lunes, 31 de mayo de 2010

Fuera de series

He cerrado una biblia y, casi empujado por el despecho, he abierto otra. No, ni me he apuntado a unos cursos de ‘teología para el desconcierto’ ni he sido poseído por George Borrow. Me refiero a la biblia del guionista, a ese documento en el que se encuentran todos los rasgos de una serie: desde la descripción de personajes, su pasado, sus trabajos, hasta su manera de relacionarse con los demás. Muchas veces, ese ‘libro sagrado’ puede llegar a tener más de cien páginas. Admito que me encantaría echarle un vistazo a la que sirvió a JJ Abrams de germen para crear Perdidos (Lost). Me gustaría conocer si realmente en esos folios se daba tanta importancia a los “perfiles psicológicos” de los personajes como quieren hacernos creer ahora los guionistas Damon Lindelof y Carlton Cuse. No me levanté a las 6.15 de la mañana para ver el capítulo final, en directo, en Cuatro. Estaba tan cansado que seguí durmiendo y en mis sueños le di las gracias, de modo figurado, a los padres de Adam Hinkley, el creador de las redes p2p, por haber traído al mundo a ese hombre, por mucho que le joda a Ángeles González Sinde. Me alegré de no haber sucumbido al despertador porque el acontecimiento histórico de la retransmisión simultánea del último capítulo le vino grande a Cuatro y no solo tuvo problemas con los subtítulos sino que incluso se zampó seis minutos del episodio que los madrugadores no vieron. “Pero hemos emitido los 85 restantes perfectamente”, dijo Elena Sánchez, la directora de contenidos de la cadena. Y se quedó tan ancha. Pasé todo el lunes escribiendo, tenía que entregar un guión para El Club de Pizzicato, y aislado del mundo: no conecté la televisión, no leí la prensa, ni siquiera entré en el Facebook,…todo para que nadie me lanzase un spoiler a la cara. Creo que el final de una serie es lo que la convierte en histórica, casi en mito. Ese broche único, coherente y sin embargo asombroso, con el que se despidieron series como Los Soprano, A dos metros bajo tierra y si me apuras hasta Friends, no se encuentra en Lost. No les voy a contar el final. Sólo apunto que una serie que ha sustentado sus pilares en el sobresalto continuo, que se ha basado en los asombrosos giros de guión, que ha creado un universo propio para atrapar en él al espectador, no puede luego afirmar que todo eso era “el contexto” desde el que contar una historia de personajes y cerrar la serie de la manera más previsible, más convencional y menos sorprendente de todas. Leo que la revista Entertainment Weekly ha publicado los 20 mejores finales de series de televisión y le otorga a Perdidos el séptimo lugar. Claro que la lista premia con el primer puesto el cierre de Newhart que, en su momento, puede que fuera totalmente revolucionario pero que hoy nos tiraría al suelo de la risa: todo era un sueño. Recibí la llamada del programa Hoy Empieza Todo, que dirige Ángel Carmona en Radio 3, para que hablase de qué va a pasar ahora que ha terminado Perdidos. Expliqué que el vínculo de un adicto a una serie de televisión es muy similar al que se tiene en una relación de pareja. De hecho, en ocasiones, entran en juego los mismos sentimientos. Con Perdidos podríamos decir que fueron cinco años de relación maravillosos, con sus pequeñas crisis, siempre salvables, pero que en el último año ya notamos que la cosa no iba bien y…bueno…lo dejamos. Lo importante es que, por mucho que nos marque una relación, comprendamos que siempre se vuelve a empezar de cero. Y puestos a recomendar series con las que superar este amargo final, aquí les dejo algunas propuestas, como indiqué en la radio: True Blood -si eres fan del género, en la era mojigata de Crepúsculo, da gusto ver a esos vampiros de un pequeño pueblo de Louisiana disfrutar de la ‘vida’-, Breaking Bad –un anodino profesor de química de instituto que, ante el alud de problemas a los que se enfrenta a los 50 años, decide sacarse un dinero extra cocinando el mejor ‘cristal’ de la ciudad. Impresionante su protagonista, Brian Cranston- y Treme –acaba de empezar pero promete. Detrás de esta historia sobre los habitantes de una Nueva Orleans devastada por el Katrina está David Simon, el guionista de The Wire y el padre de la frase “que se joda el espectador medio”-.

Y qué mejor manera de clausurar esta semana que rodando el capítulo piloto de mi propia serie. En una España devastada por el déficit, el actor José Martret y yo hemos decidido escribir y dirigir una comedia nada blanca y muy poco familiar sobre los personajes que visitan la barra de un bar. Tenemos un reparto estupendo –no escribo nombres porque me pasaría de texto, seguro- que ha colaborado con nosotros porque les divierte el proyecto. Es la clave de los malos tiempos: generar tu propio trabajo, unir esfuerzos y talentos, sentirse vivo aunque todos te digan que “la cosa está muy mal” y confiar en que, al final, alguien apueste por ese resultado y poder seguir trabajando de lo que nos apasiona. Por cierto, la serie se titula On the rocks. Para ir haciendo promoción…




¡¡Qué ganas de que empiece!!!

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