miércoles, 29 de septiembre de 2010

Las series de mi vida. Toma II

Y seguimos con las series que subrayaron con rotulador amarillo fluorescente algunos fragmentos de mi vida:

55.- ESPACIO 1999

Creo que estoy ante la primera serie de culto de mi vida. Imagino que a finales de los 70, hablar de la antesala del año 2000 era hablar de ciencia ficción. Ahora, superada esa barrera psicológica, me cuesta creer que la ficción supere la realidad. Espacio 1999 era británica aunque yo, durante muchos años creí que era de producción norteamericana. No sé porqué…pensaba que una nave espacial era patrimonio norteamericano; cosas de la edad.

En la serie, los residuos nucleares terrestres se almacenaban en la luna. Esos residuos explotan, en un accidente catastrófico el 13 de septiembre de 1999, lo que lanza a la luna fuera de su órbita y la envía, junto con los 311 habitantes de la base lunar Alpha, al espacio exterior. Salían Martin Landau y Barbara Bain, con un peinado estupendo para el espacio y unos pómulos muy Dietrich. No soy capaz de recordar tanto pero algunos expertos aseguran que la serie, en una primera temporada, era más filosófica y en las siguientes, más de acción. Yo creo que seguro que me enganché en la parte de acción porque yo, a esa edad, filosofía tenía poca. ¿Alguien recuerda cómo se llamaba ese personaje que era una mujer, de peinado divino, que se podía convertir en lo que quería con un zoom a los ojos?

54.- LOS HOMBRES DE HARRELSON

Supongo que detrás de mi admiración por la serie se escondía otra pulsión que desvelaría años más tarde. Ante la pantalla, leía “S.W.A.T.” y una voz en off decía en castellano: “Los hombres de Harrelson”. Y yo pensaba que en España se traducía fatal.

Era una serie policíaca, de las de toda la vida, con el único aliciente de que todos los policías estaban buenorros. Buenorros para la época, que era la segunda mitad de los 70. Aunque todas las chicas de mi clase estaban enamoradas del oficial Jim Street (Robert Urich), yo era más de Dominic Luca (Mark Shera). Lo increíble era que esos personajes, tapados hasta las cejas, sin enseñar un pedazo de nalga ni medio torso, despertaban los mismos instintos básicos que los niños de Física y Química, que se pasan en pelotas medio capítulo. Eran otros tiempos.

53.- SANDOKÁN

Con el paso del tiempo tiendo a creer que Sandokán, y en especial su protagonista, Kabir Bedi, despertaron mi lado chaser. Luego, a alguien se le ocurrió decir que Luis Mariñas –el del Telediario- se parecía a él y el instinto se me aletargó.
Veía Sandokán sin haber leído a Salgari pero me daba igual. Y si las mudanzas Urbano no me hubieran perdido la mitad de mis discos, seguro que aún tendría el single de la banda sonora de la serie, de los hermanos De Angelis.

52.- EL SHOW DE CAROL BURNETT

La recuerdo como la primera actriz cómica que con solo verla, me arrancaba una carcajada. Me hipnotizaban sus gestos, sus muecas, sus sonrisa llena de dientes, su físico tan fuera de la norma. Supongo que en los años 60, la fea encontraba su lugar en la comedia. Supongo que en la actualidad, tampoco ha cambiado tanto la cosa. En Estados Unidos, una república federal que sueña con tener familia real, se la conoce como Reina de la Comedia Americana.
El show de Carol Burnett estuvo en pantalla desde 1966 hasta 1977 y por él ganó cinco premios Emmy. En algún lugar aún debo tener la cinta VHS con el especial California Suite y el maravilloso sketch de la madre intentando convencer a su hija para que salga del cuarto de baño y se case. En el programa, Carol imitaba a mujeres que, años después, formarían parte de mi olimpo mitómano: Gloria Swanson, como Norma Desmond; Bette Davis, Joan Crawford o Lana Turner. Y por supuesto, como en todo buen show americano, había estrellas invitadas: Liza Minelli, Cher, Ethel Merman, Rock Hudson, Chita Rivera, Bernadette Peters,…¿quieren más razones? Supongo que en nombre de todos esos años, tan permeables a cualquier acontecimiento, me grabé la versión cinematográfica de Annie, el musical, dirigida por John Huston y con la Burnett transformada en una maravillosa Miss Hanigan.

51.-HOMBRE RICO HOMBRE POBRE

La serie le encantaba a mi madre. Y yo empecé a verla porque mi madre la veía. Los títulos de la serie piden un homenaje ya, con esos dibujos, como de novela del oeste antigua. Si alguien ve esa cabecera ahora y se fija en la categoría de los actores, es posible que hasta grite de emoción. Y confieso que aunque Nick Nolte estaba guapísimo –o simplemente joven- en la serie, a mí empezó a interesarme cuando apareció Falconetti. Un villano como Dios manda, con parche en el ojo incluido. He tenido que buscar en Internet el nombre del actor que lo interpretaba, William Smith, y me doy cuenta que un buen malvado siempre me ha seducido más que un buen héroe. Y eso que aún no sabía de la existencia del lado salvaje de la vida.

martes, 28 de septiembre de 2010

Las aventuras de Enrique y Ana. Cap. 4


Estamos en 1985. Ana hace globoflexia en El Retiro. Enrique insiste.


Aplicaciones

Sé que, tarde o temprano, alguien se volverá loco. Y lo que más me angustia es saber que formo parte de los candidatos. Empiezo a contemplar la posibilidad de que Steve Jobs, como una especie de Godzilla digital, se levantase una mañana y decidiese dominar el mundo. Para eso creó Apple, los MacBook, los iMac, los iPod, el iPhone y ahora el iPad. Y para abocarnos al abismo, los ha dotado de aplicaciones. El desasosiego me invade pero no puedo evitar llenar mi iPhone de ellas. Estoy enganchado al WhatsApp (una manera de enviar sms sin que se refleje en la factura), al AroundMe (una manera de saber dónde está el cajero, el bar o la farmacia más cercana), al Shazam (una manera de reconocer cualquier canción que suene en cualquier lugar), al Free Wi-Fi (una manera de saber dónde hay un red wi fi libre a tu alrededor) y a casi todas las aplicaciones fotográficas. Hipstamatic, Polarize, CameraBag, MoreLomo y así hasta que un día levante la mirada del teléfono y la tenga perdida, ausente, sin retorno. Imagino que en ese momento el señor Jobs, en Cupertino (California), tachará un nombre más de la lista y yo ingresaré en el camino de Jesús, por eso de volver a casa. Será así. Y ahora que sé que el primer ministro británico, Peter Cameron, está enganchado a la aplicación Angry Birds (un juego en el que hay que lanzar pájaros para acabar con unos malvados cerdos verdes) no me cabe la menor duda. Una cuestión de paciencia, como todo.

Mientras ese día llega, y aprovechando la fama de impuntuales que gastamos en España, acudo a fiestas siempre que puedo. En esos lugares suelo coincidir con otros ‘captados’ por el señor Jobs que, ajenos a todo excepto a su iPhone, pasan pantallas con el dedo con una destreza sorprendente. La última vez fue la semana pasada, cuando fui a felicitar por su cumpleaños a la actriz Pepa Charro, que había acudido, con numerosísima delegación mallorquina, al desfile de Lluís Corujo en El Ego de Cibeles, la pasarela que descubre a los diseñadores más prometedores. Allí me encontré con los actores Asier Etxeandía y José Luis Huertas. Los tres, con el teléfono sobre la mesa, comentamos nuestras aplicaciones. Allí también estaban, entre mucha más gente, las actrices Rocío Calvo y Ana Otero, Fernando Estrella y el actor Bart Santana. Hablé con Pepa Charro sobre su reciente aventura en el nuevo Molino barcelonés y todos los invitados me apuntaron lo asombrosa que era la colección presentada por Lluís Corujo, actual mano derecha del diseñador Miquel Adrover y segundo premio en el Art Jove 2006. Prendas únicas, bordados y pasamanerías, componían las piezas de la colección Pentalone que, como declaró su creador, no era “una oportunidad de negocio sino un reto personal”.

