lunes, 11 de julio de 2011

Alumnos y profesores

Siempre he creído que tenía vocación de alumno, o sea, que lo que de verdad me gustaba era estar aprendiendo cosas todo el rato. Sin embargo, me he dado cuenta que ese interés, a una determinada edad, es contraproducente. Primero, porque la mayoría de tus contemporáneos ya están en otra fase, o sea, en la de maestro y, aunque no tengan nada que aportarte, se empeñan en aportártelo. Y eso no hay alma baturra que lo soporte. Y segundo, porque estás en una edad en la que cualquier cosa que te suponga un mínimo esfuerzo es cuestionada de inmediato. Si además has sido de adolescencia etílica, ya ni te cuento; se te queda el coco como un disco duro de capacidad limitada y memoria ram, o sea, almacena lo que necesita en ese instante y desecha el resto. Algo que de entrada te exime de profesiones tan atractivas como intelectual o tertuliano de radio y televisión. Una pena.

Tengo una amiga, que es la de siempre, la que siempre sale en estos textos, que me acusa de mentir. Ella cree que los hombres presumimos de que queremos ser alumnos pero lo que de verdad nos pone es ir de profesores y presumir de experiencia. Sin embargo, las mujeres, que están más dotadas para la enseñanza, han tirado la toalla porque no hay peor alumno que un hombre: o sea, un ser que no presta atención a otra cosa que no sea él mismo. Así que, en medio de esta batalla de sexos, opté, hace mucho, por no ser alumno y tampoco profesor. Casi prefiero ser pupilo, que como su nombre indica, salta más a la vista.


Hoy regreso a la playa.


Ya he llegado a 100 seguidores. Debería cumplir mi promesa y colgar aquí un posado en bolas. Ahora entiendo a los políticos que ganan las elecciones. A veces es difícil cumplir hasta lo que tú mismo has prometido.

2 comentarios:

  1. Una pena ... Disfrute de la playa, caballero.

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  2. ¿Una pena llegar a 100 seguidores? ¿Una pena regresar a la playa? ¿Una pena querer ser pupilo?

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