jueves, 13 de enero de 2011
La prueba del asesino
La gente no cambia nunca. Te parecerá una perogrullada pero nunca está de más hacer hincapié en ello. Puede que esa pluralidad de personas que conforma la gente, pillados de uno en uno, nos demuestre que existen acontecimientos en sus vidas que nos desvelan características en ellos desconocidas hasta ahora. Pero cambiar, lo que se dice cambiar, eso dificilmente sucederá. Y esta afirmación tan rotunda no es consecuencia de asistir boquiabierto, un mes más, a las audiencias de Sálvame, que no sería un mal ejemplo, sino a la última sesión de grupo en casa de mi psicólogo argentino. Sabes que siempre he sospechado que el psicólogo me detesta, que me debe ver como el único de sus pacientes con una o ninguna posibilidad de reinsertarse en la sociedad como un ser limpio de conflictos internos y traumas y, por lo tanto, su único tachón en un expediente cargado de éxitos. Sospecho que algo de ese odio circuló por su mente cuando, en plena terapia, dijo: “Les voy a contar una historia. Imagínense a una mujer que, mientras asiste al funeral de su madre, vé a un hombre que no conocía. Piensa que ese es el hombre de su vida, tanto que se enamora de él en aquel preciso momento pero las circunstancias le impiden entablar conversación, saber su nombre y su teléfono, de manera que, finalizado el funeral, no volvió a verlo más. Unos días más tarde, esta misma mujer asesina a su hermana. ¿Alguno de ustedes sabe por qué?” Todos permanecieron en silencio, frunciendo el ceño, como Jodie Foster en Contact, buscando una respuesta. “Está claro”, dije yo. “La mata esperando que el hombre del que se enamoró apareciera de nuevo en el funeral de su hermana". Como un niño de primaría que aguarda una recompensa a su acierto, miré a mis compañeros con cierta sonrisa de satisfacción. Entonces va el psicólogo y dice: “Correcto. Como podéis comprobar, Paco piensa como un psicópata”. Si lo llego a saber me callo. Para mí que me está haciendo luz de gas. De entrada, Marta ya se ha inventado una excusa para no ir conmigo al cine.
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Me encanta que me acabes de demostrar que yo NO soy un psicópata.
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