lunes, 7 de febrero de 2011

No me llames de usted, twitteame

Sofía Mazagatos era una visionara. Su capacidad para seguir a Vargas Llosa sin tan siquiera haberle leído no era otra cosa que el germen, quizá algo ingenuo, de lo que hoy en día se conoce como red social. Es totalmente injusto que los artículos y las películas sean para Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, y olviden a nuestra miss que empezó a seguir a alguien sin conocerlo. Eso es una red social. Como apuntaba el martes Alex de la Iglesia, “lo más duro de Twitter es descubrir que es exactamente igual que la vida: absurdo y cruel, dulce y maravilloso, complaciente y torturador”. Y lo hizo desde su cuenta en Twitter, la misma que empleó para adelantar que abandonaba la Academia, como un 'triunfito' más. (NOTA: Iván Ferreiro escribió en su twitter que vio a la chica de OT cantar su canción, ‘Años 80’, y le pidió a sus seguidores que no se “quemasen” con ella, que a él le pareció bien, que era una canción “jodida de cantar” porque te quedas sin aire, por eso él ya no la canta en los directos).

Esa vida de la que hablaba Alex es muy compleja; en todos sus parámetros, en sus peculiaridades, hasta en lo cotidiano de esas peculiaridades. Otro tema es si somos nosotros mismos quienes convertimos la ecuación en algo irresoluble. En cualquier caso, Twitter se ha convertido en una prolongación virtual de nuestra propia existencia, de nuestra propia personalidad, dominada por arrebatos instantáneos. Y en esas dos vidas, que son una, los impulsos siempre son cuestionados. Más aún si permanecen, constantes, en una pantalla LCD. (NOTA: Vicente Vallés, el de La noche en 24 horas, el único rincón de la televisión que se puede soportar sin que te invada la vergüenza ajena o la indignación, informa en su twitter que Rajoy desveló su programa: si es presidente derogará la reforma de la ley del aborto, el canon digital y la ley de Memoria Histórica)

La vida se nutre de la vida. Me sorprende que cada vez existan más noticias generadas por la propia red social. Alejandro Sanz, Ricky Martin, Arturo Pérez Reverte, David Bisbal,…han sido noticia por sus twitteos. También lo ha sido, y muy a su pesar, el director de cine Nacho Vigalondo. No voy a hablar de la causa que originó lo que algunos denominan ‘incendio de la red’ porque ya lo sabrán ustedes de sobra. Lo que me sorprende de Twitterland es que finja ser un lugar especial, una zona residencial en la que habita la élite de la red social –el que vale, vale, y el que no, al Facebook-, la generación de los 140 caracteres que ya ha superado, en número, a la población de España. Allí residen los que presumen de ser los más rápidos a este lado del Far West, los que desenfundan ideas, conceptos, ironías, noticias, a la velocidad del rayo. Pero la vida nos acaba resumiendo. No hay mucha diferencia entre los habitantes de Twitter y los de una calle cualquiera de cualquier barriada española. Ellos también son, pueden ser, masa. Una masa obtusa, incapaz de comprender, que responde al impulso con impulsos. Estímulos que de la misma manera que pueden movilizar a toda una población a favor de una buena causa, pueden ‘apalear’ a un ser humano con las mismas razones que empujan a una turba iracunda. Como la vida misma. Algo parecido le sucedió a Vigalondo. Soltó un chiste, quizá desafortunado, y los habitantes de Twitterland encendieron una mecha que, días más tarde, algunos medios de comunicación se encargaron de avivar. Mientras asistía, desde mi twitter, a todo eso no dejaba de pensar en La broma, la estupenda novela de Milan Kundera. Su protagonista, Ludvik, es expulsado del Partido Comunista por una broma escrita en un mensaje a una novia. Esa broma le convierte, de repente, en el enemigo del pueblo. ¿De verdad hubo alguien que creyó que Nacho Vigalondo era antisemita y negacionista por una broma, políticamente incorrecta, en un contexto llamado Twitter? Me preocuparía una respuesta afirmativa.

A veces tengo la impresión de que vivimos en una continua lapidación. Que como en la espectacular obra maestra de los Monty Python, La Vida de Brian, acudimos a ella semi disfrazados, cargados de razones y argumentos que estamos deseando estrellar contra la cabeza del otro. Y quizá Twitter no sea un lugar tan diferente. Quizá sea una prolongación más de esta maravillosa y traicionera existencia llamada vida.

(NOTA: He escrito en mi twitter que lo malo de escribir un artículo dominical es que todos los temas que te interesan están más trillados que la reputación de Sonia Monroy).

3 comentarios:

  1. Me ha encantado y ahora te seguiré en Twitter, pero no como Sofia, yo te leeré.

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  2. Me ha encantao el post :) Yo me abrí el twitter hace unos años ya, cuando vi un articulín al respecto de esa nueva moda yanki. Nadie lo usaba (igual que Facebook, que nadie usaba tampoco y era poco más que un articulo en el CiberPais). Ahora llega la fiebre a Iberia, y todas quieren ser como los famosos de jolibú.
    Me agregas al twitter y asi leemos cosas interesantes?
    twitter.com/eleemesantos

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  3. Con su permiso y el de Mark Zuckerberg voy a compartir esto en las plataformas.

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