaración de Doña Letizia a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo estaba perfectamente organizada. Que en ese enfrentamiento entre cuñadas, la Princesa de Asturias es una corredora de fondo y con esa declaración no hizo otra cosa que marcar la diferencia entre una manera de entender la monarquía –los negocios de Urdangarín, declaraciones de la Reina contra el matrimonio igualitario- y la suya. Para muchos, el caso Urdangarín marca el fin del ‘juancarlismo’ y el inicio del ‘felipismo’, inteligentemente supervisado por Doña Letizia.

Los psicólogos dicen que lo mejor para que no haya conflicto entre cuñados es mantener las apariencias. Fingir, como si nada hubiera pasado. Y aunque esa postura sea la más común en todos los asuntos relacionados con nuestra monarquía, algo me dice que se ha levantado la veda.


sábado, 17 de diciembre de 2011

Darse cuenta

Era la típica noche de lengua suelta, de memoria activa, de copas que van y vienen, de risas en estéreo y, sobre todo, de amigos. Aunque es verdad que esa combinación puede darse en cualquier local de copas de cualquier ciudad, debo estar haciéndome mayor porque las disfruto más cuando suceden en casa. Sí, es así; entre una reunión de amigos en una casa y una reunión en un bar, hoy por hoy, prefiero la de casa.

Después de elegir el cantante en concierto por el que seríamos capaces de pagar una entrada de 700 euros, después de valorar la operación de tetas de una amiga, que dice que es el dinero mejor invertido de su vida y que a partir de ahora todo es beneficios porque ya están amortizadas, después de darnos cuenta que ninguno de nosotros se había liado con otro miembro del grupo –no pongan esa cara, no siempre se da esa combinación-, salió una de esas preguntas de seis de la mañana: “Y tú, ¿cuándo te diste cuenta de que eras gay?”

Siempre he pensado que los demás lo saben antes que uno mismo, que uno es gay incluso antes de sentir un deseo sexual por una persona de su mismo sexo pero lo bueno de este tipo de preguntas es que siempre vienen acompañadas de alguna anécdota.

Yo no sabía nada de sexo, ni de hombres, ni de morbo, cuando fui al cine con todos mis primos. Nuestros padres nos pagaron la entrada para que les dejásemos un poco en paz y allá que nos fuimos todos. Un cine próximo a la Alameda de Osuna. Creo que formaba parte de un hotel que acaban de abrir por la zona. Programa doble. La elección de las dos películas era digna de estudio: “El autobús atómico” y “West Side Story”.

Comenzó la proyección.

La primera en proyectarse fue “El autobús atómico”. La película era supuestamente una comedia. Vamos, supuestamente no; era una comedia. Mis primos se desternillaban en sus butacas cada vez que aparecía un gag en pantalla. Tampoco es que yo, a aquella edad, tuviera un humor muy cultivado pero la verdad es que la película me parecía un aburrimiento. No me hacía gracia ese autobús nuclear, ni su conductor, ni sus pasajeros, ni nada. Y eso que salía Ruth Gordon y Stockard Channing y que la peli fue precursora de "Aterriza como puedas", y con esa me reí muchísimo pero…no sé, la edad, esa cosa tan confusa. Debería volver a revisitar “El autobús atómico”, a ver cómo me lo tomo ahora. El caso es que mis primos disfrutaron muchísimo, vamos, aquello fue el no va más del disfrute,…hasta que empezó la segunda película: “West Side Story”.



Qué quieren que les diga…empecé a llorar, a ponerme en la piel de la pobre de María y el pobre de Toni, comprendiendo porqué Anita mentía a los Jets pero revolviéndome en la butaca ante la razón por la que lo había hecho, acompañando a Toni por las canchas de baloncesto gritando “¡Chino, Chino, mátame Chino!” Esa película logró que sintiera que estaba solo en el cine. Bueno, solo no; con Toni, María, Anita, los Jets y los Sharks, y la eterna música de Leonard Bernstein, que yo en ese momento no sabía ni quién era Leonard Bernstein ni Stephen Sondheim y si me apuras, ni Natalie Wood. Yo lo único que hacía era llorar como un bendito frente a aquella historia de amor con canciones y bailes mientras mis primos se aburrían como monas y me preguntaban “¿estás bien? ¿te duele algo?” Podía haberles contestado, pelín sobreactuado: “¡Sí, me duele el alma! Pero ¿qué clase de personas sois? ¿Es que no tenéis sentimientos? ¿Es que no veis que Toni y María se aman y todo su entorno está en contra de ese amor? ¿Cómo podéis quedaros así, tan tranquilos?” Claro que entonces mis primos lo mismo me hubiesen mirado fatal y al llegar a casa se lo contarían a sus padres y sus padres a los míos y…para qué adelantar acontecimientos.

