domingo, 27 de febrero de 2011

Uno de moda y alrededores

Lo que más me sorprendió de la Pasarela Cibeles de este año no fue la ropa. Me encantó ver los trabajos de Amaya Arzuaga, Ion Fiz y Carlos Díez pero, como sospecho que sucede siempre en este tipo de eventos, lo asombroso estaba fuera. Asistí a la presentación de AA de Amaya Arzuaga, una especie de segunda línea que sigue siendo Amaya en estado puro. El desfile comenzaba a las 15.00 horas y llegué al recinto ferial sin apenas haber comido. Entre ‘estands’ precedidos de largas colas femeninas para que te maquillaran y, acto seguido, subieras a una cinta de andar y fingieras estar desfilando por una pasarela, a lo Alejandra Alonso, yo buscaba, disimulando mi ansiedad, algún lugar en el que comer algo. De lo que mi estómago no se había percatado aún era de que en una feria llena de modelos y tallas 38 lo que menos hay es comida. Había cerveza gratis – la frase “la cerveza no engorda; lo que engorda es la tapita que te zampas con la cerveza” ya es un clásico que debería serigrafiarse en las camisetas-, revistas y sorteos de productos de belleza, pero un bocadillo de jamón…eso no. Finalmente encontré un carrito, como esos que venden helados por Central Park, lleno de barritas Special K. “Comida de modelos”, pensé. Dado el número de personas que rodeaban el carro llegué a la conclusión de que no era el único que pasaba hambre en ese lugar. La pauta de comportamiento está en fingir que la barrita de cereales te importa un pepino y atraparla incluso con cierto desdén; que nadie note que tienes hambre. Desear comer está muy mal visto en una pasarela de moda. La chica encargada de repartir las barritas miraba a la gente con arrogancia. Para ser azafata en Cibeles basta con ser alta y guapa, no tienes encima la obligación de ser simpática. “Si quieres simpáticas, contrata feas; las guapas bastante tenemos con mantenernos así de estupendas”, leí en su pensamiento. Fingiendo leer los ingredientes de la barrita, pillé tres –coger más de una es una ordinariez imperdonable- y por lo menos entretuve el estómago.

Otro aspecto fascinante de un desfile es lo que se conoce como ‘front row’, o sea, la primera fila de público. Allí tienen su asiento reservado las celebrities, a pie de pasarela y a buen tiro de fotógrafo. A veces hay tanto famoso que están sentados como si fuera el metro en hora punta. Impresiona ver a Soraya, María Esteve, Agatha Ruíz de la Prada, Natasha Yarovenko, Ana Turpin y Toni Acosta sentadas casi sin espacio para poder cruzar las piernas. La que parecía no haberse perdido ni un desfile era Carmen Lomana, que en la semana de Cibeles se había retratado con tanta gente que creo que habrá superado a los personajes de cualquier parque temático del mundo. Por cierto, cada vez que veo el anuncio de hamburguesas que esta mujer ha protagonizado, no llego a entender lo que quiere transmitirme. No sé si pretende que crea que ‘a la parrilla’ es la manera de cocinar la carne que ella prefiere, o si es que está expresando lo mucho que le gusta la carne a la parrilla o qué. En su reducida libertad de expresión, es lo que tiene el bótox, uno no alcanza a comprender el significado del eslogan. Quizá sea de interpretación libre, como los finales de las pelis de David Lynch.

A mi lado, algunas chicas, con actitud de ser pequeños diablos vestidos de Prada, charlaban entre ellas y criticaban que si Carla Bruni o Samantha Cameron habían apoyado con su presencia la semana de la moda de sus ciudades, resultaba escandaloso que Sonsoles Espinosa nunca hubiera asistido a Cibeles. Me temo que lo que esas chicas no tenían en cuenta es que, casi con toda seguridad, en París o Londres ellas tampoco estarían allí sentadas. Las pasarelas de esas ciudades son mucho más exclusivas y elitistas que la nuestra y solo tiene asiento en el desfile quien, por la razón que sea, debe tenerlo. En París o Londres no te encuentras a una sentada en tu asiento, no está la gente tirada en las escaleras de acceso a las tribunas, no acceden las amigas de la azafata de Ifema que las ha colado para que se hagan una foto con algún famoso,…pero esos detalles siempre se nos olvidan. No me extrañaría nada que el día menos pensado se invitara a Belén Esteban a Cibeles. Quizá ese día asistamos al principio del fin. Aunque si tenemos en cuenta que ‘la Esteban’ sale por unos dos millones y medio de euros al año, lo mismo a la industria textil de este país le compensaba tener a la ex de Jesulín entre sus clientas.

