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Mentes como cubos de Rubik. Mentes como la pizarra de John Forbes Nash. Mentes como un cielo abierto. Y solo eso, un cielo abierto. Mentes como neveras llenas de conocimientos envasados al vacío y con una inmediata fecha de caducidad. Es la tipología cerebral propia de nuestros días, consecuencia de los bombardeos informativos, de los torrenciales cauces de la información que, la mayor parte de las veces, no tiene nada que ver con el conocimiento. Mentes a las que, viendo que cada vez resulta más complejo dominar, algunos han optado por empezar a confundir.
Esta semana, el Consejo de Administración de RTVE –nunca me he fiado de un Consejo de Administración; siempre me ha recordado a un aquelarre de traje y corbata- decidió supervisar la elaboración de los informativos de la radio y la televisión públicas. Después de cuatro días, aún me atrevo a asegurar que, como en una felicitación por tu cumpleaños, la intención es lo que cuenta. Que a los consejeros de RTVE, nombrados por los partidos políticos y los sindicatos, se les pase por la cabeza, aunque solo sea como idea, la posibilidad de controlar la información por encima de la profesionalidad del periodista, es escalofriante. Que la propuesta partiese de los cuatro consejeros propuestos por el PP y del consejo propuesto por CIU es un toque de atención que no deberíamos olvidar. Pero que el PSOE, ERC y CCOO se abstuvieran me resulta aún más indecente si cabe. Al menos los otros fueron de frente. Ante el escándalo provocado por tan brutal decisión, los consejeros, como el grupo de accionistas de El gran salto de los Coen, echaron marcha atrás definiendo el ‘incidente’ como ‘malentendido’. Ya está. Las manos ya han manipulado el cubo de Rubik. Un movimiento a la derecha, tres a la izquierda, uno hacia abajo, y ya tenemos el rompecabezas desbaratado. Confusión.
Apareció Rajoy en la tele. Como siempre. Aplaudió la decisión de los consejeros por anular el pacto por el control de los informativos y dijo que rectificar, era de sabios. A veces no. A veces es de estrategas que simplemente están tomando distancia para alcanzar los objetivos empleando otra táctica, a otra hora y con otra excusa.
Hay mentes spa. Mecanismos que, ante el estrés y la ansiedad, consiguen llegar a un punto de desconexión, como si no existiera ley de la gravedad, como si la presión exterior nos importase realmente un pimiento. En mi empeño por transformar mi mente, como un cuarto de maravilla del siglo XVI, en algo parecido a un masaje sensorial visité la exposición del Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, Juan Gatti, en La Fresh Gallery. La exposición responde al nombre de ‘Ciencias Naturales’ y en ella el fotógrafo y diseñador gráfico muestra parte de un trabajo de ambientación realizado para la película ‘La piel que habito’, de Pedro Almodóvar. Cuadros que recuerdan a las portadas de álbumes y cromos de nuestra infancia, como aquellos de Vida y Color. Imágenes de cuerpos despojados de toda piel, al estilo del muñeco del juego de Anatomía Humana, rodeados de una flora luminosa y una fauna idílica. Alguno de esos cuadros aparecen en la película de Almodóvar, tras el escritorio del despacho que el protagonista, Robert Ledgard (Antonio Banderas), tiene en su casa. En la inauguración, además del gran Juan Gatti, me encontré con Alaska y Nacho Canut, que se marchaban rápidamente a un concierto de Fangoria, el modelo Iván Sánchez, la peletera Elena Benarroch, y una radiante, y vestida de Prada, Bibiana Fernández. Lo mejor para la galería es que prácticamente todo el mundo compró obra. Mucho punto rojo debajo de cada cuadro. Ni rastro de Pedro Almodóvar. Tenía jaqueca. Al parecer hizo un esfuerzo y más tarde se presentaría en la after party en el estudio del artista.
