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lunes, 25 de abril de 2011

Algunos días en Londres

Hay ciudades que son un estado mental. Estambul, Tokio, Luxor, Venecia o Nueva York son lugares dotados de una energía histórica bien distinta pero que llegan a superar cualquier barrera geográfica, idiomática o sociológica para transformarse en iconos de nuestra imaginación. Cuando llegas a ellas, arrastrado por el mito, te envuelve una actitud diferente, como si te mimetizaras con todo lo que te rodea, como si, de repente, esa ciudad te habitase a ti y no al revés. Eso también sucede con Londres.

Londres debería formar parte de nuestros planes anuales. Ya que somos incapaces de cumplir los propósitos marcados con el gimnasio o con dejar de fumar, tendríamos que obligarnos a visitar la capital del Reino Unido al menos una vez al año. Te cambia la mente.

Antes de abandonar Madrid, realizaba compras de última hora por el centro cuando me crucé con un individuo que, a voz en grito, hablaba a través del manos libres. Aún no he logrado acostumbrarme a ellos y siempre pienso que se dirigen a mí hasta que descubro que no, que el tipo camina como si estuviera hablando solo. El hombre hablaba de Fukushima y de unas partículas radiactivas que habían llegado a España con el viento. Mientras lo comentaba, desasosegado, atravesaba una calle pequeña y estrecha del centro que, al convertir en peatonal la calle principal, concentra ahora un volumen de tráfico y de tubos de escape ‘en ralentí’ que me sorprende que alguien pueda pensar en una central nuclear a miles de kilómetros de distancia con lo que está respirando a su costado. Vivir en Madrid, una de las ciudades más contaminadas de España, más que un estado mental es un problema respiratorio. Eso sí, su concejala de medio ambiente acude todos los días, en coche oficial, a la peluquería. Y su alcalde parece más preocupado en limpiar la calle de mendigos que el cielo de polución.

En Londres lo pasé bien aunque os confieso que, como toda gran ciudad, parece estar diseñada para el consumo. A cada paso que das hay una posibilidad, una tentación, para consumir. Hasta cuando pensamos en sentarnos un rato en las hamacas de Hyde Park descubrimos que las hamacas costaban una libra por una hora. No es mucho pero te condiciona a permanecer una hora con el culo en reposo y a lo mejor te basta con 15 minutos. También es verdad que podríamos habernos tirado en la hierba, que de hecho fue lo que hicimos, y ese es un placer gratuito.

Ya lo estaban preparando todo para la boda de este viernes y en el colmo del frikismo, me compre una caretas con el rostro de los novios. La verdad es que quería comprarme 6: dos de los novios, otras de Carlos y Camila y otras dos de la Reina y su señor esposo. Nunca se sabe cuándo las puedes necesitar...

Además de disfrutar de largos, muy largos paseos y de comida bien rápida, os contaré que acabé en la tienda (en una de las muchas) de Paul Smith y acabé sucumbiendo a una bolsa/cartera. En ella hay un compartimento para el Mac y todo. Me leo lo que acabo de escribir y me daría una hostia por bobo. Os contaría que también pequé en el mercado de Camden (una camiseta, un pantalón corto y una americana) y que aunque busqué unas Converse que me gustasen, al final supe controlarme.

Con un capuccino en la mano y en la terraza de la Tate Modern, donde hay una exposición fantástica de Miró, consulté mi correo electrónico. La frase anterior me hace sentir muy Carrie Bradshaw y no sé si es bueno. Recibí un mail de un amigo que me comentaba que lo que se ha puesto de moda no es viajar a Londres para perfeccionar el inglés. Que en España existe lo que se llama english village, o pueblo inglés, que viene a ser una pequeña localidad rural a la que acudes, como si fuera un retiro espiritual, pero donde está completamente prohibido hablar en castellano y está muy mal visto emplear el móvil o el ordenador como elemento ‘aislante’. Él había estado en La Alberca (Salamanca) y confesaba que esa especie de campamento no había mejorado su nivel de inglés pero sí le había desequilibrado un poco con tanta actividad participativa; tanto hablar, cantar, bailar y actuar. Se mostraba preocupado tras descubrir que si se bebía una botella de vino en las comidas, su atrevimiento a la hora de pronunciar el idioma de Shakespeare aumentaba considerablemente. Y no le salía rentable pasar una semana en un ‘pueblo inglés’ para acabar internado en la Betty Ford durante un mes.

También me contó que había estado en Valencia, viendo La gran depresión, obra escrita y dirigida por Félix Sabroso y Dunia Ayaso, con Bibiana Fernández y Loles León como protagonistas absolutas. Todo el mundo me habla bien de la obra y añaden lo mucho que se divirtieron. Sospecho que de eso se trata. De ver a Bibiana y a Loles en estado puro. A Madrid llegan el 18 de mayo y hasta ese momento, solo puedo dejarme llevar por las opiniones de los demás.

Contesté al mail aclarando que estaba en Londres, que tenía previsto perderme por la tienda de Paul Smith, que había conseguido muy buenas entradas para los musicales ‘Priscilla, reina del desierto’ y ‘Wicked’ y que tenía una cita ineludible con el mercadillo de Camdem Town. Pero para que no quedase presuntuoso, le recomendé que fuera a ver ‘La Avería’, obra basada en el pequeño cuento de Friedrich Dürrenmart y que ha dirigido la actriz Blanca Portillo. Si algún programador de la isla aún no sabe qué espectáculo traer a Mallorca, este es de lo mejor que he visto en mucho tiempo. La versión teatral es magnífica (del actor Fernando Sansegundo); la puesta en escena, hipnótica; y los actores (Daniel Grao, Emma Suárez, Fernando Soto, José Luis García Sánchez, Asier Etxeandia y José Luis Torrijo) están en tal estado de gracia que difícilmente pueden estar mejor.

