Puede que la decepción sea el sentimiento más antipático que existe. No hace distinciones; es igualmente molesto para el que lo provoca, la mayoría de las veces de manera involuntaria, que para el que lo sufre. En esa silla, en la silla más incómoda del salón de baile, se ha tenido que sentar muchas veces nuestra profesión, la periodística. Acudimos a entrevistas con personajes a los que admiramos y que, delante de nuestros ojos, se van derritiendo como las figuras de cera de aquella película de Vincent Price. También es verdad que, en ocasiones, el personaje, aparentemente mediocre, se torna interesante frente a nosotros pero, ¿para qué hablar de cosas positivas si podemos hacerlo de negativas? El otro día, Toni Garrido, compañero de RNE y director y presentador del magazine de tarde Asuntos Propios, acudió al Hotel de las Letras de Madrid para entrevistar al que, posiblemente, sea su autor favorito: Chuck Palahniuk. Se ha leído todos sus libros y, con seguridad, se preparó el encuentro desde la admiración, no desde una (fingida) objetividad periodística. Yo, desde la modestia que imprime jugar en segunda división, acepté el ofrecimiento de un estudiante del máster que también acudiría a la cita con el escritor, enviado por otro programa de la casa, y que, de paso, recopilaría más información para hacer un reportaje para mi programa. Algunos lo llaman sinergia; yo lo llamaría otra cosa pero bueno…dejémoslo en sinergia.
Me gusta mucho el impulso narrativo de Palahniuk y me he leído El club de la lucha, Nana, Asfixia, Diario una novela, Error humano y Rant. En mis pesadillas megalomaníacas he llegado a imaginar que, tras publicar mi primera novela, un crítico del Babelia me comparaba con él. En el blog del programa, le tenemos como uno de nuestros referentes y, aunque de un modo natural, brotan de mi cabeza historias con mucho sexo, violencia, familias desestructuradas y estupefacientes, me gusta que él ya haya acuñado el término ‘ficción transgresiva’ para definir algo que, en otro tiempo, me hubiera servido para vestir una camisa de fuerza. Por todas esas cosas puedo llegar a imaginar cómo se sintió Garrido cuando el Palahniuk que se le sentó delante fue el más aburrido, desganado, seco y monosilábico del mundo. Escuchar la entrevista que ambos mantuvieron provoca un ataque de ansiedad que no se salva ni con unos lexatines de 1,5. Y si tenemos en cuenta que había una traductora que se encargaba de trasladar la pregunta en inglés al escritor y devolver sus escuetas respuestas al entrevistador, el resultado es aún más angustioso si cabe.
Una parte de mí, posiblemente la más descerebrada, asume que si te apasiona un escritor de personajes autodestructivos, que maneja el cinismo con precisión, que casi es la estrella del rock de la literatura contemporánea, ya deberías estar vacunado ante la posibilidad de que se presente a tu entrevista con una resaca del quince y un buen cóctel de pastillas para superar el ‘jet lag’, o lo que sea. Eso, de alguna manera, contribuye a alimentar una leyenda inexistente, el siempre fascinante universo en el que la ficción y la realidad se solapan, para nuestro asombro. Sin embargo, mi otro yo, mi mini yo, se muestra solidario con el entrevistador. Aterrado ante el abismo de la decepción, no llego a comprender si estaba más inquieto por lo ingrato de una entrevista difícil o por el tormento añadido de ser a alguien a quien admiras. Pienso que para mí hubiese sido más decepcionante encontrarme con un Palahniuk contestando a las preguntas como si fuera Matilde Asensi. Sin embargo, en mi contradicción, hubiese echado de menos un poco de la profesionalidad de la autora de Venganza en Sevilla que, aunque no me interese nada su literatura, por lo menos, cuando hay que vender libros, sabe cómo hacerlo. Ni qué decir tiene que el estudiante del máster no pudo ni recibir un monosílabo por respuesta. En cuanto el autor de Snuff acabó su ‘charla’, se metió en la cama, anulando el resto de encuentros que tenía previstos esa tarde.
Hoy, a punto de empezar su última novela, me pregunto si, a estas alturas de la vida, ya habré aprendido a diferenciar la creación del creador. Hoy, a punto de empezar su última novela, no tengo respuesta.
Pues yo escuché "la entrevista" en directo, y la verdad, es que me entró la risa, de cómo la había presentado Toni Garrido, en plan "hoy la armamos, os vais a cagar la entrevista que vais a escuchar", y lo fatal que se lo pasó; (claro que yo soy rubia, será por eso que me hizo gracia). Chico: gajes del oficio.
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