jueves, 26 de agosto de 2010

Graffiti

Hace unos años, cuando participé en la exposición Fotos Bordadas de Lorenzo y Pasquale Caprile, dedicamos un fin de semana a componer lo que sería La verdadera y triste historia de la caída y ascensión de la simpar Lucecita Rodríguez. El núcleo central de la exposición era una serie de 11 tapices y un gran tríptico final en los que se contaba la historia de esta pobre desgraciada llamada Lucecita. La muestra presentaba fotografías que habían sido impresas en lienzos de algodón de 1,90 x 1,40 y de 1,90 x 2,30, para un posterior tratamiento mediante bordados y aplicaciones. Mi participación consistió en encarnar al sastre o modista que vestía a la doncella para una boda a la fuerza. Pero esa no era la intención de esta entrada; digamos que todo este texto actuaba a modo de introducción.

Lo que quería contar es que la sesión de fotos fue en el antiguo cine estudio Bogart, en el centro de Madrid. Un lugar magnífico e inquietante que, tras su clausura como cine, sirvió de alojamiento okupa y que hoy está cerrado a cal y canto, con los accesos tapiados. Allí saqué esta foto. Una pintada en la pared, que posiblemente siga allí, y que no pensé que me acompañara durante tanto tiempo. Y, sobre todo, que siga significando tanto.

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