Era el 40 aniversario de Mayo del 68 y yo escribí esto:
Sólo con imaginarme la que se nos viene encima, tiemblo. No tengo el talante para mucha conmemoración y aguantar homilías sobre mayo del 68...me pilla con mucha cana y poca gana. Y esta apatía no tiene que ver con que los años me hayan vuelto un escéptico o haya dejado de emocionarme la lucha por la utopía, que además se me antoja una palabra preciosa. Es más bien que prefiero seguir buscando nuevas utopías bajo los adoquines que vivir de la mitificación de lo que otros hicieron. En otras palabras, que no tengo ganas de escuchar a un montón de señores con traje, corbata y exquisita cuenta corriente narrar, desde detrás de una mesa de madera de caoba, cómo se lucha contra el poder, la familia y el sistema. “En eso tenía razón la consigna”, recordó mi amiga Marta. “Quizá cuando gritaban eso de ‘la imaginación al poder’, no estaban buscando un cambio, sino un intercambio.” Miré a Marta y dije: “Resulta espantoso observar las pocas cosas en las que aún podemos creer”. Marta cree que es retorcido celebrar el cuadragésimo aniversario de la revolución de mayo cuando hay que pagar una hipoteca, que te ata a un banco por el resto de tus días, con el sueldo mileurista que paga alguno de esos empresarios, nacidos del espíritu del 68, a los que trabajan en sus empresas. Marta parece un Dani, el rojo de la desmitificación. De hecho, el que fuera organizador de aquella revuelta en la que lo realista era pedir lo imposible, publica un libro en el que le quita empaque a aquellos días de París. ‘Olvidad el 68. El 68 está enterrado bajo cuarenta años que han cambiado el mundo’, dice Daniel Cohn-Bendit. ‘Eran días absurdos. No queda nada de mayo del 68’, añade. Qué raro. Toda Francia, con lo chovinistas que son ellos, renegando de su revuelta de la utopía. “¿No será todo una campaña de Sarkozy para evitar cualquier agitación que no sea la suya propia junto a Carla Bruni?”, pregunté al viento. “Lo que hay que hacer es buscar nuevos horizontes”, apuntó Marta. “Que te parece éste: El 68 ha muerto. ¡Viva el 69!”, añadió. Y pensamos que mayo era tan buen mes como otro cualquiera para celebrar una revolución sexual.
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