domingo, 30 de octubre de 2011

Segundo vocal

Soy segundo vocal en la mesa electoral. No soy la letra E ni esto es una rima consonante de un poema de la genial Gloria Fuertes. Es mi futuro relativamente inmediato. Y sin gastarme un euro en esos sinvergüenzas que infectan la TDT en horario nocturno con sus cartas y sus posos del café. No entiendo por qué ellos no están perseguidos por la ley y los trileros sí, cuando se dedican a lo mismo. Tranquilos, no voy a volver a enumerar cosas que odio que da muy mala imagen. Creo que soy una persona de carácter curioso y, sin embargo, nada temerario. Por eso hay determinadas experiencias que veo más probable que llegue a consumar que otras. Tirarme en paracaídas lo veo poco (o nada) posible; estar en una mesa electoral y ver lo que se cuece en la concluyente jornada electoral, puede que hasta me estimule.

“Ha venido un policía a casa”, me dijo mi madre, que fue quien recibió la notificación certificada. Los responsables deberían buscarse otra manera de informar de este tipo de cosas. ¿Qué necesidad tenía mi santa madre de abrir la puerta de su casa y encontrarse de cara con un policía preguntando por mí? El susto que se habrá llevado la mujer. Espero que por lo menos el municipal estuviera bueno. Las malas noticias siempre las debe dar una persona guapa. Una mala noticia en voz y cara de un feo puede provocar una reacción en el oyente de espantosas consecuencias. Acuérdense de Juan Manuel de Prada cuando anunció en directo que se casaba. Creo que hubo espectadores de Intereconomía que, como aquellos niños japoneses que veían un capítulo de Pokémon, sufrieron ataques epilépticos. Y subrayo lo de ‘mala noticia’ porque creía que formar parte de una mesa electoral era una manera de participar en eso que llaman “gran fiesta de la democracia”. ¿Y quién rechaza una fiesta en la que no es que te inviten, es que te obligan a ir? Como le pasa a Arancha de Benito pero cobrando mucho menos. Ojo, y la invitación te la trae un poli. Nada de un cartero o un mensajero. Un poli.



Era de la opinión de que sentarte frente a una mesa con sus urnas y sus hojitas del censo electoral era un ejercicio de madurez democrática. Eso pensaba hasta que todo el mundo al que se lo he contado actúa como si me hubieran destinado a Fukushima. “Hostia, lo siento”, “vaya putada” o “joder, qué marrón” han sido las reacciones más habituales en lo que llevo de semana. Vamos, que he pasado de sentirme especial a sentirme un pringao elegido por sorteo.

“Segundo vocal, segundo vocal”, pensaba, no sin cierta inquina. “Ya que me molestan, por lo menos me podían haber hecho presidente”. Ser presidente antes de que llegase a serlo Rajoy, aunque solo fuera por unas horas de diferencia, me hubiera dado una seguridad en mí mismo que me hubiese ayudado a soportar los ocho años, mínimo, que me (nos) quedan por delante. ¿Y qué demonios hace un segundo vocal? ¿Los coros? Supongo que estoy en la fase de la ira. Una vez escuché a una monologuista -¿qué otra cosa se puede hacer con una monologuista?- que ante una mala noticia nuestro cerebro pasaba por cinco estados: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. O sea, que me quedan tres. Bueno, cuatro, porque negarme…¿puedo? “No”, contestó mi madre. “Ya se lo he preguntado yo al policía. Me ha dicho que llames a este número pero que lo ve muy difícil”. Parece que con todo el mundo se puede negociar excepto conmigo. Empezamos mal.

Entré en Internet. Hay personas que acuden a iglesias en busca de respuestas. Yo acudo a la red. Encontré un foro en el que un tipo, que aseguraba haber sido interventor en varios comicios, decía que si no me presentaba, no pasaba nada porque para eso estaban los suplentes. Pensé que no me gustaría ser compañero de trabajo de un tipo así. Seguí buscando. Acabé comprendiendo porqué formar parte de una mesa electoral era un marrón: si no me presentaba podía ser condenado a una pena de privación de libertad de 14 a 30 días y a una multa de tres a diez meses. Simplemente por no acudir, un domingo, a la mesa electoral. Proporcionalmente, mi actitud sería castigada con más contundencia que la de Matas o Munar. Curioso y deprimente sistema el nuestro. “Bueno, al menos te dan 62,61 euros de dieta”, añadió mi madre. Y pensé que si a los parados de este país les ofrecieran la oportunidad de estar en una mesa electoral a cambio de 62,61 euros, lo mismo decían que sí.

P.D: Como escuche las expresiones “con la que está cayendo” y “esto es lo que hay” durante la jornada electoral, no respondo de mis actos. Que soy segundo vocal pero con una mala leche de primera. Experto en segundas voces. Como los de Mocedades.

1 comentario:

  1. Sí, cada vez que escucho la expresión "con la que está cayendo" me dan unas taquicardias y un asco que cogería al tipo / tipa de turno -normalmente periodistas y presentadores- y les diría unas cositas.

    A mí me tocó de presidente suplente en las últimas municipales/autonómicas y llegué directamente del after. No encontraba ni mi mesa electoral. Es obligatorio, sí, pero no dice en ningún sitio que tengas que ir sobrio y fresco.

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