sábado, 1 de octubre de 2011

Los coleccionistas del recortable moderno

Antiguamente, los recortables mostraban el dibujo de un hombre, o una mujer, rodeado de ropas, complementos e incluso peinados. Todos formaban parte de la misma lámina, del mismo plano. La figura humana estaba en calzoncillos o bragas –nada sensual, no vayan ustedes a recordar mal- y las faldas, los pantalones, las blusas o los disfraces disponían de unas pequeñas lengüetas con las que asirlas al cuerpo recortado. Supongo que por los condicionantes sociales de la época, los recortables solían presentar mujeres y niñas ya que estaban dirigidos al público infantil femenino. Durante doscientos años fueron un juguete barato. Luego, mareados por el progreso y las nuevas tecnologías, los niños se fueron olvidando de ellos y cayeron en el desuso. Hoy son capricho de coleccionista.

Como
Madonna y el Windows, los recortables también se reinventan. Que se lo pregunten al señor Bauzá. Ahora el hombre y la mujer de la lámina siguen en calzoncillos o bragas. Son prendas más modernas pero, aunque con el tiempo hayamos ganado en exhibicionismo, la situación no tiene ningún erotismo. Las personas están rodeadas de todo tipo de prendas, complementos, bisutería buena, e incluso los hay que representan lavadoras, ordenadores portátiles, iPhones y hasta Vespas vintage. Son recortables por todo lo alto. Esos objetos estaban ahí, formando parte de la misma dimensión, como las ilustraciones de un papel de regalo. Nadie dijo que ese dibujo humano no pudiera acceder a todo eso. Al revés, le animaron a que lo tuviera. Pero la lámina tiene una línea de puntos. ‘Recortar por la línea de puntos’, se puede leer, en letra casi imperceptible, en un lateral de la hoja. Lo extraño de los nuevos recortables es que la línea de puntos lo único que hace es separar al hombre en calzoncillos y a la mujer en bragas del resto de los dibujos de la lámina. Las lengüetas del pantalón vaquero no sirven para nada porque no tienen que sujetarse a nada. El juego consiste en dejar al hombre en calzoncillos y a la mujer en bragas. Arrancarlos de la lámina. De su dimensión. Con más o menos destreza, pero es eso. El juego ha perdido su valor pedagógico.

Hace muchos años, los recortables se emplearon para enseñar historia y geografía. Hoy, los nuevos recortables solo sirven para enseñar economía. Y no precisamente de la buena. Ellos no son profesores ni educadoras para tener la obligación de saber tanto.

Llama la atención que los coleccionistas de este tipo de recortables modernos, como el señor
José Ramón Manostijeras, o el señor Artur Mas Tijeras, o la inmensa mayoría de nuestros gobernantes, parezcan sufrir cuando recortan. Se les erosiona el entrecejo, como si se les derritiese la piel, y las cejas arqueadas actúan de cornisa desde la que descolgar una gran pancarta en la que se ve su rostro apesadumbrado, como el del cirujano que, a pesar de haber hecho lo imposible por salvar la vida del paciente, tiene que enfrentarse a los familiares para darles la mala noticia. La diferencia es que a los coleccionistas de recortables no les gusta perder el tiempo en intentar salvar la vida de ningún paciente. Ellos no son médicos ni enfermeras. No están aquí para salvar vidas. Están aquí para gestionar. Gestionar vidas. Juegan con láminas de papel. ¿Qué sentido tiene proteger el estado de un trozo de papel impreso?


Recortar es necesario. Eso dicen los que fabrican tijeras. Hay quien piensa que hay otras maneras de hacer las cosas, otras herramientas, otras formas menos traumáticas. Pero eso es demasiado trabajo. “Tú dedícate a lo tuyo y déjame las tijeras a mí”, dicen, piensan. Debe ser difícil recortar, digo, pienso. “Es difícil recortar bien”, me contestan. “Lo otro es fácil. Basta seguir la línea de puntos”.


1 comentario:

  1. ¡No entiendo esta modernidad!! Lo siento pero no puedo con este nuevo modelo. besos

    Pacho

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