miércoles, 2 de marzo de 2011

Las alitas no están de moda

Marta y yo salimos a la calle dispuestos a tomar un aperitivo en un viejo bar que nos sirvió de escenario en unos tiempos en los que todo se vivía con una intensidad agotadora; ya fueran emociones o desolaciones. Regresar a las paredes de baldosa blanca y barra de lápida desgatada que nos habían visto beber por desamor y devorar por amor era todo un ejercicio de nostalgia. Pero según nos acercábamos al bar nos íbamos dando cuenta que no nos motivaba tanto la memoria de una adolescencia intensa como la reminiscencia gastronómica de aquellas alitas de pollo que, sin lugar a dudas, eran las mejores de toda la ciudad.

Cuando abrimos la puerta del local percibimos que el tiempo ya había hecho de las suyas. Los camareros vestían de negro, la encimera de la barra desprendía una luz muy desagradecida, pálida, como la de una visión fantasmagórica, y las baldosas blancas habían dado paso a unas placas de pizarra que decía Marta que dan a todo un aire “mucho más zen”. Buscamos un espacio entre las mesas. “¿Nos pones una ración de esas alitas tan buenas que tenéis?”, pidió Marta. La camarera puso cara de asistir al final de Pink Flamingos y contestó, con una sonrisita condescendiente: “Lo siento. Ya no tenemos alitas en la carta”. Y nos dejó sobre la mesa un tríptico lleno de sojas, rúculas y sashimis.

Marta y yo nos miramos atónitos y algo preocupados. No sabíamos si aquello nos estaba provocando tanta rabia que parecía nostalgia, como cantan los Astrud, o si realmente nos estábamos haciendo, no sin cierta angustia, mayores y empezábamos a tomarnos en serio el espinoso discurso de la tradición, aunque fuese en su vertiente culinaria. Al vernos la cara, la camarera, haciendo alarde de una ofensiva amabilidad, nos dijo: “Las alitas y los muslos de pollo han perdido categoría social en Occidente”. Antes de que yo pidiese la hoja de reclamaciones y Marta le arrancase el piercing de la ceja, la muchacha añadió: “La subida de los precios de los alimentos es una consecuencia de los hábitos alimenticios del planeta. ¿Sabían ustedes que una de las razones de que la leche y la carne de vaca sean más caras es que los chinos y los indios están empezando a consumirla? Para ellos es una cuestión de prestigio pasarse a esos alimentos. Y en Europa sucede lo contrario con las extremidades. Por eso se las dejamos a África, donde ahora están muy de moda”.

Luego nos enteramos que la chica estaba haciendo una tesis sobre los hábitos alimentarios y cómo influyen en el mercado mundial. Pero ya era tarde. Marta ya le había insultado. Mientras, yo pensaba en lo difícil que se me haría volver a probar alitas si para ello tenía que viajar hasta Uganda.

1 comentario:

  1. Empieza a caerme bien Marta, me gusta su impulsividad. Ahora, me vería en un apuro si me tocara como clienta.
    Que malo es el prestigio.

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