Otra fiesta llena de iPhones fue la inauguración en Madrid de la tienda del diseñador de calzado Christian Louboutin, que le ha creado zapatos hasta a la Barbie. Por allí pasaron Pedro Almodóvar, Alaska y Mario Vaquerizo, Rossy de Palma, Bibiana Fernández, Loles León, Marta Fernández Muro,… Y si alguien se preguntaba si un diseñador de calzado puede autografiar sus creaciones, la respuesta es sí; algunos invitados se compraron un par de zapatos –están alrededor de los 800 euros- y el diseñador se los firmó.

Consulto mi aplicación del Facebook para mi teléfono y veo en mi muro un enlace a una entrevista con el diseñador mallorquín Gori de Palma. El creador presentó su colección primavera verano 2011, llamada Rat Scabies, fuera del circuito de Cibeles. Inspiración punk, contracultura, diseños a medio camino entre el buen y el mal gusto…bueno, no está mal. Algunos pensaron lo mismo de Vivienne Westwood en los 70. El entrevistador le pregunta “¿Qué tiene Mallorca que ha dado tan buenos diseñadores de moda (José Miró, Adrover, Cati Serrá, Carmen March, tú)?” Y él contesta: “El aburrimiento”. Y me quedo sin batería.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Historia de una tarde cualquiera

Hay temporadas en las que uno se da cuenta que el guionista de su vida está pasando por una mala racha. Todas las secuencias que te toca interpretar están encuadradas e iluminadas como si se rindiese homenaje a un lienzo de Edward Hopper; la banda sonora es triste, abarrotada de boleros desgarrados, fados nostálgicos y algún que otro lamento huído de la voz de Billie Holliday. A veces, incluso, sobra todo y basta con un violín. Sin embargo, el vestuario se fotografía en technicolor, en un contraste de esos que nos hacen pensar que somos apariencia, que la procesión va por dentro y por fuera, la mentira. Como en los melodramas de los años 50.

Estaba yo dándole vueltas a la cabeza, pensando en qué estaría pensando mi guionista, cuando entraron en escena los vecinos de al lado. Las paredes que separan nuestras casas están construídas con papel de fumar y es imposible no poder escuchar sus conversaciones. De hecho, ya me siento parte de sus vidas. Y los oí mantener una de sus múltiples charlas en las que ninguna frase contenía más de cinco palabras. Era como asistir a la adaptación radiofónica de un relato de Raymond Carver. Pensé que su guionista valoraba mucho los silencios e, inmediatamente, me vino a la cabeza El Loco de la Colina. Hay que ver lo absurda que es la mente humana; o lo pobre que es la mía en cuestión de referentes. Y en ese momento llamó a mi puerta Marta. Tenía esa expresión de mujer despechada que llega por sorpresa a casa esperando descubrir la infidelidad de su marido. “¿Qué hacías?”, preguntó inquisidora. “Nada. Estaba pensando en que todos tenemos un guionista que nos va escribiendo la vida, en los vecinos, en Raymond Carver, en los silencios,...” “¡Lo sabía! ¡Lo sabía!”, me interrumpió. “Mira, hay una vieja historia marinera que cuenta que cuando un amigo se está aburriendo, en algún otro lugar del mundo, una Fanta deja de existir para volver en forma de Esperanza Aguirre vestida por Agata Ruiz de la Prada, con unas estrellas en las manos, bailando como una posesa; pierna para arriba, brazos para abajo. Así que no hace falta que te cuente lo que acaba de pasarme en la terraza de mi café favorito, ¿verdad? No creo que me recupere en años. Así que haz el favor de divertirte. Todos los que bebemos Fanta te lo agradeceremos”. Me dejó una peli porno alquilada encima de la mesa y se fue.

Wisteria Lane. Día 3

Esta semana, el corresponsal en Londres de RNE, Iñigo Picabea, visitó Wisteria Lane y nos trajo un reportaje sobre las misas católicas que tienen lugar en el Soho londinense para el colectivo católico LGTB. También hablamos de bisexualidad con Elena Marcos y Jorge Magaz, de Arcópoli, y disfrutamos del segundo capítulo de TRUE BLUE. Y al final, nos dio tiempo de pasar el aspirador y todo



Día 3 (Wisteria Lane)

domingo, 26 de septiembre de 2010

Hijo o hipoteca

A mí Juliana, la maquilladora de la tele, me lo dejó bien clarito mientras maquillaba a un artista neozelandés que había fabricado un inodoro con revistas del corazón. “Ser mujer y entrar a formar parte de la Casa Real es asumir que, a partir del año, vas a empezar a parir hasta que Dios quiera. Es como si tuvieran el instinto reproductivo más acentuado que el resto”, comentó. “Lo que de verdad destaca en ellos es su bolsillo, que con 2.000 euros al mes le aseguro a usted que hay que elegir entre hijo o hipoteca”, apunté. “¿Tienes hijos?”, me preguntó. “No”, respondí. “¿Y casa?”, insistió. “No”, contesté, repitiendo respuesta, aunque, en esa ocasión, con bastante menos ánimo. “Ya”, dijo ella y continuó maquillando al artista neozelandés, que no se estaba enterando de nada. El silencio de Juliana me provocó cierto ataque de pánico, como si el hijo y la hipoteca dieran sentido a la vida y...si yo no tenía nada de eso...¿qué sentido tenía mi vida? “Hazte republicano”, me dijo mi amiga Marta. “A mí me ha funcionado. Eso de echar la culpa de todo al gobierno está pasadísimo. Ahora lo que se lleva es ser republicano, estar en contra de los presupuestos de la Casa Real y gritar a los cuatro vientos que ese dinero estaría mejor empleado si se invirtiera en museos, en cultura, en sanidad, en alcantarillado, en lo que sea. Le echas la culpa de tus frustraciones a Letizia, como si fueras Jaime Peñafiel, y mano de santo. En serio, desde que soy republicana, llevo mejor mis dramas personales porque sé cómo canalizarlos”, añadió. “¿Has vuelto al psicólogo, verdad?”, pregunté. “Sí”, contestó cabizbaja. “Yo también”, comenté en plan solidario. “Es duro porque...no sé, a mí Letizia, aunque empiece a parir sin parar, como si creyera que tiene la obligación de perpetuar la especie, me cae bien”, dijo Marta, confesando su verdadero sentimiento. “En los días que llevo sin verte...¿no habrás tenido un hijo?”, consulté. “No”. “¿Y una hipoteca?”, añadí. “¿Otra?”, respondió ella. Y fue entonces cuando me hice republicano.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Las series de mi vida. Toma I

Hacer listas es una manera de ordenar la memoria. El otro día me puse a confeccionar una en la que fui apuntando todas las series de televisión, desde que tengo algo parecido a uso de razón, que más me han impactado, influido, marcado, en mi vida. Y aunque dejé fuera muchas series que he visto pero que, realmente, no han actuado sobre mí de una manera tan tajante, la lista acabó teniendo 60 números. Así que, ya que pasé ese rato, lo voy a colgar en el blog.

La lista no sigue un orden de interés, no va desde la que menos me ha impactado a la que más; sigue un orden cronológico, desde la primera que recuerdo a la última. Las cinco primeras son:

60.- EL CONDE DE MONTECRISTO.

