Esta semana, Madrid se ha convertido en un monumental helado de limón y nata. Pudibunda, indigesta, provocadora, sensacionalista, desmedida y, en algunos momentos, envenenada por tanto conservante y estabilizante. Porque, como en Angel Face, la magnífica película de Otto Preminger, los peregrinos que han visitado la capital con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, o sea, la semana del Orgullo Católico, no eran tan adorables como los pintaban.
Cargados de un exhibicionismo que ellos mismos no toleran cuando lo practican otros colectivos, los peregrinos paseaban por el centro de la ciudad abanderados, dominantes, integristas, como un ejército victorioso desfilando ante los vencidos. Eso sí, sus consignas entrarán directamente en el top five de la majadería. Escuché a un grupo de peregrinos corear: “Soy drogadicto, mi droga es Benedicto”. Al principio me pareció una soberana estupidez; luego comprendí que era la verdad más absoluta que iban a manifestar en los cuatro días de visita papal. Aún así, creo en su reinserción social.
Madrid, pintada de blanco y amarillo, como la bandera vaticana, sacralizó el espacio público para convertirlo en una especie de festival de verano, en un Benicàssim, donde los cabeza de cartel no eran los Arcade Fire, ni Brandom Flowers sino Benedicto XVI; B16, como un bombardero, para los creyentes con Twitter. O sea, la visita del Papa, diseñada como la gira de una rockstar, no fue otra cosa que una ostentación de poder, un ‘aquí estoy yo’, un alarde de pomposidad con el que hacer campaña. Pecado capital: soberbia.
Pero, a diferencia del clima de tolerancia y libertad que se vive en un festival pop-rock, esta semana, en Madrid, las dos Españas volvieron a enfrentarse. Desesperanzador. La Iglesia y los católicos practicantes se ven amenazados por la secularización de la sociedad. Se sienten víctimas y cuando en el victimismo entra el componente religioso, la víctima se convierte en mártir, con lo peligroso que es eso. Pero lo que no entienden, o no les interesa comprender, es que ese laicismo combativo, impulsivo y, desgraciadamente, en ocasiones también intransigente, no es inherente ni gratuito. Es la consecuencia. La consecuencia a ataques de este tipo: “A matar maricones durante sus manifestaciones en contra de la Iglesia católica” (voluntario de las JMJ detenido por intentar atentar contra la marcha laica), “Reducido el sexo a simple entretenimiento, ¿qué sentido tiene mantener la violación en el Código Penal?" (Ricardo Benjuméa, redactor jefe de la revista del arzobispado de Madrid), "La homosexualidad perjudica a las personas y a la sociedad" (Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife), “Si la mujer aborta, el varón puede abusar de ella” (Javier Martínez, arzobispo de Granada). Y esto es solo el principio.
El director de cine Ramón Salazar (Piedras, 20 centímetros) contaba esta semana, en el diario de rodaje de su nueva película, 10.000 noches en ninguna parte, su encuentro con un joven cristiano que se sintió atraído por él, acto seguido por su profesión y que invitó al realizador a intercambiar los números de teléfono y poder asistir, alguna tarde, al rodaje. Medio estupefacto vivió el momento en el que el joven le presentaba a su novia Mencía y a otra pareja de peregrinos. “Uy, el cine, el cine, el cine…”, dijeron los tres, a medio camino entre la crítica y la condescendencia. Cuando el joven les informó que Ramón le había invitado al rodaje, los rostros mutaron. La pareja de amigos se despidió con un antipático “pásate a la tele, que tiene más futuro” y Mencía, presenciando un intercambio de sonrisas entre su chico y el realizador, añadió: “A ver si los de tu condición dejáis en paz a nuestros novios”. Y se alejó, con su chico de la mano, no sin antes soltar un socorrido ‘maricón’ que retumbó en la calle Preciados de Madrid.
Creo que un día después, Ramón recibió un sms del joven cristiano que, fiel a su palabra, esperaba que pudieran quedar alguna tarde y charlar. Ignoro si esa insistencia formaba parte de su labor evangelizadora. Quién sabe. Le preguntaré a Ramón.
