¿Se acuerdan cuando se compraban un disco y se pasaban las horas, los días, las semanas escuchado esas canciones, que te las sabías de memoria, puentes musicales y segundas voces incluidas, hasta que un día tu madre irrumpía en tu habitación y te gritaba: “No aguanto más esa música ratonera”? ¿Se acuerdan? Espero que sí porque, de lo contrario, me voy a sentir muy mayor y muy desubicado. Pues fíjense que echo un poco de menos esa época.
Quizá mi famélico poder adquisitivo por aquel entonces, o mi fundamentalismo musical, me llevaron a exprimir los discos con un ansia voraz. Ahora no me pasa. Antes acudía al concierto de un artista o grupo que me gustaba y me sabía todas y cada una de las canciones que podían interpretar en directo. Ahora, difícilmente superaría ese examen. Creo que los programas de descarga masiva de música, son un tanto responsables de esa situación. Sospecho, y descubrirlo confieso que me entristece, que las personas dejamos de valorar aquello que nos resulta gratis o que apenas tenemos que esforzarnos por conseguirlo. Ahora podemos descargarnos todos los discos y discografías que queramos, incluso de esos artistas que nunca pensamos que lo haríamos.
Acumulamos música en los ordenadores y discos duros que apenas tenemos tiempo real para escuchar. Consumimos pero no disfrutamos. Ya ni les digo aprendernos las letras de memoria, como hacíamos antes.
Sé que pueden acusarme de nostálgico, como los anuncios de detergentes al jabón de Marsella, y eso me daría mucha rabia pero, más rabia me da tener entradas para un concierto de Depeche Mode y darme cuenta que el último disco lo he escuchado solo 3 veces. Y en casa escucho música, y en el coche, y en el iPod,… Eso sí que da rabia porque…¿qué demonios voy a corear en el concierto?