domingo, 28 de noviembre de 2010

El mando eres tú

Esta semana me he dado cuenta que no sabemos correr. Cuando ves a los atletas cruzar la línea de meta, moviéndose en una coreografía de velocidad tremendamente erótica, sospechas que correr es un arte. Pero cuando ves a la gente, a tus conciudadanos, acelerar el paso porque pierden el autobús, para entrar en el vagón del metro o simplemente porque llegan tarde, se dibuja en tu rostro una sonrisa mordaz que recibe su justo castigo cuando el que corre eres tú y la sonrisa está en la cara de los demás. Cuerpos descoordinados, gestos injustificados, pasitos cortos, zancadas gansas, labios a medio morder,…todo un carnaval epiléptico en el que no estamos nada cómodos. Incluso diría que nos avergüenza, como le sucedía a Rachel, la de Friends, cuando salía a practicar footing con su amiga Phoebe. Tras la carrera, y aunque hayamos logrado nuestro objetivo y estemos dentro del autobús, agachamos la mirada, disimulamos e intentamos recuperar el aliento, que casi dejamos abandonado bajo la marquesina, deseando que todo el mundo esté a lo suyo y nadie se haya percatado de nuestra entrada. Ya ni les cuento si después de todo eso, encima se cierran las puertas del vagón en tus narices. Lo único que deseas es que el tren abandone la estación lo antes posible y todos esos ojos que te observan desde el interior del vagón, dejen de mirarte con esa expresión entre burlona y compasiva.

De entrada, podríamos decir que todos tenemos la posibilidad de convertir nuestro paso en una carrera. Salimos de fábrica con ese equipamiento pero, como los coches con airbag, deseamos no tener que usarlo nunca. Y por esa razón, no ejercitamos la capacidad de correr, no ensayamos, la abandonamos entre todas nuestras aplicaciones hasta que nos sorprende la contrariedad y entonces, guiados por un impulso eléctrico, descoyuntamos el cuerpo, arruinamos la imagen y nos lanzamos a correr sin pensar en las consecuencias. Si hiciésemos eso mismo ante el detector de movimientos de la Xbox 360, seríamos imbatibles.

Todo Madrid está lleno de carteles publicitarios de esa consola bajo el eslogan “Tú eres el mando”. De alguna manera, Microsoft, padre de la criatura, ha debido pensar que, en los tiempos que corren –y corren mal-, donde cada día un grupo de poderosos deciden qué hacer con nosotros, con nuestro trabajo y con nuestro dinero, sería interesante que las personas aún creyesen que tienen el mando sobre algo, que pueden controlarlo, aunque sólo sean sus propios movimientos. Los mismos que se descontrolan cuando corremos porque nos cierran el banco. Yo preferiría que, por darle algo de alegría a la historia, alguna vez fueran los banqueros los que corriesen hacia nosotros porque estamos a punto de echar el cierre a nuestra paciencia.

Y va el ex futbolista francés Eric Cantona y sugiere que, con la que está cayendo –o mejor dicho, con la que nos están tirando encima-, ya no sirve de nada manifestarse ni quemar contenedores. Que lo que hay que hacer es retirar todo el dinero de los bancos y colapsar el sistema. De hecho ya existe una fecha a partir de la cual, aquellos que lo deseen, deberían empezar a sacar todo su dinero del banco: el 7 de diciembre. Nunca pensé que pudiera llegar a admirar algo de un futbolista que no fuera sus piernas y aquí me veis, encantado con Cantona. Sólo con lo revolucionario y utópico de su idea porque, si la llevamos a la práctica, colapsaríamos el sistema pero, acto seguido, montarían un ‘corralito’ y acabaríamos más jodidos de lo que ya estamos. Y yo me pregunto: ¿cómo no vamos a tenerles manía a los banqueros? Voy a bajarme un rato al gimnasio, a ver si corro unos kilómetros en la cinta y me desahogo.




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