sábado, 6 de noviembre de 2010

Plegarias atendidas


“Se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas”.
Santa Teresa de Jesús


No. No pretendo emular, pobre de mí, a Truman Capote, aunque en ocasiones me invada la sensación de que soy incapaz de escribir un artículo mejor que el anterior. O que el anterior del anterior. O simplemente, escribirlo. Te explico. Hubo un sueño bastante habitual en mi infancia. Imaginaba que era invisible. Observaba la vida desde la primera fila pero nadie sabía que yo estaba allí. Escondía estuches a mis enemigos y me paseaba sin prejuicios por los lugares que albergaban los objetos de mi deseo. Y lo que más me gustaba soñar era cuando me volvía invisible en El Corte Inglés y cerraban las puertas, dejándome dentro. Pasaba la noche entera en la planta de juguetes montando en bicicleta, abriendo juegos de mesa y hasta casando a Geyperman con Barbie. Yo solo, rodeado de juguetes y silencio. Sospecho que de niño, esa debía ser mi forma de entender la felicidad: convertirme en alguien invisible. Ese es el drama porque ahora, cuando salgo los fines de semana o me invitan a algunas fiestas, tengo la impresión de haberlo logrado, que por fín soy invisible. “Ya está con lo mismo”, dice Marta como si yo no estuviera delante. “A ti lo que te pasa es que sales para ligar y ese es el error. Hay que salir para estar con los amigos y pasarlo en grande. Si luego ligas, estupendo; pero si no, jamás regresarás a casa con ese gesto de frustración que te está acentuando las arrugas de expresión. Te voy a dar la tarjeta de un cirujano que conocí la otra noche que tiene mano de santo con el botox”. Al menos Marta conoció a un cirujano que mostró cierto interés por ella y le dio su tarjeta. Mi caso es distinto. Paso tan desapercibido que resulta ofensivo. Y no es cuestión de ligar; es cuestión de deseo. Una de las piezas del mecanismo interno de nuestra sociedad es el deseo. Todos necesitamos sentirnos deseados y desear. Objetos, personas, situaciones. Participar en un juego en el que el hecho de sentirse deseado es casi más importante que la conclusión. Y la ‘invisibilidad’ es enemiga del deseo. Sobre todo cuando ya no te conformas con montar en bicicleta por la planta cuarta. Ahora, tu deseo es compartir, pero si nadie te ve, nadie te desea. Me frustré tanto que acabé llamando al cirujano de Marta y le pedí hora para la semana que viene.

1 comentario:

  1. Para gustar a los demás, debes gustarte a tí mismo. Si te quieres y te aprecias lo demás notarán esa confianza y se sentirán atraídos por tí. No hay nada mas atrayente que una persona segura de sí misma, porque al final lo que se busca es la estabilidad. Otro punto que suele ser un imán es el buen humor. Le digo, si me viene un hombre con buen sentido del humor, dialogante, seguro de sí mismo y con una mirada profunda, ya me tiene ganada. De todas maneras la vida son ciclos, unas veces no tienes a nadie y otras a pares.Lo malo de tenerlos pares es que luego te ofuscas y no sabes que hacer ja ja ja
    Me encanta el blog, le leo mucho.Un saludo

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