Con Pepe Martín. Creo que es la primera serie que recuerdo, no con muchos detalles pero sí tengo la impresión que aquella adaptación de Dumas, que en aquel momento yo no tenía ni idea de quién era Dumas, despertó en mí una expectación tremenda. Casi de un modo inconsciente, comprendí que la venganza es una trama estupenda para captar el interés del espectador. Fue la primera serie con venganza en mi vida, pero no la única.

59.- PIPPI CALZASLARGAS

Una vez escuché a la profesora Rosa Tabernero, de la Universidad de Zaragoza, explicar que uno de los datos que demuestra qué es España frente al resto de Europa era que mientras en España los niños leían "Marcelino, pan y vino", en Europa se leía "Pippi Calzaslargas". Yo no llegué al libro de Pippi; a mí me asaltó, directamente, la serie de televisión. Y se convirtió en una cita imposible de eliminar de mi rutina. Aquella serie fue todo un cambio en mi manera de entender la niñez, las responsabilidades, los vínculos, el sentido de la dependencia,...la libertad. De todo eso me doy cuenta ahora pero sería absurdo pensar que toda esa teoría no germinaba en mi mente infantil. Pippi era una niña, no un niño, como venía siendo habitual en los protagonistas; ella era fuerte, se defendía muy bien sola y era feliz en esa especie de anarquía en la que vivía; comía dulces cuando le daba la gana y tenía un sentido del compañerismo y de la amistad admirable. Lo que no llegó a transmitirme jamás fue ese amor por convivir con un mono y un caballo. Muy Eloy de la Iglesia. Muy ochentas.

58.- HEIDI

Mentiría si dijese que no me tragué Heidi desde el capítulo 1 hasta que Clara empieza a andar. Es verdad que en aquellos años era más fácil mantener una disciplina de espectador con la televisión y con sus series. No había mucha variedad y tampoco había mucho más que hacer, aparte de salir a jugar a la calle o hacer los deberes. Supongo que por haber mantenido mi interés durante capítulos y capítulos, he metido Heidi en esta lista. Y porque, esa serie japonesa fue la primera que me hizo llorar delante de una pantalla. Lloraba todo el rato. Si se perdía Copito de Nieve, lloraba; si Niebla se comía a Pichí, lloraba; en cuanto aparecía la abuelita ciega de Pedro, yo lloraba; cuando se llevan a Heidi a Frankfurt, a llorar,... Todo lo fuerte que me había hecho Pippi se fue al garete con Heidi, que me despertó el rasgo sensible. Con Heidi descubrimos que había padres que se tenían que separar de sus hijos porque tenían que viajar a otro lugar por motivos de trabajo y que los abuelos podían acabar educando a los hijos, algo que tres décadas después está perfectamente integrado en nuestra sociedad. Y la serie creó un personaje, la señorita Rottenmeier, que nos sirvió durante años para clasificar a todos esos adultos que nos parecían insoportables.

57.- LA CASA DE LA PRADERA

Dos series seguidas buscándote la fibra sensible podrían ser la causa, en un básico análisis freudiano, del hombre que ahora soy. Sentarnos a ver La casa de la pradera era casi un ritual familiar. Era como ver Cuéntame en la actualidad. Las desgracias de la familia Ingalls nos hacían pensar que las nuestras eran 'pecata minuta'.
La resignación y la fe cristiana como herramientas para afrontar todos los obstáculos, serían argumentos suficientes como para que detestase la serie hoy. Pero en aquel momento...imagino que la familia que llora unida,... Pero había dos cosas que me fascinaban en esa serie: una eran los créditos del principio, con Laura, Mary y Carrie, las tres hijas, corriendo ladera abajo. Cada sábado -creo que se emitía los sábados- la pequeña Carrie (interpretada por dos actrices distintas) se daba una hostia tremenda y nosotros en casa, muy básicos, nos descojonábamos. Y dos, Nellie Oleson, la hija mayor de los propietarios de la tienda del pueblo. Ese personaje orgulloso, malvado, siempre pensando en humillar, con esos tirabuzones,...me encantaba. Lo odiaba, pero reconozco que cuando aparecía en el capítulo, el episodio ganaba interés para mí.

56.- BUSQUEN A CHRISTIE LOVE

Muy pocas personas de mi generación se acuerdan de esta serie. En España, la serie se tituló Busquen a Christie Love, pero en inglés era Get Christie Love!, con signo de exclamación.

Recuerdo algunas notas de la sintonía, en una cabecera en la que la actriz, Teresa Graves, corría por las calles de Nueva York con un pelo afro espectacular y unos trajes de chaqueta y pantalón modelo 1974 realmente maravillosos. Ella ganó el premio TP en 1975 a mejor actriz extranjera. Creo que nunca se lo enviaron. Ella tampoco lo reclamó.

Mi hermana y yo jugábamos a correr como ella, pistola en mano, por el pasillo de casa. Aún recordamos una anécdota al respecto.

jueves, 23 de septiembre de 2010

8 'extraños' hábitos


En una ocasión, no recuerdo exactamente cual porque llega un instante en la vida en el que descubres que lo que más acumulas son ocasiones y eso es muy deprimente, me invitaron a participar en un ¿inofensivo? juego teenager que consistía en enumerar ocho extraños hábitos tuyos. El juego, que aún debe estar dando tumbos por la red, formaba parte de una red social y cada miembro de esa red invitaba a otro con el objetivo de confesar esos ocho hábitos y así "conocernos mejor".
Como su nombre indicaba, el juego pretendía que demostrases ante todos que no sólo eras raro sino que eras mucho más raro de lo que pensaban.

Mis ocho hábitos -tengo más- eran:

1. Me vuelve loco un playback. En la ducha, mientras me visto,...hasta por la calle, con el ipod en la oreja.

2. Llevar gran parte de mi ropa a la limpieza en seco. Tengo miedo de que la lavadora, los programas y el mundo ese extraño del detergente se carguen una camisa a la que le tengo cariño o que, simplemente, me ha costado un huevo, las cosas como son.

3. En ocasiones me da por cruzar los pasos de cebra sólo pisando las rayas blancas y otras veces, solo las de asfalto.

4. Poner el despertador media hora antes de levantarme, para así tirarme un rato en la cama consciente de que me quedan 30 minutos de lecho. Odio que suene el despertador y levantarme inmediatamente. Me provoca una sensación de autómata muy desagradable.

5. Las veces que he compartido piso con otros compañeros, no podía llevarme a nadie a casa. Nunca la acababa de ver como mía.

6. Me pongo tan nervioso con el bricolaje y la destreza manual que soy capaz de pagar la mitad de lo que me ha costado un muebe de Ikea con tal de que vengan a montármelo.

