lunes, 5 de septiembre de 2011

Bienvenidos al nuevo día 1

Septiembre es mi enero. Desde hace varios años, las vacaciones de verano preceden a las nuevas temporadas, las renovaciones, los cambios y los proyectos recientes. De hecho, marca más mi año laboral todo lo que sucede entre la última quincena de agosto y septiembre que cualquier valor romántico que quiera darle al año nuevo exacto. Con uvas o sin uvas. Tal es mi predisposición a este inicio de año, como un curso escolar, que acumulo propósitos inalcanzables –el tiempo me ha confirmado que lo son- como aprender un idioma, apuntarme a un gimnasio o dejar de fumar. Este, por suerte, ya lo traía de fábrica pero siempre lo enumero en las listas para poder hacer una marca junto al objetivo, una uve de victoria, y así no sentirme un incapaz. La diferencia entre mi año nuevo y el de la inmensa mayoría reside fundamentalmente en los sonidos que entran por mi balcón madrileño que, por cierto, en estas fechas aún puede permanecer abierto de par en par. No escucho villancicos, ni gente felicitándose el año, ni la algarabía propia de una celebración. Solo escucho el puto helicóptero que, desde hace cinco meses, sobrevuela la ciudad como si esto fuera un plano interminable de Black Hawk Derribado. Primero para controlar a los del 15M, después para controlar que los del 15M no perturbaran la paz espiritual de las juventudes católicas de Benedicto equis-uve-palito, luego para controlar cualquier movimiento social contra la reforma de la Constitución y, finalmente, para volver a controlar a los del 15M. Vamos, que si yo fuera un habitante de Urano y asistiese, vía satélite, a este despliegue policial pensaría que esos del 15M son una especie de infectados, unos monstruos de a saber qué planeta, cuyo objetivo es dominar el mundo contagiando de tal manera a la sociedad que la única forma de escapar será trasladándose a vivir al subsuelo. Como en Doce monos.

Esta ciudad se está convirtiendo en el paradigma del desatino. Como sucede con las grandes estrellas del rock, Madrid sobrevive a un mal productor sin que eso parezca afectar demasiado a su trayectoria. Madrid perdura, a pesar de sus gobernantes. Ellos desaparecen (forrados, eso sí) y ella se reinventa, a las duras y a las maduras, para seguir siendo quien fue. En este símil entre la ciudad y la música, tengo la impresión de estar viviendo un pésimo disco de Madonna, o de Red Hot Chilli Peppers, a la vez que creo que, en el fondo, nada va a cambiar. Ganar unas elecciones debe provocar un desequilibrio químico cerebral en los vencedores que, inmediatamente, pasan de ser humildes servidores del pueblo a convertirse en neo emperadores romanos, en dementes capaces de incendiar una ciudad si eso les reportase beneficios. Mientras Esperanza Aguirre pide ‘un esfuerzo suplementario’ a los profesores de la Comunidad, plantea crear una policía autonómica con la que acabar de una vez por todas con las manifestaciones espontáneas de los ciudadanos indignados. O sea, que dinero para crear un cuerpo de guardaespaldas que me proteja de los que no piensan como yo, para eso sí hay dinero.


El ambiente de desasosiego es tan evidente que hasta Pedro Almodóvar ha renunciado a la tradicional fiesta oficial que acompaña a sus estrenos. El jueves se estrenó La piel que habito sin premiere, sin alfombra roja y sin gran fiestón. Simplemente una copita en Chicote para unos pocos. El director cree que sería una ostentación vergonzosa celebrar un estreno de cine de esa manera cuando el país está viviendo una de las peores crisis de su historia. Los hay que creen, porque con lo que tiene que ver con Almodóvar siempre hay muchas opiniones, que el cineasta está siendo prudente, que teme al recibimiento de la película por parte del público y aseguran que salir a los cines con 250 copias, cuando una película suya suele salir entre 400 y 600 copias, ya es un dato. Pero también me cuentan que este estreno silencioso lo entiende como una manera de apoyar a las personas que hay detrás del 15M, a los seres humanos anónimos e infectados de indignación ante una endiosada clase política; ante los que encuentran razones para reformar una Constitución y tranquilizar así a los especuladores, también llamados ‘mercados’, y no ven suficientes argumentos en el grito unánime de los ciudadanos que piden cambiar una ley electoral para conseguir una democracia más real y participativa. Mercados 1- Ciudadanos 0. Bienvenidos al día 1 de la nueva era del despotismo benevolente. A este paso, la piel es lo único que vamos a poder habitar.

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