martes, 20 de abril de 2010

Cartas de amor, cinco duros



Recuerdo que cuando era un adolescente -los mohínes con sorna en este instante puedo tomármelos fatal- e iba al cine en Madrid, en la puerta de los Roxy, en la céntrica calle de Fuencarral, una mujer enjuta, con sombrero de lana en la cabeza y pintada como una reencarnación de La Moños, vendía chistes, poemas y cartas de amor a cinco duros. “Cartas de amor, cinco duros”, repetía, en una atonía interminable. Todo eso me vino a la cabeza, los extraños resortes de la memoria son así, mientras mi amiga Encarna nos leía una historia sobre una carta de amor y pasión que le envió Napoleón a Josefina. “Se la escribió después de una pelea”, añadió Encarna. “Seguro que fue porque a él se le metió en la cabeza meterse en otra guerra napoleónica y así no había manera de concentrarse en el amor ni en nada”. Según el periódico, la discusión fue por el afán del señor Bonaparte por indagar en la fortuna familiar de Josefina. “Es que el dinero mata el amor”, soltó Emma, dejando que el sol rebotase en su melena rubia de 100 euros al mes. “El amor es energía, ni se crea ni se destruye; solo se transforma”, apuntó Encarna. “Ya, y siempre se transforma en una más joven, no te jode. Que ese cuento ya lo he leído”, respondió Marta. El frenesí epistolar de Napoleón, con tachones, como buena pasión, era de la magnitud erótica de un puerro. ‘Te envío tres besos: uno en tu corazón, uno en tu boca y uno en tus ojos’, eso escribió el apasionado estratega. “¿A eso le llaman pasión?”, se burló Marta. “Un día os voy a enseñar una carta que recibí yo de un recepcionista de un hotel en Líbano, que para colmo solo me vió cuando me entregó la llave, y vais a saber lo que es pasión. Lo malo es que no me acuerdo si era guapo o feo...” Pensé que hacía mucho tiempo que no recibía cartas de amor. A decir verdad, como el coronel, no tengo quien me escriba. Mi buzón está lleno de ofertas inmobiliarias, de publicidad de clínicas dentales, de menús de restaurantes chinos, japoneses, indios, pizzerías y de una tal La Caixa, que esa no hay mes que no me escriba. Echo de menos los piropos adolescentes de puño y letra. Me estaré haciendo mayor. Si al menos alguien me enviase un sms de amor a 15 céntimos de euro...

ARTÍCULO PUBLICADO EL 9 DE JUNIO DE 2007.

APROVECHO EL BLOG PARA HACERME UNA RETROSPECTIVA, JEJE

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