“¡Como alguien vuelva a mencionar en mi presencia la palabra crisis, le pego un moco!”, dijo Marta en un arrebato de elegancia. “¿Ibex 35 vale?”, pregunté, por prevenir más que nada. “No vale. Ni eso ni Euribor ni bajadas de medio punto, que yo con el único medio punto que me entiendo es con el que me dan tres copas de vino”, aclaró ella. “Pues como no hablemos de la boda de la Duquesa de Alba…”, comenté, algo desesperanzado. Y es que Marta lleva unas semanas intratable debido al bombardeo informativo sobre la crisis económica y el déficit. Ella cree que nadie entiende ni una palabra de lo que se está contando en titulares pero que la estrategia del terror está funcionando. Mi amiga, e ideóloga de la modernidad, está convencida de que la crisis existe pero también de que la magnifican los ricos para atemorizar a la clase media y así seguir tejiendo sus estrategias de poder que, por cierto, les hacen aún más ricos. “Lo que quieren es que todos nos apretemos el cinturón para ellos desabrocharse un agujero más. ¿Sabías que la cantidad de ricos ha aumentado en un 20% y que sus riquezas personales crecen mientras nosotros tememos por nuestros ahorros? Tenemos que espabilarnos porque la crisis no es democrática”, soltó, en plan new Pasionaria. “A ver si se te mete esto en la cabeza: cuando un rico habla de crisis, lo que quiere decir es que no ha ganado tanto como esperaba. Y si la cosa va achuchada, amenaza con congelar sueldos en su empresa, le pide al Gobierno que facilite el despido y se queda tan tranquilo”, añadió. “Has dicho la palabra crisis dos veces”, le comenté. “Deberías pegarte un moco para cumplir con el ejemplo”, añadí. Lo que sucedió a continuación no pienso relatarlo. Sólo comentar que si los Farrelly la hubieran visto, ella sería la protagonista de su próxima película. Con eso lo digo todo.
Viva Forges!!
VIVA!
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