Ha sido una semana rara, como de salsa de restaurante chino, de esas que no tienen mal sabor pero esconden un regustillo del que, en el fondo, no quieres conocer nada más. Medio Madrid celebraba la victoria de uno de sus equipos en la Liga Europea el mismo día que Zapatero anunciaba las diez medidas para reducir el déficit público. El fútbol es así: opio. Pura droga analgésica narcótica. De hecho, estoy convencido que si hubiera sido Diego Forlán el que hubiese comunicado que se bajaba el sueldo de los funcionarios en un 5%, lo mismo sólo iban a la huelga los de la Generalitat. A mí todo esto me dibuja un gesto de gilipollas en el rostro con la impresión de que no se va a borrar fácilmente. Necesito respuestas. Acumulo tal volumen de interrogantes en la vida diaria que mi archivo de preguntas ocuparía los 500 Gb de un disco duro. Me urge recopilar contestaciones, incluso a riesgo de que la decepción acabe siendo mi único aliado. Algunas las presiento cercanas –permítanme que frivolice un segundo pero el último episodio de Perdidos está al caer- y otras… sospecho que se acabarán instalando en mi subconsciente hasta que alguna droga analgésica narcótica me haga creer que nunca existieron. Como esa que me hace dudar si alguien tan alejado de mi ideología, como el señor Rajoy, tiene razón cuando le reclama a Zapatero la eliminación de la vicepresidencia tercera del Gobierno. No veo que en las diez medidas contra el déficit se refleje la devolución, por parte de la Banca, de los millones de euros que se le inyectó, como droga en vena, para que luego presentaran unos informes brillantes de beneficios. Sin embargo, sí leo la suspensión de la revalorización de las pensiones y una chorrada sobre los envases de los medicamentos que casi me provoca un aneurisma. Son tantas las preguntas y tan contradictorias las respuestas que nos ofrecen que podríamos quedar paralizados, de repente, por puro miedo. Congelados en medio de la calle, en la cola del autobús, frente a la caja del supermercado, como en una fantástica película americana de serie B.
Paso frente a un escaparate decorado con el acrónimo de la Televisión Digital Terrestre. Creo que la TDT es el mayor bluff de los últimos años. Ya sé que es pronto para sacar conclusiones tan drásticas pero aquellos que nos hablaban de variedad de canales, de multiplicar la oferta, de crear en España una televisión similar a la americana, con canales a lo HBO, creo que nos vendieron una moto. Lo único que veo en la TDT son películas infames, Sálvame en todos sus formatos y a todas horas, videoclips latinos y teletienda. Eso es todo. Muy apetecible. Muy HBO. Las productoras y las televisiones arriesgan menos que Santiago Segura rodando Torrente 4. Y para colmo de males me aseguran que nadie, de la jerarquía tecnológica pensante, se atreve a anunciarnos que la TDT ya se ha quedado vieja. Que ningún decodificador ni ningún televisor está preparado para recibir la Alta Definición, el HD en el que ya emite, por ejemplo, Telemadrid y TVE –no toda la programación porque hace falta una adaptación tecnológica importante y no está el horno para bollos-. A estas alturas empiezo a titubear. Ya no sé si quiero respuestas. Recibo una llamada de teléfono de Gustavo Jiménez Vera, el director de El Club de Pizzicato, en La 2. Me recuerda que otra televisión es posible y me confirma que el programa, en el que Nacho Pérez de la Paz y yo escribimos los guiones, ha sido nominado a los premios de la Academia de la Televisión. O sea, que estoy nominado. Ya sé que una gran mayoría, consumidora de esa televisión poco compatible con la Ley General Audiovisual, piensa que eso significa que la audiencia puede decidir si abandono o no la casa. En mi caso, la nominación va seguida de un galardón, no de un estudio en el que me van a poner a caer de un burro. El espacio, presentado por el violinista Ara Malikian, las actrices Rocío Calvo y Virginia Carmona, y el gato Pizzicato, es una manera de acercar la música clásica a los más jóvenes, convirtiendo el aprendizaje en algo divertido y con un lenguaje apropiado para aquellos que, nacidos en plena era digital, deben descubrir que ambos universos son compatibles. Pues bien, el programa está nominado, en la categoría de Mejor Infantil, junto a My Camp Rock de Disney Channel y Los Lunnis de TVE. Las buenas noticias son la mejor droga. Tienen mucho de analgésico pero apenas componentes narcóticos. Sólo espero que cada semana alguien se encargue de proporcionarme mi dosis de buenas noticias.
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