Me ha encantado leerlo! Verdades como puños!
ResponderEliminarLa lectura del artículo me hace parafrasear un chiste de Gila: "Me habéis matado al Santo Padre, pero ¡Y lo que me he reído!
ResponderEliminarSiguiendo con los chistes malos, creo que el artículo inaugura una nueva era en la Filosofía: Los "Argumentos ad Domine" (no sé si lo habré escrito bien, no estudié latín más que un año).
Yo conozco a algunos peregrinos de los que van con el papa, y la verdad, tienen sus defectos como todos, pero no los veo reflejados en lo que aparece en el texto. A lo mejor a mi me pasa lo que a muchos alemanes de los años 30: que el judío que vivía en su barrio era un médico amable, un abogado implicado en asuntos sociales... pero estos en realidad estaban impidiéndoles ver la cruda realidad del Sionismo Internacional, que por la razón que fuera intentaba reducir al pueblo alemán a la miseria -y lo conseguía hasta el momento de acceder Hitler al poder, claro-.
Lo malo era que el médico perdía su empleo por ser judío, el abogado idem del idem, y al final si tras mil desventuras no acababan en una cámara de gas, era por pura chiripa. ¿Pasará esto también con los católicos? Al menos en el caso de Hitler el propio mandatario sabía que su abuela, la que era empleada de hogar en una vivienda judía, había sufrido abusos sexuales a manos de su contratador, y que Adolf era en parte heredero -incluso genéticamente-, de esa afrenta. Así que el fhurer sabía bien como las gastaba aquel pueblo que se decía elegido por Dios.
He podido leer este texto en el "Diario de Mallorca" y me he quedado con miedo. No quiero imaginar que alguno de esos cristianos me puedan golpear si algún día por casualidad me ven saliendo de una sala de cine donde se proyecta cine español.
Saludos.
Eduardo Martinez
Gracias por tomarse la molestia de escribir aquí Eduardo.
ResponderEliminarConfieso que yo también me asusté en algunas ocasiones. Estoy rodeado de cristianos y católicos, como supongo que la mayoría de los habitantes de este país. Mi madre, mis hermanas, lo son. El artículo no es una crítica al cristianismo, aunque el catolicismo, como "empresa", deje mucho que desear.
Con el artículo he intentado transmitir unas sensaciones que deberían hacernos reflexionar a todos. Por un lado, la de la batalla perdida que me provoca que tanta gente joven, y supongo que muy válida, no esté contribuyendo a renovar la iglesia sino que acepte unos dogmas que pretenden coartar el progreso social de un país y la libertad individual de sus ciudadanos.
Por otro lado, puedo asegurarle que lo que yo he vivido en Madrid estos días era una ostentación de poder. Un desfile continuo de cánticos, banderas (alguna incluso anticonstitucional), crucifijos, que, a mi modo de entender, solo tienen la lectura de la soberbia. Soberbia con la que enfrentarse al laicismo feroz de otros que, a su vez, son feroces ante la intransigencia del catolicismo. Y así hasta el desolador infinito.
Yo no conozco católicos que acompañen al Papa. En eso, usted me gana. Yo conozco católicos que están en sus casas, que trabajan, que viven su fe particularmente, sin alejarse de su idea de Dios ni un segundo, pero lejos de la Iglesia por razones evidentes. Sospecho que un JMJ lo que moviliza son católicos ligados a las instituciones religiosas (especialmente colegios) y a las ramas más ultra del catolicismo (Opus Dei, Kikos -que por cierto mañana tienen un acto religioso encima del escenario que empleó el Papa, en Cibeles-). Y esos son los mismos que viven su fe como un elemento diferenciador, como algo que les hace superiores, y por eso se atreven a manifestarse ante reformas sociales con el único argumento de su dogma de fe.
Y esos, claro está, van lo justito al cine. Sea español o no.
