sábado, 15 de mayo de 2010

El diagnóstico rápido


Es el signo de los tiempos. Tenemos tanta prisa, estamos tan ocupados, el volumen de trabajo nos supera de tal modo, que buscamos la rapidez en todos los aspectos y costumbres de nuestra vida. Se multiplican los negocios de comida rápida, las tintorerías te limpian la americana en una hora y hasta los prestamistas se jactan de ser los más veloces a la hora de ingresar en tu cuenta el dinero que necesitas. En esa carrera vital contrarreloj, hay momentos en los que frenamos en seco y nos damos tiempo. El tiempo necesario para entender qué nos está pasando. Ese instante acostumbra a darse en las consultas de los médicos, profesionales que, a su vez, tienen mucha prisa, están muy ocupados y el volumen de trabajo les supera. O sea, que nos despachan con rapidez. Algo que suele molestarnos bastante porque no somos hamburguesas, ni americanas ni 3.000 euros para tapar agujeros. Pues para esas descompensaciones de la convivencia se creó el diagnóstico rápido. Hoy en día, desde el médico de familia hasta el técnico de la lavadora lo emplea y no veas la de tiempo que se ahorra. Tú vas a la consulta con un dolor estomacal y el doctor, tras hacerte cinco preguntas, te diagnostica: “Eso es un virus”. Ya está. Un virus. Llámalo X. No importa que te escuezan los ojos, que tengas un sarpullido rojizo en la piel o que no puedas apoyar un pie; lo más probable es que eso “sea un virus”. Eso es diagnóstico rápido. Si ya lo quieres más pormenorizado -digamos que te interesa saber si tu virus es el de la gripe o el del ébola- haría falta tiempo y, lamentablemente, de eso no tenemos. Y te vas a casa con la recomendación de una dieta blanda y un ibuprofeno. La modalidad tecnológica del diagnóstico rápido (programadores e informáticos son los facultativos del nuevo milenio) es similar, solo que en este caso emplean la palabra mágica ‘software’. Da igual que no te cargue la batería del móvil, que el PC se te bloquee cuando abres el Word o que te aparezca ‘la canica de la muerte’ en ese Mac que nunca se cuelga. El diagnóstico rápido siempre es el mismo: “cosa del software”. Ya no intento indagar más, suplicar una explicación satisfactoria y reclamar una atención más personalizada. No tengo tiempo.

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