martes, 25 de mayo de 2010

Sidney Pollack




El 26 de mayo de 2008, murió Sidney Pollack.

Uno tiene la sensación que Sidney Pollack pertenecía a un grupo de realizadores, como el otro Sidney (Lumet), que pasa discretamente por la historia del cine, sin la repercusión mediática y ostentosa de un Spielberg o un Tarantino, pero va dejando su huella, dosificada, dispersa entre diferentes ámbitos de la profesión, pero absolutamente indispensable. Si un adjetivo tuviera que definir la trayectoria de Pollack ese sería generoso. Como actor, se vestía del histórico secundario que servía la escena en bandeja al protagonista pero sin dejarse eclipsar por él. Le vimos de representante de actores en Tootsie, junto a Dustin Hoffman; como doctor que descubría que Meryl Streep estaba muerta en La muerte os sienta tan bien, como el personaje que hace replantearse la relación de pareja a Woody Allen y Mia Farrow en Maridos y mujeres, o convertido en el inquietante compañero de fiesta de Tom Cruise en Eyes Wide Shut, a las ordenes de Stanley Kubrick. Como productor, hizo posible que Ang Lee nos diera su versión de Jane Austen en Sentido y sensibilidad, que Anthony Minghella nos descubriese a un sorprendente Jude Law en El talento de Mr. Ripley, que Michelle Pfeiffer nos deslumbrase vestida de rojo y cantando sobre un piano en Los fabulosos Bakers Boys o que Tony Gilroy rodase Michael Clayton. Pero donde su talento generoso llegó a niveles admirables fue en su filmografía como director. Regaló papeles históricos a Dustin Hoffman, a Robert Redford, a Barbra Streisand, a Meryl Streep, a Jane Fonda, a Paul Newman y a una larga lista de estrellas norteamericanas. Con las películas de Sidney Pollack sucede como con los álbumes de fotos: que uno no es consciente de lo que ha vivido hasta que los abre. Cuando su fallecimiento, víctima de un cáncer, truncó su carrera, acudimos a consultar su filmografía y nos dimos cuenta de la cantidad de trabajos maravillosos que nos ha dejado y de las emociones que sentimos viéndolos. La angustia que nos generó Danzad danzad malditos, una historia que no envejece y que perfectamente podría adaptarse a la sociedad actual, a los mileuristas que buscan salidas que les permitan pagar la hipoteca y poder seguir viviendo; o las carcajadas arrancadas con Tootsie, un filme en el que el director salió victorioso de un enfrentamiento a un género que no era el suyo, aportando a la comedia un toque de verdad que la convirtió en única. Y Ausencia de malicia, y Las Aventuras de Jeremias Johnson, y La tapadera,…pero si hay dos películas que si un mitómano como yo olvidase en este obituario, merecería ser desterrado para siempre al infierno de los traidores: Tal como éramos y Memorias de África, que le valió un Oscar como director. De la primera, me sé de memoria el diálogo final entre Katie (Streisand) y Hubel (Redford) en la puerta del Hotel Plaza de Nueva York. Y les juro que cuando irrumpe la partitura de Marvin Hamlisch, ya estoy llorando. Y de la segunda, creo que la secuencia en que Denys (Redford) le lava el pelo a Karen (Streep) es ya historia del cine con mayúsculas. Emotiva obra maestra con la que uno puede homenajear el talento de Pollack cualquier día de la semana, a ser preferible de noche y con una copa de buen vino cerca. Va por usted, maestro.



1 comentario:

  1. Joder, qué final, apenas me atrevo a verlo de nuevo... Últimamente no hago más que pensar en ese tópico amoroso de que en el amor los opuestos se atraen. Pero el tópico es mentira, y uno lo ha sufrido en carnes. Uno puede ser tímido, y el ptro histriónico. Uno puede ser pachorrón, y el otro hiperactivo. Uno puede ser alto, y el otro bajo. Pero si no compartes la misma visión del mundo, si tus criterios morales no son mínimamente comunes, la has cagado. La fuerza del amor te puede engañar, y puedes tirarte años enganchado, pero nunca habrá nada que hacer. Y "Tal cómo éramos" lo explica tan bien... ¡He tenido que cumplir los 30 para darme cuenta de por qué la peli es tan jodidamente buena!

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