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viernes, 6 de mayo de 2011

Como la quinta temporada de "Sexo en Nueva York"

Amigo, aún no tengo claro si tanta terapia me está sirviendo de algo pero lo que puedo asegurarte es que los poleos que nos tomamos a la salida se están convirtiendo en la excusa perfecta para unos foros de debate que dejarían al de Formentor a la altura del currículum académico de un tronista de Hombres, mujeres y viceversa.

El pasado martes, sin ir más lejos, el grupo se debatía entre dos temas fascinantes: si tuvieras que compartir una isla desierta con Tomás Gómez y Esperanza Aguirre, ¿a cual de los dos sacrificarías primero para alimentarte? “A Tomás Gómez, que tiene los muslos más anchos”, dijo Encarna, que es morena. “Yo a ninguno. Soy vegetariana”, contestó Marta, que es castaña. “¿Quién es Tomás Gómez?”, preguntó Emma, que es rubia.

El segundo tema, en el área masculina, era: si tuvieras delante una tía en bikini y un Mercedes G55 AMG, ¿qué elegirías? “El coche. Con ese coche podría tener todas las tías en bikini que quisiera”, dijo Josep, que es moreno. “¡Ya te digo! Es el coche de Beckham y de Brad Pitt”, dijo Santi, que es castaño. “Y de Jay-Z. Y de P-Diddy”, dijo David, que es castaño claro y escucha una música muy rara. “¿De qué color sería el bikini?”, dije yo, que también soy moreno pero una vez, hace mucho tiempo, me decoloré cinco veces para teñirme de rubio.

En medio de este enfrentamiento dialéctico, Marta levantó la voz. “¡Dios mío, estamos en la Quinta Temporada!”, dijo. Y es que Marta es una incondicional de Sexo en Nueva York y había llegado a un curioso paralelismo entre la serie y nuestras vidas. “En la quinta, Samatha se vuelve una romanticona, Miranda está deprimida post parto, Charlotte sigue buscando el amor sin encontrarlo y Carrie está más perdida que María Teresa Campos en Telecinco. Y para colmo de males, ¡casi no hay sexo! Sólo les queda Nueva York. ¿No os dais cuenta? ¡Nosotros estamos viviendo nuestra quinta temporada!”, dijo. Luego recordamos que la sexta era la última y nos invadió la angustia, con una pizca de ansiedad.

martes, 13 de abril de 2010

No soporto a Carrie



“Estas cosas son así”, diagnosticó Marta. “Todo parece normal hasta que un día algo en tu cabeza hace ‘click’ y cambia”. No sé si Marta estaba describiendo un indicio de locura o realmente escuchaba mi dilema. Le había contado que tras años de afición a “Sexo en Nueva York”, tras adquirir las seis temporadas en DVD, tras hacer sesiones en casa de las amigas para disfrutarla y después de recomendarla a todo el mundo –excepto a varones heterosexuales-, ha llegado el día en el que necesito decir esto: no soporto a Carrie Bradshaw. Fue así, de repente, como siempre suceden estas cosas. Había oído que un fan era lo más infiel del mundo pero nunca creí que me sucedería a mí. El caso es que la misma protagonista que había inventado una nueva manera de contar historias de mujeres en la pantalla se me antojaba ahora un personaje inaguantable, remilgado, cursi, insustancial y, lo peor de todo, tremendamente convencional. “¿No crees que a mi edad ya debería tener las cosas más claras y no cambiar de opinión de un modo tan radical en un plazo de cinco años?”, pregunté confuso. “Cariño, bienvenido a la madurez, la única edad de la persona en la que los principios se convierten en incertidumbres”, contestó ella. “No sé si la culpa la tiene la película, que me pareció una ñoñez sin un ápice de ironía, o la propia Sarah Jessica Parker, que se ha creído tanto el personaje que parece estar interpretándolo sin descanso. Como Bela Lugosi pero, en vez de ataúd, con Manolos. Y justo ahora que no la soporto, la HBO y la Warner deciden rodar la secuela del filme y, para más colmo, una precuela adolescente contando cómo se conocieron las cuatro amigas. “Las amigas me veréis como un ex fumador, que es más intolerante con el humo que el tipo que no ha fumado nunca”, expliqué. “Estamos acostumbradas. No es la primera vez que te pasa eso”, me recordó Marta. “¿Recuerdas que te compraste el primer disco de La Oreja de Van Gogh?”. Me puse colorado sólo de oírlo mencionar. “Te costó un segundo disco darte cuenta que escucharlo provocaba ataque de diabetes”. Es difícil asumir que tus amigos te conocen mejor que tú mismo. Creo que voy a regalarme un viaje a Delfos, a ver si se me pega algo.