“Todo es bello pero, al mismo tiempo, esa belleza es una perversa trampa que nos sitúa en un mundo que nosotros hemos dominado, explotado y destruido, pero al que irremediablemente nos vemos abocados”. Así define el comisario de arte Rafael Doctor la muestra de Gatti. La belleza como una perversa trampa. Como la mente spa. Tarde o temprano, los efectos del relajante muscular desaparecen y tienes que volver a enfrentarte a los señores que se apuestan tu bienestar al blackjack, a los especuladores de ruleta americana y a los consejos de administración.
Como en la novela de Martín-Santos, España está regresando a los años 40. Veo demasiados aspectos comunes entre esa historia ambientada en un país sumergido en una desoladora situación económica y social y cualquier informativo de las tres de la tarde. Los tiempos se solapan, como en una versión inapropiada de Retorno al pasado, sometiendo el silencio al miedo; y el miedo, a la incierta oscuridad. Todas las buenas novelas albergan oscuridad: en su entorno, en sus personajes o en su época. Hasta podríamos estar viviendo un capítulo de El señor de los anillos. La diferencia es que la oscuridad, en la obra de Tolkien, arrasaba la Tierra Media y aquí, ahora, es la clase media la que la sufre. Por lo demás, todo se parece mucho. Hasta empiezo a sospechar que no todos somos humanos; que algunos son razas antropomorfas.
Como en un relato de ciencia ficción de Huxley, vemos el fútbol –el mejor opio para el pueblo que ha existido desde el nacimiento del Real Madrid- como si fuera el soma que consumían los habitantes de Un mundo feliz. Pero para no dejar a ningún ciudadano sin su alucinógeno se creó Telecinco (o Cuatro), un nuevo concepto de opio, algo adulterado pero con la misma capacidad adictiva. En la novela de Aldous Huxley se decía que un gramo de soma curaba diez sentimientos melancólicos, con todas las ventajas del cristianismo y el alcohol sin ninguno de sus efectos secundarios. Supongo que ya todo el mundo sabe que el director de cine y actor Santiago Segura se ha llevado los 12.000 euros que pagan a los famosos por ir a Más allá de la vida y ridiculizar a la médium espiritual Anne Germain. Cuentan que la cadena está pensando si emitir o no el programa en el que Segura le dice a la médium que no ha acertado ni una, poniendo en evidencia algo que muchos sospechábamos. En la profesión del actor ya se habla de aquellos que han osado burlarse del imperio Vasile y de lo difícil que lo tienen para trabajar en esa casa. Y siempre se pone el ejemplo de Sancho Gracia, actor que en La Noria se atrevió a cantarle las 40 a Belén Esteban y desde entonces está vetado en la cadena. Los hay que piensan que con Santiago Segura no valdrá el veto ya que el poder del director –gracias a la repercusión social de su saga Torrente- enfrentaría a dos poderosos. Pero como no hay dos sin tres, otros opinan que detrás de todo esto hay una inteligente estrategia de Segura: por un lado, acceder a la invitación del programa y llevarse los 12.000 euros calentitos y, por otra parte, evitar las críticas de muchos de sus seguidores al verle sentado frente a la supuesta vidente, burlándose de ella en la grabación y, así, evitar su emisión.
Lo de Anne Germain me parece de juzgado de guardia. No ya por los famosos que asisten al programa, se llevan su dinerito y hacen lo que se espera de ellos, sino por la indefensión con la que personas anónimas, cargando con la herida abierta del familiar perdido y la necesidad de un consuelo, una explicación, un poco de paz, acuden a Más allá de la vida para que la cadena haga caja con su dolor. No me creo a esa señora y, lo peor de todo, es que me hace pensar que estamos dotados de un provincianismo mental rebozado en prejuicios que, si esa misma mujer se llamase Hortensia Montoya y fuera sevillana, no haría sospechar y no nos creeríamos ni una sola palabra que saliese de su boca.
