Mostrando entradas con la etiqueta nada. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nada. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de julio de 2011

Hacer nada

En pleno verano, cuando muchas personas deciden consolarse de la desazón de la incertidumbre con unos días de vacaciones, he notado que me asalta una duda. Las dudas son como los bandoleros: sospechas que andan por ahí pero cuando te asaltan, siempre te pillan desprevenido. He pensado que nos pasamos el año trabajando, compitiendo, esclavos del despertador y del móvil (si tienes iPhone o lo que ahora se llama smartphone, el grado de esclavitud es propio de una plantación de caña), con unos horarios ingratos y rezando a san Seguridad Social para que no nos bajen las defensas.

Y cuando por fin llegan las ansiadas vacaciones, empezamos a hacer planes, a organizar viajes con toda la familia a playas masificadas o con amigos a lugares complejos, de difícil acceso, pero muy exóticos; a hacernos el camino de Santiago, a llenarnos la agenda de cosas que visitar y otras que hacer, alguna nada ociosa, como aprovechar para empezar las reformas en el hogar. Dar cabida a esos planes que no puedes hacer el resto del año. O sea, cosas que hacer. Ha llegado el momento de reivindicar el placer de ‘no hacer nada’. Absolutamente nada.

Está muy mal visto eso de no hacer nada, de pasarse el día tocándose los huevos. Está mal visto porque hay personas, especialmente tras aprobar una oposición, que han convertido el ‘no hacer nada’ en su modus vivendi. Y bien sabe el Estado que no me refiero a TODOS los funcionarios; hablo de ALGUNOS funcionarios. Pero ese es otro tema. Tanto hemos criticado eso que sospecho que la sociedad se niega a reconocer que le gusta, que disfruta sin hacer nada. Lo primero que te pregunta la gente cuando llegas de vacaciones es: ¿Qué tal? ¿qué has hecho? Y entonces tienes que demostrar que te lo has pasado de maravilla porque has hecho muchas cosas. Tantas que te incorporas al trabajo más cansado que cuando te fuiste. ¿Se imaginan lo maravilloso que sería llegar a trabajar y cuando te preguntasen ¿qué has hecho? contestar: nada. No he hecho nada?” Solo de verbalizarlo siento una paz digna de un buen masaje. Descansar. Esa es la clave. Lo malo es que casi todos preferimos divertirnos a descansar y claro, divertirse es más agotador. Creo que aún me quedan días para intentar no hacer nada. Voy a probar.