7. Aún hoy, a mis años, sueño con ser invisible.

8. A veces, en fiestas y bares de copas, creo que lo he logrado (lo de ser invisible, digo)



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Piensa en mí


Hoy me ha dado por pensar, que diría una rubia. ¿Has notado el papel que juegan en nuestras relaciones los móviles, los mails y los sms? Hasta algo tan personal como una cita o un 'te quiero' con forma de corazón llega antes al móvil que a tu propia persona. Son testigos electrónicos de nuestras dudas, temores y alegrías. Una vez escuché que existimos porque nos piensan y no al revés. O sea, que estamos vivos porque sobrevivimos en la mente de otra persona. Y entonces pensé que la alarma que nos alerta de la entrada de un mail o un sms es como un recordatorio de que en ese instante alguien nos piensa, luego existimos. Por eso creo que se debería controlar con firmeza el uso que se hace de ellos. Esperar una llamada con deseo, acercarse al contestador y escuchar: “Telefónica le informa que... -y se detiene unos segundos, en plan peli de suspense-... no tiene ningún mensaje nuevo”, es frustrante. “¡Asquerosa!”, le gritas a esa voz y cuelgas enfurecido porque piensas que la tipa de la grabación se está descojonando con sus amigas y rifándose quién es la próxima que te lleva al borde del infarto. Esa pausa es maligna. Eso sin contar cuando esperas ese mensaje de una cita (porque nunca te atreves a llamar, no piense que estoy desesperado) y, de repente, el sonidito te avisa que acabas de recibir un sms. Corres hacia el móvil como Julie Andrews corría por las montañas austríacas en 'Sonrisas y Lágrimas'. Con la sonrisa resplandeciente, abres el sobrecito y aparece: “Movistar publi: llama gratis al 4467 y apuntate a la promo frontera70, envia 70sms desde el 1/10 y a partir del 70 sms gratis a ms-ms en tl. nacional hasta el 31/10”. Odio es poco. Lo que sientes en ese momento contra tu operador de telefonía móvil es similar a lo que sentía Bette Davis por Joan Crawford en 'Qué fue de Baby Jane'. O peor aún, lo que sentían en la vida real. Hay que tener mucho cuidado con eso. Estoy pensando pedir que dejen de bombardear con publicidad mi correo y mi móvil. Es deprimente pensar que existo porque los de la compañía telefónica piensan en mí, como un número más en su base de datos, para sacarme más pasta. Juro que les pasaré la factura del psicoanalista.

La Transversal. Llamada a Elvira Lindo


Hubo una noche, ya no recuerdo si perdida en el tiempo, en la que Paco Tomás -hablar de mí en tercera persona me provoca escalofríos, me siento Aída Nízar, que es como decir que me siento Belcebú- llamó a Elvira Lindo.





Y hablamos de ficción, de Manolito Gafotas, de lo felices que podemos llegar a sentirnos con un programa de radio, de la higiene del sueño, el habla popular, los teatrillos con María Teresa Campos, la estética de una época,...






lunes, 20 de septiembre de 2010

Que están en los cielos

Amigo, he comprobado que los que tenemos la medicable tendencia a admirar exageradamente, desarrollamos una curiosa relación con la ausencia. Un rasgo fundamental del mitómano es no tener contacto alguno con la persona a la que idolatra. De lo contrario, la ilusión daría paso a la realidad; el mito se transformaría en carne, con todos sus miedos y miserias, y la admiración se desvanecería como el agua que se escurre entre las manos, que diría el compositor Manuel Alejandro. Y en ese entorno solitario, los mitómanos aprendemos a relacionarnos con la mayor de las ausencias: la muerte. Estamos rodeados de muertos, convivimos con ellos, como el niño de El sexto sentido. Ignoro si ellos son conscientes de su fuga, de su ‘no ser’ y su ‘no estar’, pero me hacen compañía. “Adivina quién viene a cenar esta noche”, me dice Katherine Hepburn. Bromeo con Marilyn, converso con Marlon (que tiene el detalle de venir a verme con el look de Kowalski) y Judy canta mientras me afeito. Los sigo admirando porque nunca dejaron de manifestarse. Lo hacen a través de nuevos soportes digitales porque, como me explicó una vez Billy Wilder, “el cielo es la hostia. Tienen todos los avances tecnológicos”. La otra tarde, un amigo me contó que la mayoría de las risas grabadas de las series americanas de televisión se registraron a principios de los 50. O sea, pensé, que la gente que escucho reír cuando veo capítulos de Las chicas de oro o de Friends, ya está muerta. Y sin embargo, se ríen con ganas. Hasta me contagian su carcajada. Eso reafirmó mi teoría de que los muertos están por todas partes, en nuestro día a día, y que un mitómano como yo aprende a vivir rodeado de ese tipo de ausencias, porque, ante todo, son la esencia de su ser. Esta semana me encontré con el maestro Robert Altman y con el genial Philippe Noiret. Nos sentamos a ver Gosford Park y Cinema Paradiso. Lo pasamos bien. Hasta lloriqueamos un poco cuando el personaje de Noiret muere en la peli. Pero los tres sabíamos que el cine es mentira. ¿O no? Ya lo decía mi abuela: “A los muertos no hay que tenerles miedo. Es a los vivos a quienes debes temer”.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Wisteria Lane. Día 2


En nuestro segundo día en Wisteria Lane, con nubosidad variable y humedad... justa, Silvia Pérez Arroyo nos recordó un reportaje sobre los represaliados homosexuales en el franquismo, escuchamos el primer capítulo de la incorrecta "True Blue", la nueva serie de vampiros de moda en el barrio, y nos fuimos a cocinar a casa del cantautor, Víctor Algora. Y otra vez, nos volvieron a dar las tantas



Día 2 (Wisteria Lane)

Muñecos




Seguramente un psicoanalista que haya leído mucho al desfasado de Freud tendría un montón de argumentos que aportar a esto que voy a escribir pero...me encantan los muñecos y muñecas. No es una obsesión y tampoco un cajón de sastre en el que coleccionar desde Mariquitas Pérez hasta operadísimas Bratz. Más bien se trata de una atracción hacia un tipo determinado de muñeco. Me refiero a que en mi dormitorio tengo a los personajes de La melancólica muerte del niño ostra, de Tim Burton. En el salón, me mira con gesto altivo una Blythe a la que aún tengo que customizar. En otro rincón de la casa posan varios Kidrobot (Dunnys y Kozik) y confieso que ando como loco detrás de alguna que otra Barbie, edición especial, homenaje a Elizabeth Taylor, Barbra Streisand, Tipi Hedren, Blondie, Elvis y Priscila,... No sé qué sucede en mis circuitos cerebrales cuando veo una muñeca que me gusta pero, posiblemente, se asemeje mucho al de una niña de 7 años. Hace tiempo eso me hubiese preocupado. Ahora, disfruto con ello. Debe ser una de las ventajas de hacerse mayor. Por cierto, la casa Mattel ha sacado una colección especial Mad Men, la serie, que me ha puesto los ojitos temblorosos, como los de Candy Candy cuando estaba a punto de ponerse a llorar.

Experiencias

Caminaba por la ciudad, enfrascado en alguno de mis atornillados pensamientos, cuando algo interceptó mi paso. Sobre la acera de la calle Alcalá, entre el Círculo de Bellas Artes y el Ministerio de Educación, a tiro de piedra de la Puerta del Sol, una señal de tráfico triangular me advirtió de algo. Leí: “Gran atardecer aquí. Gratis a diario”. Luego descubrí que formaba parte del programa de actividades de La Noche en Blanco y confieso que lo primero que pensé fue: ¿cuánto les habrá cobrado el artista conceptual a la organización por esta idea? En el mundo de los colectivos de artistas contemporáneos uno siempre tiene la impresión de que le están tomando el pelo. Ya sea colgando mil grillos vivos en un lienzo, como ha sucedido en Cáceres, sin que sepamos muy bien qué quería contar el artista o con propuestas muy interesantes, muy divertidas, muy participativas, pero que requieren muy poco esfuerzo creador, aunque se facturen como si realmente hubieran inventado la Playstation. Señalar 15 puntos de Madrid desde los que ver una puesta de sol me parece una propuesta sostenible, barata e imperecedera. Pero cobrar a la organización por ello se me antojaba desproporcionado. Pero como la información suele ser la mejor manera de salir de dudas, busqué y encontré. La propuesta era obra del colectivo Basurama, reyes del reciclaje y comisarios invitados de la pasada Noche en Blanco. Si ustedes son de vivir la ciudad, cosa que por otra parte les recomiendo activamente, recordarán que los de Basurama ya intervinieron en Palma de Mallorca, el pasado mes de mayo, con la acción ‘Spermöla sobre ruedas’, en Es Baluard. En el caso de ‘El sol se pone para todos’, que así se llamaba la propuesta, se cumplía con las premisas de esta edición: utilizar recursos existentes, interacción con la ciudad de una manera diferente y redescubrir los tesoros ocultos de la villa. Así que… si pasan por Madrid durante lo que queda de año, no se sorprendan cuando vean una señal triangular azul que les avisa de un gran atardecer a las 20.31 horas, más o menos. Hay quince para elegir. ¡Coleccionalas! La capital es así: tan pronto organiza una noche de orgullo pijo, abriendo hasta las 12 de la noche la tienda de Chanel, como te monta una noche ‘en blanco’ a base de experiencias recicladas. En la variedad siempre estuvo el gusto.