El caso es que yo, ese día, me di cuenta de algo. Me di cuenta de que era diferente. Al menos en lo que a sensibilidad cinematográfica se refiere. No sé. Quizá ese dato no tenga ninguna responsabilidad en la persona que soy hoy. O quizá sí. De lo que sí estoy seguro es de que luego me pasé semanas enteras cantando Tonight, tonight. Aún hoy, ver "West Side Story" me sigue poniendo la piel de gallina.

Es un simple anécdota. Solo eso.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Bibiana o la pasión

Realmente, yo quería hablar de Bibiana Fernández. Eso pretendo desde hace al menos ocho meses, cuando se estrenó La gran depresión en un teatro madrileño y nadie sabía que iba a ser la obra de la temporada. De hecho, creo que quiero hablar de Bibiana desde mucho antes. Desde un tiempo, desubicado en las razonables nieblas de la memoria, en el que la escuchaba cantar Call me lady champagne en un disco de varios artistas que tenía un tío mío que trabajaba en Hispavox. Mi adolescencia no fue especialmente turbulenta, no viví cada día como si fuera el último, algo que vendría muy bien para dar a este escrito aire de leyenda. Pero eso sí, albergué la sensación de ser eterno. Empecé a elaborar un apasionado mosaico de referentes que, instintivamente, iban modelando al mortal que soy. La manga era ancha, era manga japonesa, y en su interior cabía desde el vestido que Karina lució en Eurovisión hasta Espacio 1999 pasando por Adam Ant y Paul Michael Glaser. Todos hicieron un hueco a Bibiana; en aquellos años, Bibí Andersen. Admito que durante un tiempo pensé que era la misma mujer que trabajaba con Ingmar Bergman. Supongo que la razón, aparte de la similitud de los nombres, era que nunca había visto una película de Ingmar Bergman.

Tuvo que pasar mucho tiempo, tanto que incomoda recordarlo, hasta que llegase la noche en la que conversé con ella, por primera vez, en la discoteca Tito’s de Palma. No recuerdo los precedentes; tengo una capacidad de recordar muy cinematográfica: hago de la elipsis un arte. Ella, acompañada de amigos como Manuel Bandera, miraba bailar a Asdrúbal en la pista. “Mírale. Si yo tendría que estar en el hotel, tranquila, y no aquí”, me dijo, haciendo de su palabra un gag de madrugada. Y me reí. Solo con el tiempo comprendí lo que era emparejarse con alguien más joven, la vitalidad de un cuerpo siempre dispuesto para el amor… y la fiesta. Ellos marcan el ritmo y lo sigues porque no puedes hacer otra cosa. Puede que desde un punto de vista más objetivo parezca que nos dejamos imponer un estilo de vida. Puede ser porque, cuando nos enamoramos, la vida son ellos.


Bibiana ensalza la propia sabiduría del cuerpo, esa que permite a los deportistas de élite sanarse pronto de una lesión. Es tan de verdad que, en estos tiempos de pose, impresiona tenerla delante. Algunos referentes se han quedado atrás, fueron flor de un día, pero Bibiana, espiral hipnótica de mujer, encuentra su sitio y se acomoda de tal manera que nunca permitirías que se moviese de ahí.

La volví a ver cuando le ofrecimos grabar un Carta Blanca para La 2 de TVE. Uno de los mejores programas de la televisión pública nunca tuvo segunda temporada y el programa de Bibiana nunca llegó a ser. Nos reunimos en una ocasión con ella. Quedamos en el Olsen, un restaurante sueco del centro de Madrid. A la reunión también acudió el director del programa, Santiago Tabernero, y su subdirectora, Lara López. Cuando Bibiana se marchó, los tres admiramos la vehemencia de emociones, palabras y experiencias de esa mujer. Me asombró cómo lograba hacer de la locura, lógica. Cómo conseguía que Víctor Mature, YSL y Miguel Poveda compartieran la misma frase y no pudieras hacer otra cosa mas que asentir ante semejante muestra de sensatez.

He tenido la suerte de coincidir con Bibiana Fernández en muchos sitios: fiestas, inauguraciones, estrenos, presentaciones,… Jamás se acuerda de mí pero siempre te hace sentir especial, valioso, aunque sea durante medio minuto, pero lo hará. Te mirará a los ojos, te contará una anécdota y tendrás la sensación de que esa historia es para ti, aunque la haya contado ya mil veces. Como si compartiera un poco de sí misma contigo. Y tú te lo llevas, feliz como una perdiz, creyéndote la particularidad de esa historia porque ella deseaba que así fuera. Eso es lo que diferencia a la gente que ha nacido para el mundo del espectáculo de la gente que solo trabaja en el mundo del espectáculo: los primeros, saben contar historias.