No pretendía transmitir miedo en el artículo, aunque le aseguro que si los viera desfilar en formación (precisamente eso hacían los alemanes) sin hablar entre ellos de lo bien que había estado el Vía Crucis sino cantando himnos a voz grave o se hubiera sentido intimidado por los grupos que, cuando veían una pareja gay caminar de la mano, les acosaban con vuvucelas -todo eso no lo he contado en el artículo por no llevarlo al enfrentamiento visceral-, quizá entendería de lo que estoy hablando.
Tengo la esperanza puesta en esos católicos de los que usted habla.
Un saludo
Paco Tomás
Estupendo post, colega guionista.
ResponderEliminarYo viví una escena de pánico parecida a la del "Love Parade" de Duisburgo, en la salida del metro de Atocha, gracias a que los cristihooligans no supìeron comportarse cívicamente ante una avalancha de gente. Y nadie les ha dicho nada del macrobotellón que ha dejado toneladas de basura, ruido y meadas en fuentes públicas.
España siempre tiene el problema de variar el rasero de medir.
¡Enhorabuena Paco! Buenísima la historia del niñato catolico apóstolico y romano queriéndose ligar a Ramón Salazar para entrar por la puerta grande en el Cine Español.
ResponderEliminarOs adoro a los dos, gracias por vuestra gran creatividad "artistazos", os deseo un feliz verano 2011 con mucho amor y creación, hoy desde Edinburg,
Pako Díaz Aguilar
Está bien. Aún así, al margen de muchos fanáticos intolerantes, yo lo que he visto estos días en madrid ha sido una explosión de culturas bastante interesante... y (hablo desde mi experiencia personal) no he visto faltas de respeto, y si las ha habido, estoy seguro de que ha sido de los españoles "de siempre", porque la gente de otros países y otras culturas venía a España a pasárselo bien (antes incluso que a ver al papa, que al final verle "en vivo", le habrán visto unos pocos).
ResponderEliminarCuando tú vas de turista a otro país tampoco te pones a criticar y a juzgar, sabes que te sumerges en otra cultura y ya está. E imagino que con los extranjeros que vinieron pasó igual.
Y que, joder, ver a esos italianos paseándose por ahí sin camiseta, depilados y sudados te alegraba la vista!
En definitiva, que a mí el caracter "internacional" que ha tenido esto me ha encantado, ver banderas de varios países ondeando por todas partes, gente de muchas clases...
Y lo malo, por supuesto, son algunas de las ideas que hay detrás del cristianismo, saber que muchos de esos jóvenes serían homófobos, etc.
Pero bueno... yo creo que ha sido más una fiesta cultural que religiosa.
Con la JMJ el músculo “centro”- derechista español se ha visto fortalecido. Fortalecido porque ha sido una gran fiesta Rave bicolor vaticana que ha obligado al gobierno a apoyar laicamente una fe y a acallar las voces indignadas que no inclinarían la balanza hacia Génova pero que a partir de ahora tampoco lo van a hacer hacia Ferraz.
ResponderEliminarLo peor de todo es que la Juventud Cristiana ha incurrido en Madrid en una actitud de mirar a los demás por encima del hombro, y eso se llama soberbia. Porque cuando son otros los que expresan colectivamente su pensamiento –ni siquiera su fe- ellos son los primeros reaccionarios, en tomar las calles y en protestar contra todo tipo de actitud visible a los ojos de “su señor”.
No sé si los ingresos inferidos al estado –a través del IVA, se entiende- han compensado los cortes de tráfico y las molestias vecinales pero no son pocos los ayuntamientos que se han apresurado a publicar un balance económico del paso de los peregrinos benedictinos. Excusatio non petita, acusatio manifesta.
El balance que a mí me queda de estos días es que, 75 años después, vuelve a haber dos Españas. Una blanquigualda bajo palio, la otra sin colores definidos y lo peor de todo que ha emprendido un camino sin destino definido y que como no lo encuentre pronto va a pasar de indignados a utópicos.
Genial post, estoy totalmente de acuerdo. Gracias
ResponderEliminarMe interesa saber cuál es el enlace del diario de rodaje de la película de Ramón Salazar. Muchas gracias.
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