Para mí, que soy más de experiencias perturbadoras, disfruto situándome frente a una película del mallorquín Agustí Villaronga. “Tras el cristal” aún no se ha borrado de mi mente, y la vi hace trece años. Y estoy deseando que “El mar” salga en dvd para que entre a formar parte de mi filmoteca. En un negocio lleno de artistas que imitan a otros artistas, encontrar un creador con un universo propio, con un estilo a la hora de contar historias y componer personajes, es un privilegio para el espectador que no se puede desaprovechar. He tenido la suerte de ver “Pa negre”, su última película, que opta a la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián. Dos cosas: no se la pierda y, por lo que más quiera, véala en versión original. Supongo que en la isla no existirá ese problema pero en Madrid, es más que posible que se estrene con alguna copia doblada. El doblaje en una película como “Pa negre” es un crimen.

Ya sabrán que se trata de la adaptación de dos obras del escritor Emili Teixidor (“Pa negre” y “Retrat d’un assassí d’ocells”) y cuenta la infancia de un chico durante los años 40. Con sinopsis como esta, lo primero que pensará es que esa película ya la ha visto. Y cientos de veces. Posiblemente sea así, no lo discuto. Pero en el arte lo importante ya no es destacar como el más original de todos, algo que también está muy bien, no le vamos a quitar mérito a la innovación. Lo importante es tener la personalidad suficiente como para que el público se interese por el punto de vista del realizador, por su manera de contar una historia, ya sea de chico busca chica o de infancia en posguerra. Y “Pa negre” es una película dura, con unos primeros minutos brutales, que parece estar rodada desde las entrañas de un país corrompido por el odio, la envidia y el rencor.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La cita

“Eso pasa por tomarte la vida tan a pecho”, me soltó mi amiga Marta después de escuchar mi narración. Quedé con ella en un café del centro para contarle que había tenido una cita. Ya sé que hay personas a las que este dato les resulta tan cotidiano que no entenderán mi recreación, a la que calificarán de desproporcionada. Podría decir que realmente soy un tipo desproporcionado, pero tampoco quiero crear falsas expectativas entre posibles amantes aficionados a leer columnas de opinión. Pero lo que es cierto es que soy un individuo de pocas citas. Por eso, cuando tengo una, la vivo como si fuera Nochevieja, la boda de mi mejor amigo o la retirada definitiva de Julio Iglesias de los escenarios: con mucha emoción y una entrega casi adolescente. Y según Marta, ahí está el error. Uno se pasa los domingos sentado frente a la tele, sin prestarle atención al telefilme basado en hechos reales, y dejando volar la imaginación hacia el páramo de la nostalgia o, en el mejor de los casos, hacia la ensoñación de la cita perfecta. Una disfunción cerebral hace que te imagines la cena, las velas, la balada de Norah Jones, el cutis radiante, la sonrisa encantadora, el polo de Ralph Lauren que te queda como un guante y no remarca lorza alguna y el vaquero que te hace un culo tipo Bon Jovi. Entonces, llega la cita e intentas poner en práctica tu fantasía animada dominical. Te afeitas, porque la barba canosa te hace mayor: te cortas y te irritas, porque es inevitable. Te aplicas corrector de bolsas para los ojos, pero no funciona porque lo que tú quieres es que la crema actúe sobre las bolsas como hace el Fairy con la grasa y eso, es imposible. El polo es de Ralph Lauren, eso sí, pero la lorza es digna de Michael Moore. Y no se va. Nunca se va. Está saturada. Como la grasa de las patatas fritas que te comiste en tu última depresión. Menos mal que si camino como si fuera un avestruz, marco un poco de culo. Lo del pelo no tiene solución. Te encantaría rapártelo, pero ya es tarde y te lo engominas hasta atentar contra los tratados de Kioto. Resultado: estás horrible. Y solo hay una cosa peor que estar espantoso: estar espantoso pero dando pistas de que has intentado parecer divino. Humillante. Y como llegas a la cita con la autoestima anorexica, no das lo mejor de ti y la cita es un fracaso. Si ya me lo decía Marta: “Te exiges demasiado”. ¿Será verdad?

Las aventuras de Enrique y Ana. Cap. 3

Seguimos en 1984. Y seguimos en Madrid. Concha Velasco triunfa en televisión con la serie "Santa Teresa de Jesús" y Ana se dedica a hacer origami en el Retiro.





Enrique

¿Y qué haces Ana? ¿Qué es ese papel que tienes en la mano?


Ana

Hago origami


Enrique

Uff, yo hace meses que no tengo un origami.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El placer de aborrecer


Le estoy pillando el puntito a eso de aborrecer. Recordarás que no era muy dado a ese sentimiento insano, y hasta un poco prepotente, pero a medida que voy cumpliendo años, meses o días, noto que mis principios se tambalean más que Gasol sobre unos tacones de aguja. He pasado de reprimir mis fobias a convertir su verbalización en una filia. Con esto quiero decir que tener aversión a alguien o algo puede llegar a ser un sentimiento puro y hasta noble, siempre y cuando comprendas que la solución está en mantener las distancias con el ente aborrecido y nunca darle con una olla a presión en la cabeza, por mucho que te apetezca. Dice mi amigo Borja, que lo tengo detrás leyendo por encima de mi hombro lo que escribo -nada me pone más nervioso; nada aborrezco más- que vaya un tema inapropiado que he elegido para escribir. La mejor manera de que me deje continuar tranquilo es enviarle a pensar qué es lo que más aborrece en este mundo. Los españoles, como en la copla aquella que hablaba del beso, cuando detestamos algo, lo detestamos de verdad y a ninguno nos interesa aborrecer por frivolidad. Al igual que en el amor, esa ojeriza nos desborda, nos domina, nos arrebata y, en ocasiones, nos apasiona. Se difumina todo lo terrenal y llegamos a gozar demostrando esa antipatía, sin tapujos, sin disimulos. Por ejemplo, a mí me sucede con Zaplana, con Camps y con Kiko Hernández. Es una cuestión de piel, de físico, de historia, de militancia ideológica a cualquier precio... Mira, lo dejo que ya noto cómo me sube la adrenalina. Dice Borja que lo peor es argumentar la fobia porque proyecta un halo de ser supremo, de esos que basan su autoridad en detestar todo aquello que gusta o entretiene a la masa, y que es más satisfactorio aborrecer porque sí. Y me presenta una lista con treinta y nueve candidatos -entre personas y situaciones- que ha confeccionado en sólo tres minutos. “Me ha pegado tal subidón pensar en todo lo que desprecio que ahora podría limpiar toda la casa, bajar a la compra y hacer unos kilómetros de footing para liberarme de la presión”, dice. Le tomo la palabra y le doy la escoba. Si es que aborrecer es como el Red Bull, que te da alas.