Ya está. Siempre había querido hablar de ella. A veces se ha filtrado en mis escritos porque soy poroso y ella es un rápido que hay que descender sabiendo que, por desconcertante que te parezca, al final será una experiencia única. Mi último ‘descenso’ fue en la presentación del catálogo de la exposición de Juan Gatti, que puede verse actualmente en Madrid. Ella y el fotógrafo se sentaron, frente a frente, en dos butacas del salón Medinaceli del hotel Palace y empezaron a hablar. La idea era que Bibiana entrevistase a Juan. Eso fue imposible. Ella habló sin parar. Era lo que Gatti, gran tímido, quería. Dijo que la pasión era el estado de ánimo que había marcado la trayectoria de los dos: “tú, desde la pasión, has creado tu obra; yo, desde la pasión, me he hecho a mí misma”. Posiblemente, sea el estado de ánimo por el que merezca la pena vivir. Y morir. De amor, se entiende. Aunque Bibiana apuntó que había cambiado los hombres por los vestidos. “Me salen más baratos”, añadió. Y eso que lo que llevaba puesto podía ser un Gucci.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Off the record

Cuando empecé a trabajar como periodista, no con contrato fijo y todo eso, no, con un contrato de prácticas, o sea, en los orígenes de la linotipia, me enseñaron muchas cosas. Una fue que el archivo de fotos era un lugar enigmático. De hecho, estoy seguro que ahora que todo es digital y no debe existir un diario con archivo fotográfico de los de toda la vida, muchos lo echarán de menos. Recuerdo que el guardián del archivo del periódico en el que yo inicié mis prácticas tenía las fotos de las mises en el apartado de ganadería. Y cuando lo descubrías y le mirabas buscando una respuesta, él clavaba sus ojos en ti y ya no querías hacer otra cosa que no fuera salir de allí.

En las prácticas también me enseñaron a no usar la primera persona, que es algo que, como ustedes pueden comprobar, no acabé por arraigar a mi estilo, y a decir esa frase tan tópica de “antes la muerte que la fuente”, aunque quien más y quien menos tampoco le tenía tanto cariño a la fuente como para jugarse la vida por ella.

Pero hubo algo que no me enseñaron y que aprendí yo solito. En mi primera rueda de prensa descubrí que lo interesante de verdad, el titular, el pelotazo informativo, siempre te lo van a decir “off the record”, o sea, que te cuentan algo para que lo sepas tú pero que no se haga público. Supongo que eso debe venir muy bien cuando eres analista político y vales más por los off the record que almacenas que por las noticias que das pero cuando eres un becario…¿para qué quería yo un off the record si no era para provocarme migraña? Cuando el personaje decía: “esto te lo comento off the record”, pensaba…¡vete a la mierda! Ahora soltará la bomba y…¿qué debo hacer yo? ¿me salto el off the record y a esperar la que se me viene encima? ¿O tal vez en el fondo está deseando que lo publique? Si es así, ¿no me lo podía decir directamente? En ese caos deontológico y ético fui aprendiendo la profesión. Y les cuento esto para ponerles en antecedentes y comprendan un poco por qué no me gustan los off the record.


Dicho esto, les confieso que hubiese preferido que la princesa Letizia hubiera dicho que está orgullosa de que en España exista matrimonio igualitario en la entrevista que concedió a Vanity Fair, por ejemplo, y no tener que rescatar las declaraciones de un off the record o, peor aún, ni siquiera eso; de una conversación privada en la inauguración de una fachada de un museo de Chile.

A ver, que estoy encantado de que haya hecho esa declaración; para el progreso de un país, más vale una declaración como esa que 50 libros de Pilar Urbano, pero echo de menos el estatus del titular, de la declaración sólida y entrecomillada, la de verdad. Sí, ya sé que ellos no pueden interferir en la vida política de la nación y claro, como ahora a quien amo y con quien quiero pasar el resto de mi vida parece ser que es política, pues por eso mejor que las declaraciones se filtren de esta manera. Bueno, yo hubiese preferido que esas palabras se hubiesen publicado en el interior de una entrevista o en las páginas de un libro y no así, de tapadillo, medio rescatada de una conversación privada. Que yo encantado, ojo, pero no sé...será que en esta sociedad de trazo grueso son los detalles los que nos dan razones para levantarnos cada mañana. Será eso. No me lo tengan en cuenta.

