lunes, 3 de enero de 2011
Yo también fui virgen
Amigo, ya sé que estás a punto de llegar a España para celebrar las fiestas en familia pero si tú desencadenaste este conflicto interno que vivo, tú vas a asistir a cada paso en falso que dé, aunque para ello tenga que cambiar el mail por el sms. El otro día presencié una conferencia de un escritor uruguayo que me aclaró que no estoy solo en el mundo; que seres semivacíos, primitivos en sus sentimientos y nada evolucionados en su interior, hay muchos. Eso me tranquiliza porque en el supuesto de que algún día la Tierra fuera invadida por fuerzas extraterrestres, el colectivo al que pertenezco sería indispensable para el combate y la victoria frente al alienígena, tanto por su número -el escritor dijo que éramos muchos- como por el sentimiento desarraigado, dato más que importante a la hora de decidir quién avanzará como escudo humano en una guerra de las galaxias. El escritor me estaba aportando mucha confianza en mí mismo hasta que puso a Cristo como ejemplo de persona evolucionada y a la Virgen María como todo lo contrario. Sus argumentos fueron que mientras Jesús sufrió y dió la vida por los demás, María sólo padecía por su hijo. Y a mí, que no tengo nada de mesías pero sí fui virgen una vez -los hay que piensan que aún lo soy-, pues no me sentó bien y abandoné la conferencia algo indignado. Y aquí sigo, mucho más perdido que el primer día que empecé a buscarme. Algo me dice que no me voy a encontrar antes de la Nochebuena, lo que supondrá tener que volver a ser el bicho que se queja del menú (ya son cerca de treinta y tantos años cenando lo mismo esa noche), que se niega a jugar al Pictionary en una mesa llena de cáscaras de pistachos y cabezas de langostino, y que le oculta a la tía Carmen el mando de la tele para que no pueda hacer zapping y descubrir que Raphael hace un especial en La Primera, con lo que a ella le gusta. Soy un monstruo. Lo sé.
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