Playlist (17 de septiembre de 2010). Mis vinilos

Mi madre me ha regalado un plato. No es un plato moderno, de esos que venden ahora en la Fnac. Es un tocadiscos de esos de La Tienda en Casa, que también trae cd y dicen las instrucciones -aún no lo he comprobado- que convierte vinilo a mp3. El caso es que con esa excusa me he puesto a ver los vinilos que tengo. Un ejercicio de nostalgia nada recomendable cuando se tienen las defensas bajas. Lo primero que he descubierto es los muchos discos -lp's y singles- que he ido perdiendo por el camino, en las muchas mudanzas. En la última (Palma-Madrid), Mudanzas Urbano me perdió una caja llena de discos. Como tienes una semana para reclamar y yo tardé más tiempo en desembalar las cajas, pues si te he visto, no me acuerdo. No pasa nada. La gente aprende a vivir con pérdidas más importantes. Lo segundo que he comprobado ha sido lo ecléctico que era en mis gustos musicales. Y en ese arrebato, me ha dado por confeccionar una lista en el Spotify con algunas de las canciones que tengo en vinilo y que durante casi tres décadas me han acompañado. Vamos, que en este enlace está parte de la banda sonora de mi vida. Una parte sólo...



Alaska y los pegamoides, Thompson Twins, Fairground Attraction, 10.000 Maniacs, Esclarecidos, Depeche Mode, The kids from Fame, Grease 2, Danza Invisible, Video, Golpes Bajos, Tahúres Zurdos, David Bowie, The Bolshoi y la Electric Light Orchestra.

jueves, 16 de septiembre de 2010

La parodia nacional

Esto sucedió en 2006.


Tengo colapsado el mail con un montón de mensajes que incluyen un enlace a un diario digital que se llama El pueblo de Ceuta, donde una mujer indescriptible de seudónimo Nuria Van Der Berghe escribe -es lo que tiene la escolarización obligatoria, que luego cualquiera junta letras- que los homosexuales no deberían apropiarse el término homófobo porque sería más correcto “mariconófobo”, además de otras perlas tipo “a muchos ciudadanos, entre quienes me encuentro, nos da pechá de repugnancia ver a dos tíos morreándose”. O “exijo de esos tipos, y de sus derechos y libertades, que me respeten a mí y a mi sensibilidad y la sensibilidad de las madres que estemos con nuestros hijos desayunando”. O “las efusiones repulsivas que los maricas deben guardar para su intimidad”. Y así durante 65 líneas. El número de amigos indignados ya llenaría la sala Magna del Auditòrium de Palma. Sin embargo, cuando terminé de leer el artículo de la señora me asaltó la duda: para mí que la tal Nuria no existe. Lo que leemos es una burla, una parodia de sí misma, como han acabado siendo los grandes polemistas tipo Jiménez Losantos. Nuria es una imitación soez de Cristina López Schlichting y que, para más coña, pienso que ni siquiera es mujer. Seguro que detrás de esa firma se esconde un señor que, aunque reniega de la teoría del ‘políticamente correcto’ -yo también, porque esa teoría me obliga a respetar su libertad de opinión-, no está dispuesto a ser reconocido por la calle como el intolerante e intolerable que dice ser. Es una parodia. No hay otra explicación. Porque ninguna numeraria, aunque su imagen esté a medio camino entre una monja seglar y una bailarina de peep show tailandés, sería capaz de escribir frases como “culo peludo descalabrao” o “folleteo”, como ella, o él, o ‘it’, emplea en su artículo. Pero si de verdad alguien me quiere hacer creer que Nuria existe y que me considera una inmoralidad, sólo puedo añadir que la única solución para su problema es el exilio voluntario porque, como dijo el pornógrafo Larry Flint, "vuestro sistema está creado para asegurar las libertades de los peores de nosotros". Así que...a joderse y aguantarse, Nuria, bonita, tesoro.


Estoy convencido que podría volver a pasar en cualquier momento.

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Transversal. Llamada a Lucía Bosé



Hubo una noche en la que Paco Tomás llamó a Lucía Bosé. Y sucedió esto:


El 'buenrrollismo'

Nada es más falso que el naturalismo. Me cuesta conectar con la gente que se empeña en actuar con naturalidad cuando ninguno de sus movimientos, ninguna de sus palabras, responde a un impulso espontáneo. Pero eso, como todo, puede empeorar y cuando eso sucede aparece el ‘buenrrollismo’. Se llamaba Adri, era cantante, y llegó a casa de Josep acompañada de amigos y conocidos comunes. Sonreía con una dulzura sospechosa, parecía pasar de puntillas por la vida pero, a los diez minutos, uno ya la tenía calada: Adri era una ‘buenrrollista’. Dice Marta, que ahora le ha dado por leer libros de antropología social, que los años 70 crearon un estereotipo de persona que, justificando sus acciones en la lucha política, vivia la libertad sexual y hasta el consumo indiscriminado de drogas como una parte imprescindible del compromiso político. “¿Y a qué viene ahora eso?”, le pregunté encerrados en el cuarto de baño. “Que la Adri esa es hija, o nieta, de esa generación. Primera característica de un ‘buenrrollista’. Te apuesto lo que quieras a que tiene un discurso sobre la ley que prohíbe fumar, a que se hace un porro a los postres y a que se toca el pelo todo el rato”, dijo. Salimos del baño y nos incorporamos a la cena. Asistimos, en directo, a una manifestación de ‘buenrrollismo’ en estado puro. Adri, como buena ‘buenrrollista’, empleó toda la noche una actitud tan falsa que si eso mismo lo hace Madonna decimos que es una diva, pero como ella lo hace desde la filosofía antisistema, con los pies descalzos encima del asiento y con pose de enfant terrible vestida de mercadillo, los hay que piensan que es auténtica. Sus pausadas intervenciones (aún no sé si escuchaba o es que no tenía nada que decir) sirvieron para criticar a los funcionarios, para reprochar que en una casa no haya cervezas, para meterse con el bolso de Prada de Marta (que áun está pagando) y para detestar todo lo que aplaude la mayoría, aunque en algunos casos a quien aplaude la mayoría sea precisamente a los que son como ella. Llegaron los postres. “¿No tendrás para hacerte un porro?”, preguntó Adri a Josep. “Encima fuma de gorra”, le dije a Marta al oído. “Ya verás como ahora se vuelve a tocar el pelo”, presagió Marta. “Yo, si hay algo que no soporto, es ser centro de atención”, soltó Adri mientras se tocaba su corte de pelo a lo kale borroka. Marta y yo nos miramos sin saber bien qué decir.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Wisteria Lane. Día 1

El primer día en Wisteria Lane estuvo lleno de emociones. Daniel Ampuero nos recordó un reportaje sobre una pareja de gays israelíes que habían logrado ser padres tras recurrir a un vientre de alquiler. Y Paco Tomás se acercó a tomar café a casa de Javier Fuentes-León, el director de 'Contracorriente', una película de temática LGTB ganadora del premio del público en Sundance y que representará a Perú en su lucha por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Con él estaba la actriz del filme, Tatiana Astengo, y los tres conversaron hasta bien tarde.

La noche del orgullo pijo

Resulta algo contradictorio que en un planeta en el que el fin está por encima de todo, se subestime tanto la excusa. Es posible que lo que realmente importe sea quedar con los amigos, tener una noche de sexo desenfrenado con la persona que te gusta o hacerte asquerosamente rico, pero para todo eso necesitas una excusa. Y crear una buena excusa es toda una habilidad social. Ya nadie parece preocuparse en buscar un pretexto perfecto, por eso cuando aparecen iniciativas como la Vogue Fashion’s Night Out Madrid uno no puede hacer otra cosa que dejarse llevar hacia el fin que ha justificado ese derroche de medios.

