martes, 5 de abril de 2011

La caja

Siempre que me enfrento a una mudanza me encuentro con ella. Es una caja de cartón, una vieja caja de zapatos, llena de pequeños objetos: amuletos, piezas de Tente, billetes de metro, cajas de cerillas, postales,...detalles aparentemente inservibles, testigos de una adolescencia algo lejana. Y con cada mudanza se abre el mismo interrogante: ¿me deshago de la caja? Y siempre llego a la misma conclusión: no puedo. Me inquieta tirar esa caja llena de atrezzos de vida porque para mí son resortes de la memoria, del recuerdo de cada una de las situaciones que acompañaron a esos objetos. Cada vez que me encuentro con esa caja, escondida en algún rincón de mi casa tan lejano como el de mi mente, la memoria se dispara y proyecta aquel día que llegue del colegio, con el baby lleno de pegamento pero con un buho de corcho para regalárselo a mi madre. O aquella caja de cerillas en la que firmamos todos los de la panda jurando volver a encontrarnos, diez años después, en el mismo lugar (nunca sabré si alguien cumplió aquella promesa...yo...la olvidé). Ese es mi miedo; temo que si elimino esa caja, eliminaré también esos recuerdos que únicamente existen cuando la apertura de esa caja los revive. A falta de una doctora como la que interpretaba Ingrid Bergman en el ‘Recuerda’ de Hitchcock, esa caja es mi propia hipnosis regresiva. Me espanta vivir de recuerdos pero tampoco considero que me sobren como para desprenderme de ellos tan alegremente. Y esos no molestan. Están ahí, en la caja de zapatos, esperando la próxima mudanza para salir a la superficie, a tomar aire.


3 comentarios:

  1. A mi me gusta empaquetar cosas cuando acaba una etapa importante de mi vida. De mayor tendré que ser diógenes, pero es que una de las cosas que me dan mas miedo es olvidar las cosas que me han hecho tan como soy ahora. Incluso los recuerdos digitales los saco en CD y van a una caja también. En fin Sr Paco Tomás, un abrazo!

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