Vivimos en un pequeño, o gran, agujero. Una especie de madriguera, una tubería, un lugar oscuro en el que nos refugiamos del terror que nos contagian, protegiéndonos la cabeza con los brazos para que cualquier cascote que caiga de arriba no nos escalabre. Pero eso puede cambiar. El agujero, en inglés, el idioma en el que se comunican los muertos de Utrera con Anne Germain, es the hole. Y The Hole es el nuevo espectáculo que se estrenó el jueves en el teatro Häagen-Dazs de Madrid. Una mezcla sensacional entre el Crazy Horse de París, el Cirque du Soleil, un poquito de Kit Kat Club, La Cliqué de Londres o el The Box de Nueva York y un humor provocador y canalla, más nuestro, como de un renovado Molino barcelonés. Todo eso podría ser The Hole, un agujero desde el que poder salir a la superficie con energías renovadas. La idea, que parte de la productora LetsGo, Yllana y Paco León, puso a todo el público en pie. Especialmente cuando Paco sobrevoló por encima de nuestras cabezas. Allí estaban, absolutamente entregados al canalleo y el espectáculo, el director de cine Álex de la Iglesia, el actor Hugo Silva, el reparto completo de Aída, Carmen Lomana, Eugenia Martínez de Irujo, Pepón Nieto, Pastora Vega y Juan Ribó, Massiel, y más. Entre ellos, los futuros maestros de ceremonias de este show: Eduardo Casanova, Alex O’Dogherty, Silvia Abril, Fernando Gil y la gran Pepa Charro.
The Hole tiene la apariencia de una civilización sumergida, de un universo mágico en el que a uno le apetecería instalarse, un oasis subterráneo en el que disfrutar de nosotros mismos, y de los demás, mientras en la superficie solo se habla de agujeros económicos, de déficit, de austeridad,… Y si en algo no hay que ser austero es en nuestra capacidad de proporcionarnos –y proporcionar- placer. Vamos, que aunque los tiempos quieran teñirse de gris, que aunque nos aconsejen que el silencio es la mejor manera de sobrevivir, que aunque las sombras habiten la Tierra (Clase) Media y sospechemos que lo peor aún está por llegar, siempre nos quedará un agujero, iluminado con luces de fiesta, en el que sentirnos como en casa. Porque a veces, hay muy buenos agujeros en los que entrar y cargarnos de fuerza para cuando llegue la hora de salir.
No me gustaría ser un insecto, por ejemplo. Especialmente en primavera, que hay que pasarse las 24 horas polinizando y uno ya no está para esos trotes y aquellos galopes. Aunque si lo piensas bien, lo bueno de polinizar es que no hay que trabajarse mucho el tema con cenas, cines, cafés,…no. En el mundo de los insectos lo que funciona es el aquí te pillo aquí te polinizo. Y siempre en la primera cita. También es verdad que disfrutar, lo que se dice disfrutar…se disfruta poco. Más bien se actúa a modo de empresa de mensajería llevando el semen, para que me entiendan, del estambre al estigma. Hablando de estigmas, me han hablado de una encuesta en la que enviaron a la calle a un chulazo y una chulaza para preguntar (él a ellas y ella a ellos) tres cosas. La primera pregunta era:
¿Quiere salir conmigo esta noche?
Empate. 50% de hombres y 50% de mujeres contestaron que sí. La segunda pregunta fue:
¿Quieres venir a mi apartamento?
Aquí se produce la primera disparidad: un 6% de las mujeres contestó que sí y un 65% de los hombres, también. Y cuando llegó la tercera y definitiva pregunta
¿Quieres acostarte conmigo esta noche?
ninguna mujer respondió afirmativamente y un 75% de los hombres sí lo hizo. Explico que el 25% restante no dijo que no; sólo añadió que tenía novia o estaba casado. Que las cosas claritas al principio no vaya a ser… A mí lo que me sorprendió fue el 6% de mujeres que dijo que sí iría al apartamento del chulazo pero no se acostaría con él. Entonces, ¿a qué iban al apartamento? ¿A comprobar si tenía moqueta? Por favor, si alguna mujer tiene una respuesta a esta duda, mi yo antropológico se lo agradecerá.