sábado, 26 de febrero de 2011

Como el sabor de una copa de vino

Marta está muy afectada. Ha guardado en el trastero todos los discos de baladas italianas que conservaba desde el 79 y que, cada cinco o seis meses, volvía a escuchar en su viejo tocadiscos. “Tengo a Claudio Baglioni en cuarentena”, me contó, sentados en una terracita. “Después de aquel stripper que me regalásteis en mi cumpleaños, pensar que la mayoría de los italianos volverían a votar a Berlusconi es lo que más me ha decepcionado en la vida”, añadió. Nuestra amiga no comprende como un país que fue cuna del Renacimiento, siglos después fuera capaz de votar a Berlusconi. “Por mayoría absoluta, además”, dije. “Será que el secreto está en la masa”. Pero ni fingió la intención de sonreir. “¿Lo has entendido? La masa, mucha gente, mayoría, pizza...”, insistí. “¡Te he entendido perfectamente! No le veo la gracia. Es como si en España hubiésemos elegido de presidente del gobierno a Jesús Gil”, dijo. Le recordé que Jesús Gil ganó, en 1991, las elecciones municipales en Marbella. Y por mayoría absoluta. Marta no contestó. Al instante, levantó la mano y pidió un orujo que se bebió de un trago. “Somos latinos, como el sabor de una copa de vino”, apunté. Y como ella se mostraba reacia a levantar el castigo a sus vinilos, me ví obligado a recordarle, por ejemplo, las opiniones que, haciendo alarde de progresía y pensamiento de vanguardia, criticaron a Zapatero por haber elegido a Carmen Chacón como ministra de defensa. Con la gracia y espontaneidad de Paco el pocero, algunos glosadores de la opinión diaria definieron entonces a Carmen como ‘la del bombo’. Porque estaba embarazada. Y ciertos sectores del Ejército lo vieron como ‘una provocación’. Supongo que los mismos sectores que deberían estar sentaditos en su casita, arropaditos, cerca del brasero, jugando a hacer maquetas de barcos de guerra.


“‘Cavalieri’ hay muchos, no solo en Italia”, le comenté a Marta. Ella pidió otro orujo. “Lo dará el gen latino”, añadí. En ese momento vimos en la prensa que Berlusconi, entre bromas de fanfarrón, dijo que era un dictador y recordó a Franco. Confieso que viendo ese percal, a veces sueño con despertar y ser como mi edredón: más nórdico. Mientras tanto, nos queda el orujo.

viernes, 25 de febrero de 2011

Sin noticias de mi musa

Me pillas en plena crisis de creatividad. Como en todas las crisis, se pronostican cambios aunque yo no tengo la suficiente paciencia como para aguardarlos sin más. Pruebo a invertir el tiempo de espera en un artículo, pero como tengo la creatividad en barbecho, podría volver a comenzar este escrito de nuevo, exactamente con las mismas palabras, y así hasta imitar al número Pi en un loop interminable.

Me pillas en plena crisis de creatividad. Mi Olimpo está desierto, como una playa en febrero. Sospecho que mis musas, si alguna vez fueron mías, se han declarado en huelga de ideas caídas. Esas divinidades femeninas que debían estar aquí, entre mis libros y mis apuntes, inspirándome palabras, comienzos y desenlaces, andarán de vacaciones, como cantaba Serrat.

Me pillas en plena crisis de creatividad. Intento escribir algo coherente y me descubro un universo ilógico; procuro mantener cierto sentido del humor, unas dosis de ironía, y solo consigo sinceridad metafísica. Estoy hecho un lío. Me acabo de enterar que la musa que me corresponde -deben organizarse como los médicos de familia, que te asignan uno y si te gusta, bien, y si no, también- se llama Talía y me ha entrado la risa. Me imagino a la cantante de Amor a la mexicana moviendo las caderas por mi salón, revolucionándose el cabello y susurrándome al oído cosas tan inspiradoras como “vengo, vengo, vengo de caña; vengo, vengo, vengo de son; tengo, tengo, tengo en el alma,ritmo, ritmo, ritmo y sabor”.

