martes, 8 de marzo de 2011

Dolor en directo

Hay momentos en los que la realidad nos abofetea el carácter y nos roba la sonrisa. La vida está llena de esos momentos y sólo la capacidad de ver una botella medio llena nos permitirá esquivarlos sin extraviar el brillo de los ojos. Sin embargo, hay algo en esos instantes que me provoca una reacción incontrolable, una especie de revolución emocional que me empuja de la confusión a la furia. Con el tiempo como aliado de la cicatrización, pienso que mi impulso se deba a que, tal vez, ya no me quede vocación periodística. Al menos esa supuesta vocación que cruza la delicada y peligrosa frontera que separa la información del espectáculo.


Me sucedió tras el accidente de Spanair y me volvió a suceder cuando vi el video, en Youtube, de 'El programa de Ana Rosa' en el que se entrevistaba a Isabel García por el 'caso Mari Luz'.

Cuando una tragedia como la que sucedió en Barajas abre los noticiarios -como no podría ser de otra manera-, confío en que el dolor de las víctimas y su entorno no se convierta en un espectáculo de sentimientos digno de retransmitirse en prime time. Y siempre me decepciono. Y la decepción me conduce a la ira. Desde mi tímida manera de entender la información periodística, nada de lo que pueda decir una madre desesperada ante las noticias del accidente o la confusión de una abuela en el aeropuerto aporta datos a la información. Sólo contribuye a retransmitir el dolor, la impotencia, el sufrimiento de unos familiares con la misma inmoralidad con la que lo haría un reality show. Y me atrevería a decir que refugiados en la hipocresía de hacer información seria. Buscar detalles que completen la noticia en las voces de la compañía aérea, de profesionales del séctor, de bomberos o psicólogos es la obligación del informador. Incluso contar el sufrimiento del que está siendo testigo. Pero perseguir con un micrófono y una cámara a una madre angustiada, como yo ví en uno de los especiales televisivos que cubrió la catástrofe, sabiendo que no podía aportar otra cosa que no fuera angustia, me parece indigno e inmoral.

En el caso de 'El programa de Ana Rosa', uno sabe que los grandes hechos periodísticos (véase un Watergate) no se logran en ruedas de prensa y cumpliendo con tu turno de preguntas. Quizá hay que buscar 'otras vías' para llegar a la verdad y a eso se le llama periodismo de investigación. Ese tipo de periodismo puede abrirle los ojos a todo un país ante las mentiras de su presidente, ante el escándalo de una empresa farmacéutica que emplea a ciudadanos del llamado 'tercer mundo' como cobayas o desvelar datos sobre el terrorismo de estado. Pero ejercer de juez, policía y fiscal, esa no es la labor del medio de comunicación. Y menos, abusando del dolor de una persona, disminuida psíquica, para arrebatarle una confesión ante las cámaras. Algunos videos posteriores nos han demostrado que la ética periodística brilló por su ausencia mientras Isabel García suplicaba que no la grabaran más y los redactores, versión real de la escalofriante -y divertida- parodia que hizo Billy Wilder de ellos en la película 'Primera plana', ya veían su nombre escrito en letras de platino en la historia de las audiencias más mezquinas. Porque...si por una buena audiencia vale todo, ¿cuándo podemos empezar a retransmitir un reallity en el corredor de la muerte, para conocer la vida y los delitos de aquellos que aguardan una sentencia que les libre o les condene a la pena capital?



Hay momentos en los que la realidad nos planta cara y me gustaría pensar que en esos momentos, el dolor de unos familiares no juega a favor de la audiencia. Porque si es así, tenemos un serio problema.

2 comentarios:

  1. Pero que se puede esperar de una señora que tiene una revista infame, donde además es ELLA la que siempre sale en la portada... Alsacia y Lorena deberían darle su merecido.

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  2. El tema Ana Rosa a servidora le supera desde tiempos remotos.
    Pueden extraerse muchos datos sociológicos de cómo está el país, del hecho de que una tipeja como ésa sea líder de audiencia ¿no cree?
    Pa habernos matao.

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