
Esta misma semana me encontré con un conocido que trabajó en Pájaros de papel, la película de Emilio Aragón. Formó parte del equipo técnico, esos que, en pleno rodaje, siempre parecen ir por libre. Son los pragmáticos, los irónicos, los que están ahí sin que te des cuenta que están ahí. Mientras escribo esto, una amiga actriz está viendo, delante del escritorio, la primera temporada de The Wire bajo prescripción facultativa mía. Le comento lo que acabo de escribir sobre el equipo técnico de una película. Ella no está de acuerdo. Da a la pause. Dice que los eléctricos, y la mayor parte del equipo técnico, están tan buenos que difícilmente puedes creer que no están ahí. Da al play. Sigo. Ese chico me dijo que Pájaros de papel iniciaba su recorrido internacional en el Festival de Montreal y que ya estaba vendida a Japón. Me extrañó que un ‘eléctrico’ me aportase esos datos. Es el director, el actor, el guionista, el productor, el que te vende la película a cada frase, pero…¿alguien del equipo técnico? Eso nunca. Y según iba hablando me fui dando cuenta de lo que había pasado: estaba abducido por el Universo Aragón, efecto que las bichas de la profesión llaman Dimensión Milikito. Parece ser que Emilio Aragón consigue un clima en el set absolutamente inconcebible para el cine español. Nada que ver con un rodaje de Alex de la Iglesia, donde se grita mucho. Aragón saluda a todo el mundo, como los personajes de la serie Periodistas, que cuando llegaban a la redacción se besaban para desearse los buenos días. Crea tan “buen rollito” que incluso llevó masajistas al rodaje para que el equipo no tuviera ninguna tensión. A eso le llamo yo crear buen ambiente laboral. Así, difícilmente puede salir mal el trabajo. Mi amiga da a la pause. Dice que fue a ver Pájaros de barro y que, en la primera aparición de Imanol Arias, ya quiso salirse del cine. Según ella, que me pide que no escriba su nombre para no crearse (más) enemigos en la profesión, la carrera de Imanol acaba en Cuéntame y en su interpretación del señor Alcántara. Yo lo que creo es que no debo leer en voz alta lo que voy escribiendo. Da al play. Le pregunto a mi amiga, que asume el rol de soplón, cuales son, a su entender, las actrices con reputación de ‘difíciles’ en el cine español. Lección número 2 del perfecto cotilla: preguntar barbaridades como quién pide la vez en la carnicería. “Loles León y Candela Peña”, me dice, casi sin pensar. “Pero a esas se las ve venir. Hay otras bien chungas que ni te las imaginarías”, añade. “Dame nombres”, le digo, en pleno interrogatorio policial. “Ana Millán”, suelta. ¡Uff! No valgo para inspector de policía. No puedo con tanta presión. Me vendría bien un masajista. Me vendría bien formar parte, alguna vez, de la Dimensión Aragón.
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