O sí. Hay quien dice que en medio de la tempestad Urdangarín, la filtración de la declaración de la princesa estaba más que premeditada. Hay quien dice que en el enfrentamiento entre cuñadas, Letizia es una corredora de fondo y está empezando a ver la meta. Yo, desde luego, no pienso perderme el mensaje de Nochebuena del Rey. Para mí que no lo va a hacer desde la Zarzuela. Lo va a hacer desde el interior de La Caja de Luxe.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Ríanse ustedes de Carrie Fisher

Si me diera por tomar lexatín con tequila, como contó Bibiana Fernández que hacía cuando se le juntaba mudanza, gira con La gran depresión y programa de Ana Rosa, posiblemente tendría la mente mucho más osada de como la tengo. Estaría menos expuesto a la corrección, a la arbitrariedad del otro, incluso superaría mi miedo a la incertidumbre con el carácter más relajado. Mucho más relajado. Sin embargo, cuando introduzco el ansiolítico en la boca y me acerco un chupito para ayudarme a digerirlo me viene a la cabeza la princesa Leia. O sea, Carrie Fisher, la actriz que acabó sumergida en un mar de drogas, antidepresivos y alcohol y que le ha sacado un rendimiento económico a ese cuadro de vida –vía biografía, vía monólogo teatral en el que ella llega a reírse de sí misma- que ya quisiera yo en mi cuenta corriente. Luego me acuerdo de aquel párrafo de sus memorias humorísticas, Wishful Drinking, en el que narró que cuando su madre se dio cuenta de su problema con las drogas y el alcohol, hizo aquello que toda madre comprometida, vigilante y preocupada haría: llamar a Elizabeth Taylor. ¿A quién llamaría mi madre? ¿A María Jiménez? Solo de imaginármelo, vuelco el alcohol en el fregadero. Pero me trago el ansiolítico. Con agua.


Desayunar ansiolíticos debe ser algo que hace la mayoría de los ciudadanos de este país. No hay muchas otras maneras de afrontar un Telediario sin notar la desagradable presión en el pecho que precede al ataque de ansiedad. Si a eso añado la cantidad de dudas que genera mi cerebro al minuto,…pueden hacerse ustedes cargo, ya que la Seguridad Social no creo que pueda. Imagino el mecanismo cerebral que genera las preguntas y lo veo como si fuera una pantalla de Tetris. Los interrogantes van apareciendo en la parte superior de uno de los lóbulos, quizá el frontal, y van descendiendo hacia algún recoveco donde la cognición se sienta a buen recaudo. La pregunta puede ser cuadrada, recta, en forma de T, en forma de L, y nosotros, en un proceso de racionalización, intentamos buscarle respuestas para que, cuando llegue a esa parte cerebral donde se almacena lo aprendido, encaje perfectamente y no acabe bloqueando, no encontrando respuesta y, por lo tanto, no encontrando su sitio. Como en el Tetris, cuando una pregunta no se responde, se crea con ella un muro de contención que servirá para ir acumulando dudas tras él hasta hacer saltar el cartel de game over. ¿Y toda esta paja mental para qué?, pensarán. Pues para que me ayuden a descifrar una ‘pregunta tapón’ que amenaza con estropearme el juego. ¿Alguno de ustedes sabe qué diablos hacen los jueces del Tribunal Constitucional? ¿Conocen cómo transcurre su jornada laboral? ¿Fichan? ¿Saben si ellos también tienen lista de espera, como la Seguridad Social, pero de recursos? Porque si me dan una respuesta a todas esas preguntas quizá pueda llegar yo solito a una conclusión y así no tener que plantear cómo es posible que lleven 6 años debatiendo si el recurso impuesto por el PP contra el matrimonio igualitario se ajusta o no a la Constitución.

Supongo que en todas las casas cuecen habas, que decía mi abuela, y que los jueces del Constitucional pensarán que bastante tienen ellos con intentar mantener su dignidad cuando los dos grandes partidos, PP y PSOE, juegan a la cuerda con la institución, paralizándola, porque no se ponen de acuerdo. Vamos, que alguien se ríe por lo bajinis de la independencia judicial. Solo recordarles a los señores y señoras jueces y juezas del TC que hay más de 25.000 familias en España pendientes de su decisión. Supongo que para la vida democrática de este país corría más prisa saber si Bildu podía acudir a las elecciones municipales de mayo que lo del matrimonio igualitario. Supongo que hay prioridades y por eso ustedes tuvieron una sentencia al respecto en el menor tiempo posible. Supongo que decidir si un ciudadano tiene derecho a contraer matrimonio con la persona que ama no debe ser tan relevante. Supongo que ustedes no saben lo que significan sus seis años de silencio, imagino que debatiendo, para esas 25.000 personas, gays y lesbianas, casadas y con hijos, que tienen su estabilidad familiar (y si me apura, emocional) pendiente de ustedes. No quiero suponer que todo esto sea una estrategia política para, gracias a la mayoría absoluta del PP en el Parlamento, cambiar a los magistrados y así sacar una sentencia más acorde a la ideología del partido que, en su momento, impuso el recurso de inconstitucionalidad.


Es que eso no quiero ni pensarlo. Porque si lo pienso, ríanse ustedes de Carrie Fisher.