miércoles, 1 de septiembre de 2010

Día tonto

Finalmente, Encarna ya no tiene novio. Después de dedicar semanas enteras a contarnos lo harta que estaba de su pareja y la desoladora sensación de tener un okupa en su sofá, llegó un día en el que él la miró a los ojos delante de un tazón caliente de leche y le dijo: “Ya no te quiero”. Así de sencillo. Así de rápido. Ese mismo día, el chico cogió sus cosas y desapareció. Desde entonces, Encarna no deja de llorar. Aún no he descubierto si sus lágrimas son de rabia o de desamor; aún no sé si lamenta que esa parálisis emocional que nos impide tomar decisiones por el miedo a vernos viejos y sin pareja se haya revuelto contra ella, con la agresividad de un gato al que le pisas el rabo, para representar una adaptación sentimental de La muerte y la doncella, del verdugo que se convierte en víctima de su pasado. Encarna llora y puede que lo haga porque se sienta inoportuna, porque llegase tarde a la propia ruptura que ella había estado organizando. Porque si hay que hablar de dos, lo mejor es empezar por uno mismo. Encarna llora un río y los demás nos miramos y no tenemos nada que hacer. Está en pleno combate con sus fantasmas, con los miedos de antaño, con la amargura de esos sábados noche en los que regresaba sola a casa. Me recuerda a la protagonista de Óxido, la estupenda novela de Lara López, que leía el Manual de cicatrización de heridas crónicas. Dejamos que Encarna llore y se suene los mocos. No le pone adjetivos, ni verbos, ni complementos circunstanciales de lugar a sus lágrimas. Sólo lágrimas. Que no es poco. Marta insiste en que los tíos son cobardes, que se mueven por los sentimientos como Tarzán lo hacía por la selva: sin soltar una liana hasta que no estaba segura la siguiente. Marta cree que hay otra. Pero eso sólo nos importa a nosotros, que necesitamos comprenderla para poder apretar su mano. A Encarna le da lo mismo. Porque lo que le duele dentro es otra cosa. Porque Encarna tiene pánico a llegar tarde, a desesperarse, a confudir amor con compañía, como en aquella letra de Ricardo Arjona. Y ella llora. Y yo aprieto su mano. Porque Encarna tiene tanto miedo como yo.

1 comentario:

  1. Buf, cuántas compañías vendidas como amores hay en el mundo. ¿Miedo? ¿Quién dijo miedo? ¿miedo de qué?. "A enemigo que huye, puente de plata".
    Si permaneces al lado de quien no te quiere, nunca llegas a quererte. Y si nunca llegas a quererte, no sirves ni para querer, ni para que te quieran. ¿Compañía?: adopta un gato; o mejor, dos. O un perro. Eso es compañía. El amor...el amor es otra cosa, mu, mu grande. Ya está bien de tanta tontería.

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