lunes, 17 de mayo de 2010

El amor está en el aire




Aprovechando que el sol hacía acto de presencia en la ciudad, Marta y yo quedamos para tomar unas cañitas en alguna terraza que nos recordase que, hace tiempo, llegó la primavera. Apareció -Marta, no la primavera- con gafas de sol, un rasgo de su estilismo al que tampoco presté mucha atención, ya que ella es una gran aficionada a la gafa como distintivo de autenticidad y privacidad extrema, rollo Telma Ortíz, para entendernos. Pero cuando se sentó junto a mí y empezó a hablar comprendí que ese día había algo más en su cara que un mero complemento. “No be breguntes bucho que he salido pog no hacete un feo”, dijo, en un idioma que pretendía ser español. Su nariz parecía la de Karl Malden y, en un movimiento rápido y clandestino, alzó sus gafas para dejarme ver sus ojos, que eran los ojos de la alergia. NOTA: A partir de este momento, para hacer más comprensible la lectura de este artículo, traduciré las palabras de Marta a un idioma común y conocido, gramaticalmente hablando, y dejaré la mezcla de consonantes en la que se expresa ahora para la comunicación oral. “Odio el ciclo de la vida vegetal. Odio la molesta danza reproductora de las plantas. ¿No podían ser más discretas?”, dijo. “El aire está lleno de esperma”, sentenció, con gesto de neocon. “¿Crees que a eso se refería John Paul Young cuando cantaba aquello de que el amor estaba en el aire?”, bromeé. Pero cuando uno tiene congestionadas las mucosas nasales, se le hinchan los párpados y le salen ronchas en la piel, pierde inmediatamente el sentido del humor. Y es que la primavera, si es que es cierto eso de que la sangre altera, tiene también importantes contraindicaciones. Comprendo la belleza que esconde esa lección romántica de los millones de granos invisibles de polen flotando en el aire, buscando flores a las que fecundar. Pero no me negarán que la poesía puede tornarse en tragicomedia cuando el polen, que para más coña viene del término latino pollen, acaba en tu boca o en tu nariz, al menor descuido. “¿Sabías que a la excitación por oler flores se le llama antolagnia?”, le dije. Y ella amenazó con escupir en mi cerveza.

2 comentarios:

  1. Estoy llorando de la risa con la nariz de Karl Malden!!!! Jjjaajajajajaja! Ha sido tan gráfica la comparación! Buenísimo.

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  2. Karl Malden... has comparado la nariz de tu amiga Marta con la de Karl Malden. Por que se nota que sois como uña y carne, porque eso es como para dejar de hablarte. ¡Karl Malden! Y yo que pensaba que lo peor que podías decir a alguien es que tiene los labios como Carmen de Mairena, y ahí estaba el bueno Mladen George Sekulovich. Me acabo de enterar en Wikipedia que sw rompió dos veces la nariz jugando al baloncesto, "dejándosela deformada" así que como es una desgracia creo no deberíamos abusar de la comparación.

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