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lunes, 19 de diciembre de 2011

Cuñao

Me he pasado toda la semana ‘tuiteando’ lo entretenido que sería que las cadenas, incluidos los canales de TDT (acrónimo de Tanga, Derecha, Tarot), rechazasen emitir el típico mensaje de Su Majestad y, en su lugar, retransmitiesen en directo, desde la Zarzuela, su entrañable cena de Nochebuena. Tengo la sensación de que este año íbamos a disfrutar más que aquel año del especial de La Cubana. Mesa rectangular, que no imperial, con toda la Familia Real a un lado y un único cubierto enfrente: el del ‘cuñao’. Situaciones como esas son las que hacen más cercana a nuestra Familia Real. Por fin serán reales de verdad; por fin tendrán un cuñado que les amargue la cena.

Según una encuesta, no recuerdo quién la pagaba, los cuñados y cuñadas son las nuevas suegras. Un 56% de las personas encuestadas aseguraban que el familiar político que menos soportaban era el cuñado/a. La suegra, que tradicionalmente había ocupado ese lugar, especialmente en los 70, ha quedado en un discreto segundo plano. Los psicólogos ya tienen explicaciones para eso. Al parecer, la figura paterna ha perdido protagonismo en la vida de los hijos que, a su vez, forman un clan más potente. El hecho de canalizar toda la rabia contra nuestros cuñados o cuñadas pondría en evidencia un problema no resuelto entre hermanos o, simplemente, el tipo de relación que han mantenido durante todos estos años. Circunstancias específicas entre hermanos que adquieren otra dimensión con la entrada del familiar político.

Ante ese dato me viene a la cabeza lo mucho que se ha escrito sobre la tensa relación entre las Infantas y Doña Letizia. Y me parece un giro argumental estupendo que mientras todo el mundo esperaba que estallase la bomba entre las cuñadas, el responsable de la mayor crisis de la institución monárquica en España, en plena democracia, haya sido el cuñado. Eso alimenta el enfrentamiento entre cuñadas y sirve en bandeja una segunda temporada de “Familia Real. La serie”.

Si ustedes recuerdan aquel estupendo programa de Nochebuena de La Cubana, la familia se dedicaba a criticar a la mujer del hermano de la anfitriona porque disfrutaba aparentando, porque sabían que aparecería en la cena con un abrigo de pieles que a saber cómo había logrado pagar, porque cualquier tema de conversación serviría para que ella contase lo bien que vive, el dinero que tiene, las cosas que se han comprado y lo caro que es el colegio al que llevan a los niños. Y lo mejor es que todas las familias de espectadores celebramos la situación o bien sintiéndonos reflejados en la parodia o bien reconociendo esa imagen en gente que conocemos.

Pues ahora, adapten esa escena a los miembros de la Familia Real y tendríamos un programón para la noche del 24 que eso sí que iba a romper los índices de audiencia. Tal y como está la popularidad de la monarquía, con aliados como Pilar Urbano cerca, yo que Don Juan Carlos me planteaba dar mi discurso desde la Caja de Luxe.

Hace unas semanas, en una cena, alguien que parecía bien informado me dijo que la filtración de la declaración de Doña Letizia a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo estaba perfectamente organizada. Que en ese enfrentamiento entre cuñadas, la Princesa de Asturias es una corredora de fondo y con esa declaración no hizo otra cosa que marcar la diferencia entre una manera de entender la monarquía –los negocios de Urdangarín, declaraciones de la Reina contra el matrimonio igualitario- y la suya. Para muchos, el caso Urdangarín marca el fin del ‘juancarlismo’ y el inicio del ‘felipismo’, inteligentemente supervisado por Doña Letizia.

Los psicólogos dicen que lo mejor para que no haya conflicto entre cuñados es mantener las apariencias. Fingir, como si nada hubiera pasado. Y aunque esa postura sea la más común en todos los asuntos relacionados con nuestra monarquía, algo me dice que se ha levantado la veda.


jueves, 8 de diciembre de 2011

Off the record

Cuando empecé a trabajar como periodista, no con contrato fijo y todo eso, no, con un contrato de prácticas, o sea, en los orígenes de la linotipia, me enseñaron muchas cosas. Una fue que el archivo de fotos era un lugar enigmático. De hecho, estoy seguro que ahora que todo es digital y no debe existir un diario con archivo fotográfico de los de toda la vida, muchos lo echarán de menos. Recuerdo que el guardián del archivo del periódico en el que yo inicié mis prácticas tenía las fotos de las mises en el apartado de ganadería. Y cuando lo descubrías y le mirabas buscando una respuesta, él clavaba sus ojos en ti y ya no querías hacer otra cosa que no fuera salir de allí.

En las prácticas también me enseñaron a no usar la primera persona, que es algo que, como ustedes pueden comprobar, no acabé por arraigar a mi estilo, y a decir esa frase tan tópica de “antes la muerte que la fuente”, aunque quien más y quien menos tampoco le tenía tanto cariño a la fuente como para jugarse la vida por ella.

Pero hubo algo que no me enseñaron y que aprendí yo solito. En mi primera rueda de prensa descubrí que lo interesante de verdad, el titular, el pelotazo informativo, siempre te lo van a decir “off the record”, o sea, que te cuentan algo para que lo sepas tú pero que no se haga público. Supongo que eso debe venir muy bien cuando eres analista político y vales más por los off the record que almacenas que por las noticias que das pero cuando eres un becario…¿para qué quería yo un off the record si no era para provocarme migraña? Cuando el personaje decía: “esto te lo comento off the record”, pensaba…¡vete a la mierda! Ahora soltará la bomba y…¿qué debo hacer yo? ¿me salto el off the record y a esperar la que se me viene encima? ¿O tal vez en el fondo está deseando que lo publique? Si es así, ¿no me lo podía decir directamente? En ese caos deontológico y ético fui aprendiendo la profesión. Y les cuento esto para ponerles en antecedentes y comprendan un poco por qué no me gustan los off the record.


Dicho esto, les confieso que hubiese preferido que la princesa Letizia hubiera dicho que está orgullosa de que en España exista matrimonio igualitario en la entrevista que concedió a Vanity Fair, por ejemplo, y no tener que rescatar las declaraciones de un off the record o, peor aún, ni siquiera eso; de una conversación privada en la inauguración de una fachada de un museo de Chile.

A ver, que estoy encantado de que haya hecho esa declaración; para el progreso de un país, más vale una declaración como esa que 50 libros de Pilar Urbano, pero echo de menos el estatus del titular, de la declaración sólida y entrecomillada, la de verdad. Sí, ya sé que ellos no pueden interferir en la vida política de la nación y claro, como ahora a quien amo y con quien quiero pasar el resto de mi vida parece ser que es política, pues por eso mejor que las declaraciones se filtren de esta manera. Bueno, yo hubiese preferido que esas palabras se hubiesen publicado en el interior de una entrevista o en las páginas de un libro y no así, de tapadillo, medio rescatada de una conversación privada. Que yo encantado, ojo, pero no sé...será que en esta sociedad de trazo grueso son los detalles los que nos dan razones para levantarnos cada mañana. Será eso. No me lo tengan en cuenta.

O sí. Hay quien dice que en medio de la tempestad Urdangarín, la filtración de la declaración de la princesa estaba más que premeditada. Hay quien dice que en el enfrentamiento entre cuñadas, Letizia es una corredora de fondo y está empezando a ver la meta. Yo, desde luego, no pienso perderme el mensaje de Nochebuena del Rey. Para mí que no lo va a hacer desde la Zarzuela. Lo va a hacer desde el interior de La Caja de Luxe.