sábado, 24 de abril de 2010

La vida es sueño

Imagínate. Una tarde cualquiera, en el Bosch de siempre. Unos tallats, Marta, Josep, Emma y yo. Y, de repente, Marta me mira y dice: “A ti, ¿cuánto te mide?” Así, a bocajarro, sin preparación psicológica ni una maldita caricia en la nuca. Frente a nuestra cara de estupor, ella reaccionó. “A mí, 1,35 x 2,00”. Y aguardó mi respuesta con cara de encuestadora del INE. Josep y Emma también me miraron, aunque sus expresiones estaban más cerca de las del cliente de un peep show justo después de introducir el euro en la ranura. Confieso que existió como una milésima de segundo, tras el comentario de Marta, en que mi mente recreó una imagen que prefiero no describir aquí y menos hoy, Día del Señor, que uno nunca sabe si hay menores o mayores con reparos leyendo este mail. Ante la impaciencia de sus miradas, procuré organizar mi respuesta lo antes posible. Pero como eso lleva un tiempo, desde aquel año que me decoloré el pelo cinco veces porque quería ser como Andy Warhol y acabé como María Jiménez, Marta empezó a reflexionar en voz alta. “Yo vine al mundo para ser rica pero en algún intervalo del proceso, algo falló y aquí estoy. Pero mi esencia es de millonaria. Me doy cuenta cuando leo cosas como esta: ‘Dormir en camas separadas es cosa de ricos’”, comentó, periódico en mano. “No solo estoy a favor de la cama separada; también del dormitorio separado.” Y me devolvió la conexión. Salí del paso aclarando que, aunque había pasado por varias camas y todo tipo de tamaños, “ahora que duermo en una de 1,40 x 2,00, recuerdo que una vez que mi cama medía 2,00 x 2,00 fui feliz”. “¿Os dáis cuenta? Por una vez los singles ganamos a los emparejados que, en su mayoría, no pueden permitirse cama grande de uso individual y están condenados a toparse con el sobaco del otro a cada media vuelta, a cada noche. Eso por no hablar de los ronquidos y otros vientos”, añadió Marta. Luego me enteré que se había comprado un libro del profesor Chris Idzikowski, especialista en evaluación del sueño de la Universidad de Surrey, la misma localidad en la que vive Lara Croft, que, casualmente, le quita el sueño a Josep; especialmente en su versión cinematográfica. “Yo creo que el tamaño no importa”, apuntó Emma. Y para demostrar que se equivocaba, Marta propuso quedar esa tarde, medírnoslas y sacar conclusiones. Yo puse una excusa y me refugié debajo del edredón.

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