martes, 3 de mayo de 2011

El club de la lucha

Amigos, el club de la terapia ya se ha convertido en el club de la lucha. Las apuestas y las peleas marcan el orden del día.


Día 1: Encarna lee, por decimonovena vez, el boletín de candidatos a pareja estable. “Escuchad esto”, dice. “Hombre soltero, 40 años y de buenas costumbres busca chica que se las quite. ¿Qué os parece?” “Imbécil”, contesta Marta. Y comienza la lucha.


Día 2: Me apuesto con David una cena en el Ramses a que Esperanza Aguirre pierde la mayoría absolutista. No entiende por qué estoy tan seguro. “No lo estoy”, apunto. “Pero si vuelve a ganar tendré que hacer una investigación de campo e intentar conocer a los madrileños, o sea, a los empadronados en Madrid; saber qué comen realmente, si beben agua del Canal de Isabel II o la compran embotellada, a qué dedican el tiempo libre, si guardan restos de algún alijo incautado en Barajas y lo mezclan con el Special K,...no sé, algo que le aporte algo de luz a semejante Expediente X. De hecho, haré lo mismo si el PP gana en Valencia y en Baleares”. David se toma mi respuesta como una burla a la madurez democrática del pueblo madrileño, valenciano y mallorquín y, como su abuela nació en Chamberí, él pasó su infancia en la costa alicantina y tuvo una novia mallorquina, se mosquea. Y empieza la lucha.




Día 3: Santi nos invita a su casa a tomar café. Después de media hora buscando un lugar en el que poder sentarnos donde no hubiera camisetas, calzoncillos, pantalones, calcetines, cajas de pizza, ceniceros llenos de colillas, películas de dvd y servilletas de papel, logramos tomar el café. “¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de espacio que necesita Santi para vivir?”, pregunto. “Dí más bien para desordenar”, añade Josep. “Si dividimos la cantidad de hombres entre la superficie que ocupan obtendremos la densidad de la estupidez”, dice Marta. Justo en ese momento entra Santi en la habitación, apartando trastos a su paso, y le pica la susceptibilidad, que también tiene guasa la cosa cuando se vive en un entorno más desordenado que los juguetes de la niña de El Exorcista. Y tiene lugar la pelea.


Día 4: Aparece Emma, la rubia, teñida de morena. Ante la sorpresa de todos, reta a Marta. “¿Y ahora qué?”, dice. Marta la mira serena y responde: “Inteligencia artificial”. Emma se lanza a su pelo y aún hay un equipo médico en un hospital intentando separarlas.


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