Uno se sitúa en el epicentro de este concepto de noche –en plena calle Ortega y Gasset de Madrid- y lo primero que hace es aplaudir. Como el tonto del pueblo en las fiestas del patrón. Me gusta tanto un entretenimiento, una actividad urbana que le devuelva el espacio a los peatones, que cualquier excusa me parece buena. Y ésta era suprema. Sin embargo, a los veinte minutos de estar allí, me asaltaron los interrogantes. Odio no poder disfrutar de las cosas sin tener que estar preguntándome siempre, analizando la realidad, que en ocasiones es más engañosa que la ficción. Creo que la culpa la tienen esos años en los que me dio por escuchar música de cantautores. Por eso ahora escucho música electrónica: para no pensar. El caso es que me pareció que la mejor manera de explicar la noche era contestando a las cinco preguntas que ayudan a elaborar una noticia. Un clásico.

¿Qué? Una iniciativa creada por la prestigiosa revista Vogue y que convierte a algunas de las principales ciudades del mundo en un escaparate de moda y sofisticación. Las tiendas más caras, las más exclusivas, abren hasta las 12 de la noche y ofrecen a sus visitantes desde una copa de champagne hasta descuentos. Alfombras rojas por las aceras, dj’s en directo, escaparates especiales para la ocasión, presentación de nuevas colecciones,…vamos, casi un parque temático del lujo. Por cierto, mientras prácticamente todas las tiendas ofrecían cócteles y champagne, Adolfo Domínguez, en su local de Serrano, invitaba a una degustación de aguas. ¿Es o no es fascinante?

¿Dónde? En Madrid, en el barrio de Salamanca, donde se sitúa Dior, Chanel, Bvlgari, Gucci, Jimmy Choo, Loewe, Louis Vuitton, Prada,... En la calle Ortega y Gasset se levantaba la carpa Vip donde, como sucede en toda zona vip, no cabía ni un alfiler y la sensación de sentirse especial era directamente proporcional a la de sentirse incómodo. Opté por irme a la tienda de Amaya Arzuaga. Siempre he disfrutado ante una creación de esta diseñadora como si me colocase ante una escultura de tela, ante un ejercicio de ‘tejidoflexia’ espectacular. Amaya no estaba allí porque dio a luz a su primer hijo a principios de agosto. Además, sospecho que no le sobra el tiempo a una creadora que prepara una colección para su desfile en Madrid y otra diferente para presentar en París diez días después. Si eso no es una superwoman, que venga la Mujer Maravilla y lo vea.

¿Cuándo? Sucedió la noche del jueves pasado. Era su segunda edición. Confieso que apenas disfruté la primera y este año estaba dispuesto a enmendar mi error.

¿Quién? Todas y todos. Celebrities y anónimos. Gente que propició la crisis y gente que la padece. Muy democrático todo. Por el photocall pasaron Alaska y Mario Vaquerizo, Borja Thyssen y Blanca Cuesta, Carmen Martínez Bordiu y José Campos, Ana Obregón, Miguel Ángel Silvestre, María Adánez, Boris Izaguirre, Nuria March, Paco León, Karmele Marchante,… Inmediatamente noté que aquel no era un buen lugar para Nokia. Allí todo el mundo, con la mínima excusa, sacaba el iPhone o la Blackberry como quien desenfundaba un Colt 45 en pleno oeste. Pero aunque la clase media se mezcle con la clase alta, como si fuera un reportaje de Las joyas de la corona, todavía hay rellanos que separan unos tramos de escalera de otros. Los del iPhone 4 miran con cierta condescendencia a los que, como yo, seguimos con el 3GS. ¡Es tan duro estar a la moda!

¿Cómo? Lo suyo es hacerse el recorrido andando. De todos modos, la organización de este tipo de eventos siempre está en todo y puso a disposición de los participantes unos Audi A1 para que pudieran ir de una zona a otra sin pisar el suelo y llenar así el asiento de atrás de bolsazas de firma. Esa noche, yo fui vip. Disponía de un pasaporte dorado, personal e intransferible, que me permitía el acceso a todas las tiendas, a la carpa vip de bienvenida y hasta al Audi A1 si me daba la gana. La realidad es que el pasaporte servía de poco cuando las tiendas tenían el aforo limitado y se formaban colas para entrar. Sigo pensando que estaba ante una reinvención del concepto de justicia social. Esa noche hicieron cola las que nunca hacen cola. Hacían botellón los que nunca hacen botellón. Para no olvidar todo lo que iba viendo, tecleaba ideas en el iPhone. El teléfono tiene un corrector de palabras y cuando no entiende lo que estás escribiendo, se toma la libertad de adaptarlo a lo que él cree que has querido decir. Por eso, cuando escribí Louis Vuitton, el teléfono escribió Pollos Buitrón. Admito que me deprimió tener un iPhone tan clase media.

¿Por qué? Esa es la gran pregunta. Según la directora de Vogue España, Yolanda Sacristán, para ver a las amigas, tomarse algo y hacer las primeras compras después del verano. Si ese es el fin, hay que reconocer que la excusa es prodigiosa. Me costaba entender porqué la gente hacía colas para entrar en una tienda a la que podrían acceder sin problemas al día siguiente. “Es que esta noche puedo entrar en la tienda, no comprar y que nadie me mire mal”, dijo una mujer. Será por eso.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Normalidad variable

Todo ha vuelto a la normalidad. Supongo que el ser humano necesita que sea así. Enfrentarse a los cambios, desde su dimensión más cotidiana hasta la más exclusiva, es tan inquietante como irse de vacaciones con un conocido. En principio, nada tendría que salir mal; os caéis bien, os reís juntos y hasta puede que tengáis gustos y aficiones comunes. Sin embargo, el desafío está en aceptar ese viaje sabiendo que, a pesar de eso, podéis acabar hasta el gorro el uno del otro en cuestión de 72 horas. Sé que hay personas que consideran que ahí reside el atractivo del riesgo. Pero también sé que eso no hay cuerpo humano que lo aguante. Y menos a las 8 de la mañana. Por eso creo que nos gusta volver a la normalidad, aunque sea con la boca pequeña.

Llevo más de un mes cruzando por el paso de cebra más grande de España y ni me había dado cuenta. Cosas de la normalidad. Somos tantos peatones que con dificultad uno puede llegar a intuir que está cruzando sobre veinticinco metros de franjas blancas. El lugar se encuentra en la Gran Vía, entre las calles Montera y Fuencarral. La próxima vez que lo pise, me fijaré más.

