jueves, 7 de octubre de 2010

Una República Universal LGTB

Leí con cierto asombro que un empresario español sueña con crear una especie de Estado Gay en Torremolinos. Una República Universal LGTB. Confieso que lo primero que me sorprendió es que fuera república, con la de grandes reinas que tenemos en el colectivo. Incluso muchas plebeyas que actúan como reinas. Y acto seguido me invadió una sensación agridulce que a medida que maduraba se iba tornando más amarga. No tengo claro que me gustase vivir en un Estado Gay, en una especie de Franja de Gaza LGTB, un juego a medio camino entre un parque temático y un territorio ocupado. La idea no parte de un colectivo, de una ONG, de una asociación pro derechos civiles; la idea parte de un empresario, que en mi mentalidad proletaria, siempre me hace dudar. Y aún así, sigo leyendo, justificándome en el beneficio de la duda. Leo que la idea parte del presidente de reservagays.com, Javier Checa, que lo del nombre del dominio “reserva gay” ya me suena a indio arapahoe y ahí ya me pierdo. Habla de un lugar para que los homosexuales puedan vivir su sexualidad "con alegría, sin clandestinidad". Eso ya me sonó a Amar en tiempos revueltos. Y luego leo que esa República Universal LGTB también sería la quinta potencia económica mundial, ya que el comercio gay es una piedra fundamental en el mercado del siglo XXI. Dada esa relevancia monetaria, todo el mundo debería tenernos en cuenta. Y ahí se me cruzan los cables. No me gusta que sólo me tengan en cuenta por el dinero que ingreso y por lo nutrida que esté mi cuenta corriente. No me gusta que sigamos apoyando un estereotipo de LGTB basado fundamentalmente en una imagen con G de Gay –porque cuando hablan de glamour, sofisticación y poder adquisitivo nunca sacan a la letra L de lesbiana, ni a la T de transexual, ni a la B de bisexual-; una imagen Gay que está muy bien para los anuncios pero que es tan falsa como la de los heterosexuales que hablan sin sacarse el palillo de la boca. No todos los gays van al gimnasio, no todos los gays se depilan, no todos los gays tienen un gusto exquisito, no todos se emocionan con una canción de la Streisand, no todos trabajan en profesiones glamourosas muy bien remuneradas… Ese tópico me aburre hasta el infinito.

Supongo que en toda esta idea de la República Gay hay mucho de simbolismo, de juego, de metáfora. Pero aún así, no creo que ese sea el lugar bajo el arco iris del que hablaba la canción. Estoy seguro que ese lugar es el mismo en el que ya habitamos. Y cuando seamos capaces, todos, de transformarlo en un lugar mejor, más justo, más humano, entonces no necesitaremos repúblicas, ni monarquías, ni zarandajas. El día que comprendamos que ya es hora de asumir que este planeta está lleno de gente diferente y que lo que hay que lograr no es homogeneizar a las personas sino entender, de una puñetera vez, que hay que valorar, respetar y fomentar la diferencia, porque la diferencia es riqueza. Y tal y como está la economía, creo que la cultura va a ser el único patrimonio con el que podremos contar el día de mañana. Como individuos y como país.

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