miércoles, 16 de febrero de 2011

Dormir para vivir


Ya sé lo que quiero hacer cuando sea mayor: dormir. Lejos de ensoñaciones fabulosas tipo La Bella Durmiente y más lejos aún de utilizar esa historia como excusa para demandar besos de amor que me devuelvan a la realidad, con sus atascos, sus colas y el estrés callejero, yo lo que quiero es dormir. “No conozco mejor manera de perder el tiempo. Enhorabuena”, dijo mi amiga Marta, que aunque no está muy segura de que por madrugar Dios le vaya a ayudar más, sí cree que poniendo el despertador, a uno le cunde más el día. “Yo lo que quiero es que alguien investigue la energía mental que generamos mientras dormimos porque entonces vendería esa energía, muy sostenible, nada contaminante, y me dedicaría a ganarme la vida en horizontal”, expliqué. Algo así logró, hace tiempo, un universitario holandés de 22 años, Yde Van Deutekom, que iba pagando el alquiler gracias a una página de internet en la que se mostraba a sí mismo durmiendo. No sé qué fue de aquella página pero en su momento logró algo más de 4.560 euros de anunciantes que habían invertido en sus espacios de publicidad. “Dormir no es más que un hobby para mí y es lo único en lo que soy bueno. Todo el mundo me pregunta qué quiero hacer con mi vida, pero lo que realmente deseo es dormir”, dijo el muchacho, que pasaba todo el día en la cama a excepción de unos minutos para ducharse, ir al baño y comer algo. “Es mi alma gemela”, pensé, sumergido en la admiración, ante la mirada incrédula de Marta. “No me mires así. Para mí dormir no es una pérdida de tiempo; es un placer. Un mínimo de diez horas. Sin alarmas. Dejando que el cuerpo renazca sin la colaboración de ningún factor externo. Te aseguro que soy más productivo, salgo a la calle con mejor humor y, además, es buenísimo para las arrugas. Y si me apuras te diré que dormir es un arte. ¿O es que ya nadie recuerda el vídeo de Sam Taylor Wood en el que se mostraba a David Beckham durmiendo, elevando el descanso a la categoría de arte?”, aclaré. Luego Marta apuntó que en ese caso, la obra de arte era el propio Beckham, no su sueño, y ya me jodió la tarde.

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