jueves, 20 de mayo de 2010
La mala educación
El grupo, como una manada buscando agua, ha regresado a la consulta del psicoanalista argentino. “El ser humano es adictivo por naturaleza”, comentó Marta mientras subíamos todos en el ascensor, como ganado con vocación de Big Mac. “Nos acostumbramos a algo y ya no entendemos la existencia sin ello. Mira el móvil, el correo electrónico, internet,...una vez que lo conoces y lo disfrutas, ya no puedes vivir sin él”, añadió. “A mí me pasa algo parecido con los chicos que conozco. Imagino que por eso estoy otra vez aquí”, apuntó Encarna. “A mí me sucede con los centros de bronceado rápido. Oye, que si no estoy morena en febrero, me deprimo”, dijo Emma, que os recuerdo que es rubia. Dentro de la sala de terapia, con esas paredes que alguna vez fueron blancas, sentados formando un círculo, nos miramos con cara de ‘vaya equipo de fracasados que estamos hechos’ hasta que el psicoanalista dijo: “Pará esos ojitos de carnero degollao. Vamos a ser políticamente incorrectos. Vamos a ser maleducados”. Estuve a punto de levantarme y salir de allí gritando auxilio. Si ese hombre, que en sus terapias me había recordado a Videla, se proponía ahora ser maleducado, era más que posible que allí tuviera lugar una desgracia irreparable. Menos mal que Marta me sujetó a la silla porque la proposición consistía en hacer aquello que socialmente está considerado de mala educación y que, sin embargo, nos apasiona hacer. “A mí me encanta mojar pan en el caldito de la ensalada”, apuntó Josep. “Bostezar hasta que se te vea el último empaste”, destacó David. “Rascarme mis partes”, dijo Santi. “Eso ya lo haces”, soltó Marta, con gesto de viajar en metro a las tres de la tarde. “Me gustaría poder mirar a alguien fijamente porque tiene una cara extraña”, interrumpió Emma, mirándome fíjamente. “Oye, ¿eres tonta?”, reaccioné. “Yo preferiría poder dejar a alguien con la palabra en la boca porque lo que está diciendo no me interese en absoluto”, aportó Marta. “Eso ya lo haces”, atacó Santi, con cara de saborear la venganza, como si supiera a ensalada de foie con parmesano. “¿Me estás llamando maleducada?” Creo que cuando Marta intentó estampar la silla en la cabeza de Santi fue cuando nuestro psicoanalista dio por finalizada la terapia. Lo que te decía, es un sádico.
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Me ha recordado a la hilarante terapia de electroshock que el Dr. Marvin Monroe aplicó a la familia Simpson. Conectados a corrientes eléctricas, cada uno de ellos podía aplicar una "pequeña" descarga al miembro de la familia que le apeteciese.
ResponderEliminarSpringfield sufrió un tremendo apagón.
Chan, chan!