La pasada tarde tuvimos terapia de grupo. O quizá debiera decir terapia de trío, siendo fiel al número exacto de personas que acudimos a la llamada de Encarna. Marta y yo entramos en casa de nuestra amiga que, tras su primera cita con postre sexual en tres meses, estaba al borde del abismo emocional. “¿Por qué las mujeres con poca vida sexual, a nuestro pesar, siempre tememos olvidar ‘cómo se hace’ y nos enfrentamos al acto con tal nivel de autoexigencia que nos cargamos el polvo?”, preguntó Encarna mientras sacaba a la mesa un bollo de mermelada de kiwi acompañando a un té frío. Marta y yo nos miramos, como retándonos el uno al otro a tomar la palabra, cuando Encarna prosiguió. “Cuando el tío me propuso sentir el orgasmo a la vez tenía que haberle dicho que yo lo único que cronometro es el estofado”, añadió. “La mayoría de los hombres son unos dictadores en la cama y no se han dado cuenta que nuestro ritmo vital es otro”, apuntó Marta y se comío un trozo de bollo. Creo que en ese momento se me ocurrió comentar algo sobre la importancia de los preliminares pero Marta no me dio tiempo a pronunciar la primera sílaba. “El orgasmo simultáneo es una gilipollez. Tengo una amiga sexóloga que opina que es una chorrada que se le ocurrió a un grupo de sexólogos americanos que necesitaban clientes. Simultanear una función biológica es casi tan absurdo como pretender estornudar a la vez. El bollo esta buenísimo. ¿Lo has hecho tú?”, soltó así, de golpe. “No. Es comprado”, contestó Encarna. “Pues está muy rico. Lo que tenemos que hacer las mujeres –en ese momentó comprendí que mi presencia en aquella reunión era meramente testimonial- es empezar a procurarnos los orgasmos a nuestro libre albedrío”, dijo Marta. Y en ese momento sacó del bolso una especie de mp3 barato y lo colocó encima de la mesa. “Os presento a Slightest Touch”, añadió. Justo cuando yo iba a probar el loado pastel de kiwi, Marta contó que se trataba de un aparato que contribuía a que tuviera orgasmos más intensos y duraderos. Preferí dejar el dulce para otra ocasión. “Aquí donde lo ves, y por 88 euros, puedes adquirir este aparatito que estimula las vías nerviosas sexuales llevando a la mujer a una meseta preorgásmica donde permanece al borde del orgasmo todo el tiempo que desee” dijo. “Yo no sé si una meseta preorgásmica es lo que mejor me viene a mí en este momento”, apuntó Encarna. “Por supuesto que sí”, exclamó Marta. “Y lo mejor de todo: sin tocar la zona genital. Te colocas estos electrodos en los tobillos, te tomas un Red Bull veinte minutos antes y aquí paz y después, gloria”. Marta nos explicó lo mucho que había cambiado su vida desde que adquirió el aparato en una teletienda. “Me lo pongo antes de que el jefe me eche una bronca, en la consulta del dentista, en las reuniones de la comunidad de vecinos,…y me cargo de energía positiva. De hecho, en la última declaración de la renta…lo llevaba puesto. Y me tocó pagar pero oye, los viajes a la meseta preorgásmica te limpian la mente de angustias. Os los recomiendo”. Y mientras Encarna consultaba con Marta la posibilidad de comprarse una finca en esa meseta, yo las observaba, asumiendo de antemano que las mujeres no sólo son más prácticas que los hombres sino también más divertidas.
¡Pero qué bueno eres, Paco Tomás! Y qué bien escribes.
ResponderEliminarQué contenta estoy de haber descubierto tu blog. Soy oyente de Wisteria Lane y a raíz del programa te estoy descubriendo otras facetas. Eres absolutamente fantástico. Enganchadita me tienes al blog!!
Un beso!!!