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domingo, 20 de febrero de 2011

Gama Alta

Ese día llega sin previo aviso. Nadie anuncia su llegada golpeando el bastón contra un luminoso suelo de mármol. Ni con un enfático ‘próximamente’, como hace la voz en off con los estrenos cinematográficos. Ese día, de repente, se planta delante de ti y ya no tienes escapatoria. Puedes mirar a un lado y a otro, buscando una salida de emergencia, un salto de viñeta, pero nada de eso va a suceder. Ese día, ha llegado. El mío llegó el martes pasado, en una de esas multinacionales de la cosmética que desprenden un aroma tan intenso que te asaltan los vértigos con sólo pisar el camuflado felpudo de la puerta. Allí, después de comprarme una colonia, la dependienta, en un ejercicio de amabilidad muy habitual en este tipo de comercios, me regaló unas muestras. Me gusta mucho ese ritual. Tú compras la fragancia y ellas te regalan más fragancias, o hidratantes, tamaño muestra, con las que componer un espacio en tu cuarto de baño. Y no solo sirven para decorar. También vienen muy bien cuando tienes que viajar en avión y no quieres facturar la maleta. Metes esos envases de muestra en el neceser y como nunca suman la cantidad prohibida para subir a bordo (100 mililitros máximo), pues tan ricamente. Pero voy a volver al día en cuestión. Ese día, la dependienta no me regaló colonias, ni cremas hidratantes. Esta vez, me miró y luego sacó del cajón tres mini envases y dijo: “Antiarrugas. Es la gama alta de Biotherm”. Con la herida abierta, puedo soportar el escozor de la palabra ‘antiarrugas’ pero lo de ‘gama alta’…, eso me provocó una hemorragia interna. ¿Qué quiso decir con ‘gama alta’? ¿Quiso decir que la crema corriente ya no me hace efecto? ¿Que mis arrugas necesitan algo más fuerte? ¿Quizá pasta para juntas, como si mi cara fuera una pared de azulejos? Todas esas preguntas invadieron mi mente, como la maldita voz en off, y me puse a la defensiva con la pobre dependienta cuando, en realidad, ella no tenía la culpa. Quizá es que, simplemente, había llegado el día. El día en el que empiezan a echarte la edad que realmente tienes. Incluso algún año más. El día en el que, en la cola del mercado, alguien dice que va detrás de ‘este señor’, no de ‘este muchacho’. Cuando ese día llega, lo mejor es no enfrentarse a él. Nos arrugamos más. En serio.

Mientras caminaba rumbo a casa, con una colonia y varias muestras de antiarrugas, gama alta, en la bolsa, me crucé con Leonor Watling. Vuelve a estar embarazada. Ya lo sabía pero es que ahora, además, se notaba. Jorge Drexler y ella volverán a ser papás. En ese momento pensé dos cosas: ¿por qué Drexler agradece los premios cantando? Y, ¿qué crema usará Leonor para tener ese cutis tan terso? No fui capaz de contestarme a ninguna de las dos preguntas.

Mediados de febrero en Madrid es lo más parecido a llenar una agenda con escritura automática. ARCO, JUSTMAD, CIBELES,… Este año he renunciado a la ‘gran’ feria del arte y he preferido pasarme por la ‘pequeña’ feria del arte. JustMad ha reunido a 40 galerías, especializadas en arte emergente, en un edificio del centro de la ciudad. Cuando coincidí con la galerista Topacio Fresh, de la Fresh Gallery, en la fiesta que la firma Mango organizó en la galería de cristal del Palacio de Cibeles, a finales del año pasado, me contó que la feria se iba a celebrar en ese lugar. Me pareció un espacio extraordinario, pese a formar parte del edificio en el que trabaja el alcalde de Madrid, Alberto Ruíz Gallardón. Pero al final, el Ayuntamiento pedía 130.000 euros por el alquiler del espacio y, claro, esa cifra no era fácil de asumir, lo que llevó a la organización a buscar otro enclave. Empiezo a pensar que Gallardón está buscando fórmulas con las que recuperar, lo antes posible, todo el dinero despilfarrado en las dos candidaturas de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos y así poder seguir despilfarrándolo en posteriores convocatorias.

Hay mucho arte contemporáneo en la ciudad. Incluso en la obra que ha escrito y dirigido el guionista Antonio Hernández Centeno, “El día que nació Isaac”. Me invitó al estreno y no llegué a tiempo pero eso lo voy a enmendar en 24 horas. 24 horas y unas muestras de crema antiarrugas. La obra, interpretada por Félix Gómez, Diana Palazón, Ricard Sales y Cynthía Martín, comienza en una galería de arte contemporáneo para después adentrarnos en una historia de amistad, de reencuentros, de mentiras, de amor, en definitiva, del tortuoso viaje en busca de tu lugar en el mundo.

Además, tengo invitaciones para asistir a los desfiles de Amaya Arzuaga, Ion Fiz y Carlos Díez, en la Madrid Fashion Week (o sea, Cibeles).
Acceder a los desfiles siempre es un acontecimiento caótico, aunque tengas tu invitación y tu asiento reservado. Ya les contaré, pero les adelanto que este tipo de tensiones no le vienen nada bien a mis radicales libres. Menos mal que ahora tengo muestras de gama alta. Si es que el que no se consuela…


jueves, 18 de marzo de 2010

La trampa antiedad

“Los productos antiedad son como los pacientes de House: todos mienten”. Así de claro lo dejó doña Guillermina, una mujer de familia bien que invirtió gran parte de la fortuna de su marido en una interminable carrera contra el envejecimiento. “Yo, por herencia familiar, siempre he sido anti-radicales libres”, bromeaba, en sus buenos tiempos, mientras hojeaba la información nacional de un periódico de derechas. “Antioxidantes, melatonina, ampollas de Gerovital, toda la gama de cosmética de La Mer,... Lo he probado todo y mírame. Sigo teniendo 78 años”, se quejaba. Doña Guillermina no quería atajar el paso del tiempo; quería invertirlo, como Fedora. “Ya te darás cuenta de lo terrible que es el primer día que te sitúes frente a una jovencísima dependienta para comprar tu primera crema antiarrugas. Te aseguro que no lo olvidarás nunca”. Y lo contaba como si hablase de un fusilamiento durante la Guerra Civil. “La dependienta te observará con la mirada luminosa, la sonrisa perfecta y el rostro hidratado. Hablará maravillas del producto que está a punto de venderte y tú, ciega de fe, creerás todas y cada una de sus palabras pensando que esa crema te convertirá en el reflejo de esa dependienta, sin darte cuenta que ella deslumbra no porque use cremas antiedad sino porque tiene treinta años menos que tú.” Y uno la escuchaba y creía estar viendo a Nuria Espert en una versión teatral de Mr. Skeffington. “Ese tipo de productos deberían estar prohibidos. No se puede jugar con nuestras emociones como lo hacen las empresas cosméticas”, reclamaba, mientras la televisión informaba sobre el abuso de la industria farmacéutica en el Tercer Mundo. Entonces, me atreví a decir: “Las arrugas son vida, experiencias. No debería eliminarlas de su rostro. Son un orgullo”. Me miró como si hubiese blasfemado y añadió: “Mis experiencias están en mi memoria, en mis álbumes de fotos y hasta en los 50 años que Televisión Española no deja de cumplir. Por mí, como si todas esas experiencias quieren estar dando vueltas por el salón de casa. Que estén donde quieran menos en mi cara.” Ayer me he comprado el Anti-Rides de Biotherm. Creo que tengo que hacer algo con mis arrugas de expresión.


(Artículo publicado el 10 de diciembre de 2006)