Me pillas en plena crisis de creatividad. Las musas son infieles por naturaleza pero me gustaba imaginarme en una habitación destartalada, anhelando la inspiración, mientras, en algún lugar de un polígono industrial, entre los graffitis de los muros, apareciese dibujada una Terpsícore, con un singular parecido a Olivia Newton John, que, de repente, cobrase vida al ritmo del I’m alive de la Electric Light Orchesta. Y la musa, vestida con un rollo ad lib, porque en los tiempos que corren solo un personaje mitológico sería capaz de vestirse así, empezaría a patinar -una musa sin patines no es una musa- por toda la ciudad hasta llegar a mi casa.





Ya es tarde y como veo que la musa no llega, voy a hacerme algo de comer.




Me pillas en plena crisis de creatividad.



jueves, 24 de febrero de 2011

Playlist (24 de febrero)





Yani Como, The Strokes, La Bien Querida, Cut Copy, Frankie & the Heartstrings, Toro Y Moi, Ben L'oncle soul, Beth y P!nk

miércoles, 23 de febrero de 2011

Pobre pero inteligente

Creo que la mañana en la que Marta se quitó un peso de encima brillaba un sol rescatado de un fotograma de El cielo protector. “Chicos, me he quitado un peso de encima”, dijo nada más llegar a nuestra altura. “Una científica de la Universidad de Ohio ha descubierto que no hay vínculos entre el cerebro y la capacidad de generar dinero”, añadió. Y acto seguido, sonrió triunfal. Nos miramos entre nosotros. Luego la miramos a ella. Ahí seguía, con la actitud invicta. Volvimos a examinarnos los unos a los otros para regresar, de nuevo, a su radiante sonrisa satisfecha. “Vais a hacer que me arrepienta de manteneros en la tarjeta SIM del móvil”, dijo Marta. “¿No os dais cuenta de lo que os estoy diciendo?”, cuestionaba inquieta. “Ser inteligente no es suficiente para convertirse en un millonario. La inteligencia no tiene nada que ver con el dinero”. Y volvió a sonreír complaciente, como si hubiera descubierto la vacuna contra la estupidez. El grupo intercambió miradas escépticas y condescendientes entre sí y volvió a fijarse en Marta. Cuando noté que apretaba el puño y mi cara le pillaba de paso, me elegí portavoz. “Todos nos alegramos de que te hayas quitado un peso de encima pero que la inteligencia no tiene nada que ver con la capacidad de generar dinero lo sabe hasta Victoria Beckham”. “Lo curioso”, apuntó Josep, “es que el estudio lo lleven a cabo en Estados Unidos, donde el porcentaje de millonarios supera al del resto del planeta”. “Te recuerdo que han logrado tener coeficientes intelectuales similares a los de Pica y Rasca presidiendo el país”, añadió Encarna. “Para ser rico basta con no tener corazón. Y cuantos menos periódicos leas y menos sepas de cómo viven tus contemporáneos, mejor”, señalé. “Precisamente la ignorancia es lo que ayuda a las fortunas a crecer”, sentenció Josep. Y acto seguido decidimos, por unanimidad, que no queríamos ser inteligentes; queríamos ser ricos. Pero Marta ya no estaba ahí. Seguramente se marchó enfurecida, pensando que teníamos todas las características indispensables para presidir un imperio.

