lunes, 21 de marzo de 2011

Segunda vida

Ya te lo comenté ayer pero me voy a repetir, como las canciones en Kiss FM. Marta está dispersa en una interminable jornada de reflexión. “Es que el otro día pensé que este mundo era una mierda. Pero no una mierda normal, como siempre habíamos creído que era, sino una mierda, mierda, pero mierda”, soltó Marta cuando le preguntamos qué le sucedía. “Me estás estragando -le dije-. ¿Podemos hablar de otra cosa?” “Esa es la actitud que está destruyendo el planeta”, añadió, señalándome con el dedo. “No implicarse, no querer ver lo que sucede a tu alrededor,...así nos va. Si volviera a nacer, aprovecharía mi vida de otra manera”.

“Puedes hacerlo”, dijo Josep, a bocajarro. Yo estaba llamando al 11888, buscando un teléfono de emergencias de psiquiatría, cuando nos habló de Second Life. Se trataba de un juego interactivo, que se disfrutaba a través de internet y en el que dos tipos, más listos que el hambre, habían creado un universo paralelo. A Marta se le iluminó la mirada. “Las posibilidades de cambiar nuestro mundo son ínfimas, así que, ¿por qué no probarlo en uno nuevo?”, dijo. Y allí que nos metimos.
Durante unos meses, Marta y yo fuimos residentes en Second Life. “Quiero ser un chulazo de escándalo y ver qué se siente cuando tu físico te abre puertas y piernas”, comenté ante Marta y la expresión más condescendiente que me he echado nunca a la cara. Pero en Second Life, como en Wisteria Lane, nada era lo que parecía. En aquel nuevo mundo, todo costaba dinero. Lo primero era adquirir un terrenito y edificar en él por el módico precio de 9 dólares al mes. “¿Jaume Matas y sus amigos conocen este lugar?”, pregunté. Si preferías sumar 512 metros cuadrados de terreno extra, deberías abonar 5 dólares más. “Esta vida nueva está sacando a la luz lo peor de mí. Ya me empiezo a sentir Camps”, añadí. Y paseando por la calle virtual nos encontramos con Gaspar Llamazares, que estaba dando un mítin. ¡Y con una oficina electoral del PP de Castilla-La Mancha! “Pero...¿qué tiene de nuevo esta segunda vida?”, preguntó Marta, desencantada. “Lo mismo, si te haces hippie y te da por poner un huerto y cosechar hortalizas sin pesticida...no sé, es una opción”, respondí. “¿Tú crees que aquí habrá psicólogos?”, añadió Marta. Mientras no sean argentinos..., pensé.

Varios años después, Second Life es lo más parecido al terreno de una Expo Universal: un páramo. Las redes sociales, como Godzilla, destruyeron edificios, calles, negocios y estadios en ese mundo virtual.Sólo pensar en la idea de que nuestros avatares están caminando por esa 'segunda vida' como los zombies de Walking Dead me entristece tanto como te aterra.


2 comentarios:

  1. Le ha dado en el clavo Srpacotomas lo de 'Podemos hablar de otra cosa?' siempre me irritó, y hoy más que nunca ...
    Ahora lo de las redes sociales prefiero verlo como una extensión y no como una segunda vida .

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  2. Yo también fui "second lifer" pero hace meses que no he vuelto. Recuerdo que en aquellos meses, parecia la revolución, que todos ibamos a vernos abducidos a una segunda vida donde gastariamos lo que no ganamos (doblemente, en la vida real y en la virtual) eso sí, como usted dice, con unos cuerpos de chulazo que quitaban el hipo. Pero no, todo aquello se esfumó...

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