La ciudad es paliativa, aunque muchas veces ella misma se inflinja dolor. De esa manera recorremos sus calles, doblamos sus esquinas, cruzamos sus avenidas, sin mirarla siquiera, como aletargados, enfrascados en nuestros pensamientos o hablando por el móvil sin necesidad, como una manera de matar el tiempo entre el punto de partida y el destino. Resulta imposible imaginar que nuestra sociedad vivió sin teléfono móvil alguna vez. ¿Les he contado que Madrid es la ciudad española en la que más gente habla sola por la calles? Ya se lo explicaré otro día. Nos olvidamos de los detalles, de la belleza de lo cotidiano, de mirar hacia arriba y ver cómo acaban esos edificios frente a los que pasamos cada día. Un alboroto me empuja fuera de mis pensamientos. Se trata de un estreno de cine. La normalidad ha vuelto a la Gran Vía. Mientras me acerco pienso que el glamour ya no es lo que era; que esa supuesta sofisticación de los estrenos y los cócteles se ha convertido en una cita tremendamente ruidosa y el ruido no es elegante. Estrenan Lope, una película sobre Félix Lope de Vega dirigida por un realizador brasileño. Me gusta la globalización, aunque a veces no entienda muy bien lo que significa. En el reparto, Alberto Amann, Pilar López de Ayala y Leonor Watling. Me sorprende que en un estreno lleno de rostros diversos y populares tipo Juan Diego, Luis Tosar, Boris Izaguirre, Susana Griso o Jorge Drexler (pareja de Leonor Watling y autor de la banda sonora), la mayor expectación la despierte César Cabo. Sí, el portavoz de los controladores aéreos; ese hombre que durante todo el verano ha intentado hacernos comprender que cobrar 300.000 euros al año no significa que no tenga derecho a quejarse. Parece ser que cada vez que ese hombre aparecía en un informativo hablando del conflicto de su sector, medio país –especialmente la mitad femenina, y disculpen el micromachismo- sufría una especie de enajenación mental transitoria que les hacía olvidar el contenido y centrarse en el continente. O sea, que ningún fan de César Cabo será capaz de explicarle qué reclamaban los controladores o a qué acuerdo llegaron con Fomento, pero sí les describirán las camisas que lucía en cada aparición, lo bien que le quedaba la cuidada barbita de varios días y lo sensual de su despeinado. En plena sorpresa me cuentan que le han fichado en Antena 3 como tertuliano. Yo sonrío, pensando que me están tomando el pelo. Dijeron que era tan cierto como que ya han saltado las primeras ‘chispas’ entre Las Chicas de Oro de Jose Luis Moreno. Creo que la normalidad me supera. Lo mismo se vive mejor en núcleo de la tormenta.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Parir en África


Este artículo lo escribí en junio de 2006. A veces el tiempo no pasa tan rápido ni cambia tanto las cosas.


¿Por qué algunos millonarios no pueden vivir su riqueza con normalidad, sin sentimiento de culpa por tener una cuenta corriente superior al presupuesto anual de un país en vías de desarrollo y obligándose a demostrar que su corazón bombea principios y compromisos cuando puede que no sea así? Defiendo que la conciencia social no sea patrimonio de los más desfavorecidos, aunque forme parte de su reclamación vital, de su naturaleza razonable. He admirado como nadie, que a mitómano no me ganan, a aquellos personajes que, desde una posición acomodada y una mesa tan llena como su vestidor, han alzado la voz a favor de los torturados, de los asesinados, de los invisibles, de los pobres, de los perseguidos,... Gente como Susan Sarandon, Tim Robbins, Sean Penn, Oliver Stone o Elizabeth Taylor en su apoyo a las víctimas de SIDA, que siempre han estado ahí sin necesidad de montar performances de nuevo rico. Pero si hay algo que me incomoda es ver a los habitantes de las torres de marfil jugando a ser Evita; contemplar cómo convierten la reacción necesaria a una verdad escalofriante en una pose. Y eso me ha sucedido con el nacimiento del bebé de Angelina Jolie y Brad Pitt en Namibia, porque la pareja decidió parir en África, como símbolo de afecto al continente. Eso sí, hospedados en un hotel de lujo, dando a luz en un hospital privado y asistidos por un médico llegado de Estados Unidos, que somos ‘guays’ pero hasta cierto punto. Y para eso, mejor parir en Los Ángeles y te dejas de pamplinas. Que ese puedo y no quiero, esa actitud de señorona que confunde caridad con justicia social, me supera. Uno no siente que Angelina Jolie y Brad Pitt quieran llamar la atención sobre las aberraciones que suceden en el continente africano. Uno siente que los dos famosos han elegido Namibia como podrían haber optado por la fábrica de embotellado de Coca Cola de Bangladesh, siempre que el contrato publicitario fuera lo suficientemente interesante. No me gustan esos reportajes de Hola en los que la famosa de turno, con un cuidado estilismo, acaricia la cabeza de un niño de Burkina Faso y se hace la foto. Me avergüenzan y, en ocasiones, me duelen, como cuando a la ex consellera mallorquina Fernanda Caro le dio por emular ese formato en un viaje fotográfico oficial. Y no sigo, que no quiero poner a parir a Angelina Jolie. No ahora.

Las aventuras de Enrique y Ana. Cap. 2

De un capítulo a otro saltamos de 1983 a 1984. A eso le llamo yo elipsis.

En este capítulo, Ana intenta buscarse un hueco en el arte de la quiromancia.




Enrique
Es que he vuelto a componer.

Ana
Joder Enrique, no me asustes.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Playlist (8 de septiembre de 2010)

Estoy pasando una semana rara. No sé si es exceso de trabajo o simplemente la frustración de ver que la novela vuelve a alejarse, una vez más, en el tiempo y el horizonte.

Quizá eso justifique el tono 'folky' de algunas de las canciones que 'me suenan' esta semana. Menos mal que siempre me queda espacio para una pincelada de buen humor, que si no...


Eliza Doolittle, Anna Maria Espinosa, Brandon Flowers, The New Raemon, The Velvet Underground, Gigi, Antònia Font, The Raveonettes, James Yuill y Bibi Andersen.


Ya sabéis, se escucha pinchando en el retrato del guateque que hay al lado.

Feliz sonido.

martes, 7 de septiembre de 2010

Copulina y Androsterona


Ayer quedé con mis amigas Marta y Emma para comprar un perfume. “Necesito encontrar algo que lleve copulina”, dijo Marta. “Uf, qué mal suena eso”, contesté. “Rancio. Te sonará a cópula y tu educación judeocristiana te obliga a poner esa cara como si estuvieras oliendo una bomba fétida. Así no llegarás a nada en la vida”, sentenció Marta. “A mí me encantan las cópulas. La de la basílica de San Pedro en Roma es una preciosidad”, añadió Emma, que es rubia, pero rubia, rubia. Permanecimos unos minutos en silencio. Era necesario. “La copulina es una feromona femenina de atracción sexual que se emite durante la ovulación. Y como no estoy dispuesta a ovular más de lo necesario, que no gano para Nurofen, voy a buscar un perfume que lleve ese componente para transformarme en la mujer más deseada del mundo”, explicó Marta, que ya no tiene novio. Ya vés, en tiempos de paz, va Marta y se niega a dialogar. Allí nos tienes, en un gran almacén, lanzando perfume, a la espera de la llamada de la bestia. “La de Donna Karan es nueva. Está de promoción, viene en un pack con desodorante y gel de ducha, sale bien de precio”, nos asesoró la dependienta, sin ninguna feromona a la vista. “¿Lleva copulina?”, preguntó Marta. “Espere un momento que voy a consultarlo”, respondió la chica y no volvió. En medio de una nube de aromas que nos convertía de inmediato en un arma de destrucción masiva, Marta empezó a instruir. “Las feromonas son como sms que lanzamos con nuestro cuerpo y con los que comunicamos si estamos contentos, tenemos miedo o si somos receptivos sexualmente. Tú deberías buscar una con androsterona, que eso estimula a la mujer e incluso a otros hombres. Es tan fuerte que llega a desestabilizar el ciclo menstrual”. “Copulina y Androsterona, suena a tragedia griega. Seguro que acaba mal”, dije. Luego comentó que esa feromona se encuentra en el sudor del labio superior del hombre. “Chica, todo esto no es nada romántico. Casi es un poquito asqueroso”, contesté. “Tú calla y huele”, y metió su cuello en mi nariz. Resistimos, horas y horas, hasta que la seguridad del centro nos echó, como a tres delincuentes ebrios de fragancias y sin huella olorosa. “Mañana vamos al Carrefour, que allí no nos tienen fichados”, insistió Marta. Hay que echarle narices a esto del amor.