Luego mi amigo me envió un sms en el que me anunciaba que se iba a encargar del vestuario en la tv movie sobre Isabel Pantoja. Que se estaba documentando sobre los estilismos que había empleado la folclórica en sus muchos años ante las cámaras y que no podía evitar sentirse fascinado ante lo que él llama ‘new Pantoja style’. No contesté. Ese sms era irrebatible. No tanto como algunos días en Londres pero le andaba cerca.

jueves, 14 de abril de 2011

Unos días de descanso


National Portrait Gallery, William Shakespeare, Vivienne Westwood, Camden market, Westminster, Bloomsbury, Tate Modern, Priscilla queen of the desert,
Big Ben, Paul Smith, Wicked, rosbif, Bates,...



Sí, me escapo a Londres. Espero que en mi ausencia no os olvidéis de mi. Os dejo unos días de merecido descanso. Hasta la vuelta.


Paco Tomás

viernes, 15 de octubre de 2010

Playlist (15 de octubre)


Algunos amigos levantan una ceja y ponen cara de Burberry cuando se enteran que:

a/ Durante muchos años salía de copas y tomaba Martini.

b/ Me gustan los musicales.

Sí. Me gustan. Pero me gustan cuando están bien hechos, cuando las canciones aportan información a la historia, no esas mamarrachadas de Hoy no me puedo levantar, Cómplices y sucedáneos.

Por eso he hecho una playlist, así rápida, de algunos temas de musicales que me encantan.

Nine es un gran musical cuando lo ves sobre un escenario. En la gran pantalla queda un poco como un anuncio de Freixenet pero si eres mitómano, puede que hasta funcione. El tema A call from the Vatican es de una sensualidad contagiosa. La primera vez que lo escuché era en la voz de Jane Krakovsky, la secretaria de Ally McBeal, y aquello era espectacular.

And i am telling you i'm not going de Dreamgirls es el tema. El musical, si te gusta el soul y el sonido Motown, lo disfrutarás pero tengo la impresión que gira entorno a este tema. Es brutal. La mujer que logre cantar eso ya puede cantar lo que le dé la gana. Toda una declaración de amor al hombre que acaba de dar por finalizada su relación contigo y que, además, apuesta por otra. Brutal.

Little Shop of Horrors es uno de mis musicales favoritos. Lleno de grandes temas, con humor e ironía y con un toque serie B. Al final decae un poco pero todo el principio es genial. Skid Row (Downtown) es el tema con el que se abre el musical y hay pocos que presenten a los personajes de una manera tan eficaz y calentando motores al minuto uno.

My Fair Lady es un clásico. Es un musical de los de antes y cuando se escucha puede quedar añejo, sonar a 'zarzuela' incluso, porque la partitura exigía una tesitura vocal muy determinada. Sin embargo, tiene momentos y canciones inolvidables.

Podría colgar aquí el musical Rent enterito y quedarme tan ancho. Cuando lo vi, lloré. Creo que ha sido el último musical (es un género muy difícil) que me ha emocionado. Verlo pone la piel de gallina, los temas están llenos de información, la historia (es una versión de La Boheme) avanza espectacularmente,...una maravilla. Para aquellos que no lo hayan podido ver sobre un escenario, siempre está la película, aunque no es lo mismo. Seasons of love en directo es para ponerse de pie y no parar de aplaudir en 20 minutos.

Sunset Boulevard es la adaptación musical de El crepúsculo de los dioses, la película de Billy Wilder. Con esa premisa, uno piensa que lo más prudente hubiese sido dejar la obra maestra tranquila y no meter violines. Error. El musical es espectacular y la partitura de Andrew Lloyd Webber es como una manta caliente en pleno invierno. Y si Norma Desmond está interpretada por Glenn Close, ya ni os cuento. Aquí suena la versión de Patty Lupone, que no está nada, pero nada mal. Sin embargo, ella demandó a Webber porque se le había prometido que protagonizaría la versión americana y no fue así. En este tema, Norma Desmond celebra el año nuevo con el guionista Joe Gillis. Todo son proyectos de año nuevo muy prometedores. Sin embargo, la tragedia se avecina. Hay una versión más comercial de Dina Carroll. El espectáculo cierra una época de hacer musicales. Luego llegó Rent y lo cambió todo.

Defying Gravity es uno de los últimos temas que ya ha pasado a la historia del musical. Pertenece a Wicked. Todo un grito de aliento, toda una demostración de superación personal, interpretada por la bruja malvada del Oeste de El Mago de Oz. Aquí lo interpreta la cantante Idina Menzel, la madre de Rachel en Glee, y que lo cantó durante años en Broadway. El musical está basado en una novela pero tiene el riesgo, como le sucede a Dreamgirls, de que el espectador aguarde este Defying Gravity, con el que se cierra el primer acto, y desmerezca el resto.

Los Miserables es una obra maestra. Y si tenéis la suerte de verlo en un buen montaje y con un buen reparto, no lo olvidaréis nunca. El mes que viene regresa a la Gran Vía y creo que es una buena oportunidad para verlo. I dreamed a dream es sólo un aperitivo de todo lo que se puede sentir viendo este musical. Necesario.

Un montón de putas le cantan al posible cliente. Eso es Big Spender, uno de los temas de Sweet Charity más representados.



Nine, Dreamgirls, Little Shop of Horrors, My fair lady, Rent, Sunset Boulevard, Wicked, Los Miserables y Sweet Charity