martes, 22 de febrero de 2011

La herencia


En ocasiones, la publicidad que aparece en los periódicos es un baremo de la sociedad en la que sobrevivimos y sus valores. Desproporciones inmobiliarias, clínicas con cirugías estéticas en oferta, préstamos personales y decenas de páginas de relax, hasta en los diarios más conservadores. Pero la otra tarde, mientras tomaba un café, leí un diminuto anuncio que desconcertó la que yo sentía como “mi inalterable capacidad de sorpresa ante la condición humana”. Pertenecía a una asesoría legal y expresaba lo siguiente: “Si no tiene a quien dejar su herencia, llámenos”. Y abajo, un número de teléfono con un 902 delante. Esos anuncios me provocan auténticos tsunamis en la conciencia; paso de la sonrisa al estupor y del estupor a la desolación. Y ni siquiera perdí un segundo en pensar en la cara dura de los anunciantes, en su ética, en qué harían con las herencias,...sólo era capaz de imaginar al pobre individuo que no tenía quien le heredase. O tal vez no era tan pobre y se trataba de una enrevesada personalidad capaz de entregar todos sus bienes a los responsables de tan descabellado anuncio en lugar de consolar, con alguna propiedad, el dolor de sus familiares. O tal vez sus familiares no merecieran siquiera ese título y en el anuncio se agazapaba su castigo. “A mí hablar de herencias me pone triste”, comentó Encarna. “Es como un premio de consolación”. “Depende”, interrumpió Marta. “Cuando murió la amargada de mi tía Angustias dejó muy claro en el testamento que a sus sobrinos no les llegase ni un céntimo. Pero a mí no me importó. Saber que ya no tendría que soportarla en Nochebuena era mejor que una herencia”. “El banco me ha dicho que terminaré de pagar mi piso de 40 metros cuadrados a los 74 años”, soltó de golpe Emma, la ex secretaria rubia de mi ex psicoanalista. “Como es muy posible que el destino me condene a no tener hijos, no por falta de ganas sino por ausencia de candidatos, he pensado que dejaré la casa al sobrino que me haga más la pelota. Y si ninguno lo hace, le prendo fuego. A la casa, no al sobrino...” Nos quedamos boquiabiertos. Las manifestaciones de pensamiento racional en el cerebro de una rubia son como la estela del Halley: hay una cada 75 años pero asistir a ella es un acontecimiento de una espectacularidad asombrosa. Todos le dimos un beso a Emma y nos marchamos a casa felices, con la sensación de haber heredado.

lunes, 21 de febrero de 2011

El sitio que duele

Tal vez no recuerdes un mail que te escribí en noviembre en el que te anunciaba que Marta y yo, cansados de buscarnos a nosotros mismos en fosas comunes emocionales, optamos por husmear en terapias alternativas. Fue Juliana, la maquilladora de la tele, la primera que me habló de los talleres de escritura como una vertiente más de la terapia oral. “Aprender a escribir implica aprender a mirarse dentro”, dijo. Pues bien, ya nos hemos apuntado a uno. Josep nos recomendó el que imparte Steven, un joven de Illinois -una tierra en la que yo pensaba que solo había maíz y casas museo de Abraham Lincoln- que ahora vive en Buger -una tierra en la que él pensaba que solo había campanes y picarols-. “Sólo por saber qué le empujo a cambiar Illinois por Buger, me apunto”, me avisó Marta. Su taller estaba basado en la ‘dangerous writing’, o sea, en la escritura peligrosa. A nosotros, que nos tira más el lado oscuro de la fuerza que a Marta Sánchez un photoshop, nos pareció una manera muy excitante de empezar a comprendernos por dentro, como si fuésemos un módem desmontado sobre la mesa de un niño inquieto. Pero el peligro del que hablaba Steven no se parecía en nada al que imaginamos, sobre todo después de ver Fuego en el cuerpo por ya no sé qué vez. El taller no tenía nada que ver con encuentros carnales descarnados. Más bien consistía en revelar, con papel y lápiz, aquello que más te asustaba, o te avergonzaba, o te arrepentías de haber hecho, o pensado hacer, o simplemente haber pensado. “Es encontrar el sitio que duele”, dijo Steven. “Qué bonito”, dijo Marta. Y empezó a llorar y a redactar. Miré a mi alrededor, con esa sensación de desamparo que sufría en el colegio, cuando había examen sorpresa y todos mis compañeros escribían en sus folios mientras yo no tenía nada que plasmar en el papel, y estuve a punto de escapar de allí. “Haz un esfuerzo”, me susurró Steven. “Nunca olvides que en el error, hay un tesoro”, añadió. Confieso que tuve una erección, pero de eso mejor hablo otro día, que lo mismo estás comiendo...