martes, 22 de febrero de 2011

La herencia


En ocasiones, la publicidad que aparece en los periódicos es un baremo de la sociedad en la que sobrevivimos y sus valores. Desproporciones inmobiliarias, clínicas con cirugías estéticas en oferta, préstamos personales y decenas de páginas de relax, hasta en los diarios más conservadores. Pero la otra tarde, mientras tomaba un café, leí un diminuto anuncio que desconcertó la que yo sentía como “mi inalterable capacidad de sorpresa ante la condición humana”. Pertenecía a una asesoría legal y expresaba lo siguiente: “Si no tiene a quien dejar su herencia, llámenos”. Y abajo, un número de teléfono con un 902 delante. Esos anuncios me provocan auténticos tsunamis en la conciencia; paso de la sonrisa al estupor y del estupor a la desolación. Y ni siquiera perdí un segundo en pensar en la cara dura de los anunciantes, en su ética, en qué harían con las herencias,...sólo era capaz de imaginar al pobre individuo que no tenía quien le heredase. O tal vez no era tan pobre y se trataba de una enrevesada personalidad capaz de entregar todos sus bienes a los responsables de tan descabellado anuncio en lugar de consolar, con alguna propiedad, el dolor de sus familiares. O tal vez sus familiares no merecieran siquiera ese título y en el anuncio se agazapaba su castigo. “A mí hablar de herencias me pone triste”, comentó Encarna. “Es como un premio de consolación”. “Depende”, interrumpió Marta. “Cuando murió la amargada de mi tía Angustias dejó muy claro en el testamento que a sus sobrinos no les llegase ni un céntimo. Pero a mí no me importó. Saber que ya no tendría que soportarla en Nochebuena era mejor que una herencia”. “El banco me ha dicho que terminaré de pagar mi piso de 40 metros cuadrados a los 74 años”, soltó de golpe Emma, la ex secretaria rubia de mi ex psicoanalista. “Como es muy posible que el destino me condene a no tener hijos, no por falta de ganas sino por ausencia de candidatos, he pensado que dejaré la casa al sobrino que me haga más la pelota. Y si ninguno lo hace, le prendo fuego. A la casa, no al sobrino...” Nos quedamos boquiabiertos. Las manifestaciones de pensamiento racional en el cerebro de una rubia son como la estela del Halley: hay una cada 75 años pero asistir a ella es un acontecimiento de una espectacularidad asombrosa. Todos le dimos un beso a Emma y nos marchamos a casa felices, con la sensación de haber heredado.

4 comentarios:

  1. Pues aunque no sepa si ese anuncio ha aparecido de verdad en prensa, me he acordado de una (no sé si más) empresa que da a los ancianos sin familia un sueldo de por vida a cambio de heredar su casa. Aunque desde que estalló la burbuja no sé si les saldrá a cuento...

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  2. La realidad es mil veces más desconcertante que la ficción.

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  3. Querido Paco, quiero hacerte una pequeña propuesta... y no encuentro un sitio íntimo para hacertela! Me refiero a un email.

    Acéptame en FB y te digo! Bueno, te paso mi correo por el twitter.

    Muah!

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  4. Querido Hombre Confuso:

    Por supuesto que le aceptaré en FB en cuanto vea su perfil. Y la propuesta...si se refiere a posar desnudo, creo que mis años naked han pasado pero si hay buen photoshop, lo mismo acepto. ;-)

    Un abrazo

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