miércoles, 27 de octubre de 2010

El artista de variedades

En "Easy Rider", un personaje decía que todo el mundo hablaba de la libertad, pero que cuando veían a alguien realmente libre, le tenían miedo. Algo así podríamos pensar de la imaginación, que no es más que otra forma de libertad. Es la inquilina que todos quieren tener en sus mentes o en las mentes de los que nos rodean. Sin embargo, cuando la imaginación quiere abandonar el género abstracto y mutar a realidad, le tienen miedo. Quizá por eso la libertad y la imaginación son crisálidas esperando, en algún lugar de nosotros mismos, el momento para arrancarnos la piel a tiras y dejar que entre la luz. Y te diría más. Sospecho que todos llevamos dentro un artista de variedades. Desde el primer funcionario al último sin techo, modelos y sacerdotes, ministros y oposición, todos somos un continente de lentejuelas, maquillaje y purpurina. Quién más o quien menos alberga una travesti en su interior, un ilusionista o una vedette de teatro de music-hall. Desde el silencio del disimulo, esas crisálidas hacen lo imposible para que nuestra libertad y nuestra imaginación no desfallezcan, anoréxicas de pena. Tan artesanal es su empeño que creo que sería incapaz de reconocer a aquellos que ya las dejaron morir, perdiendo toda esperanza. Porque, hasta en esos, aún sobrevive la luz de un pequeña lentejuela olvidada. Me intriga pensar que tal vez este artículo lo esté escribiendo ella, mi travesti, y aproveche para darse pábulo. Alguien dispuesta a transformarme de arriba a abajo, a ocultar penas y alegrías tras capas de maquillaje, estudiadas pelucas y sofisticados modelos. La voy conociendo. Es un poco antigua y lo sabe, pero no le importa. Es de cabellera larga y espesa, como Verónica Castro, con aspecto de guardar dentro mucho de todo: mucho amor, mucho rencor, mucho alcohol. Tiene una actitud de vieja escuela, de canción dramática, pasional, arriesgada. Para mí que podría arrancarse perfectamente por Olga Guillot, Maria Dolores Pradera o Valeria Lynch. Y nunca cogería el micrófono con la mano. Emplearía un pie de micro. No pongas esa cara. Limítate a imaginar. Pero con libertad. Con toda la libertad que seas capaz de darte.

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