“Estas cosas son así”, diagnosticó Marta. “Todo parece normal hasta que un día algo en tu cabeza hace ‘click’ y cambia”. No sé si Marta estaba describiendo un indicio de locura o realmente escuchaba mi dilema. Le había contado que tras años de afición a “Sexo en Nueva York”, tras adquirir las seis temporadas en DVD, tras hacer sesiones en casa de las amigas para disfrutarla y después de recomendarla a todo el mundo –excepto a varones heterosexuales-, ha llegado el día en el que necesito decir esto: no soporto a Carrie Bradshaw. Fue así, de repente, como siempre suceden estas cosas. Había oído que un fan era lo más infiel del mundo pero nunca creí que me sucedería a mí. El caso es que la misma protagonista que había inventado una nueva manera de contar historias de mujeres en la pantalla se me antojaba ahora un personaje inaguantable, remilgado, cursi, insustancial y, lo peor de todo, tremendamente convencional. “¿No crees que a mi edad ya debería tener las cosas más claras y no cambiar de opinión de un modo tan radical en un plazo de cinco años?”, pregunté confuso. “Cariño, bienvenido a la madurez, la única edad de la persona en la que los principios se convierten en incertidumbres”, contestó ella. “No sé si la culpa la tiene la película, que me pareció una ñoñez sin un ápice de ironía, o la propia Sarah Jessica Parker, que se ha creído tanto el personaje que parece estar interpretándolo sin descanso. Como Bela Lugosi pero, en vez de ataúd, con Manolos. Y justo ahora que no la soporto, la HBO y la Warner deciden rodar la secuela del filme y, para más colmo, una precuela adolescente contando cómo se conocieron las cuatro amigas. “Las amigas me veréis como un ex fumador, que es más intolerante con el humo que el tipo que no ha fumado nunca”, expliqué. “Estamos acostumbradas. No es la primera vez que te pasa eso”, me recordó Marta. “¿Recuerdas que te compraste el primer disco de La Oreja de Van Gogh?”. Me puse colorado sólo de oírlo mencionar. “Te costó un segundo disco darte cuenta que escucharlo provocaba ataque de diabetes”. Es difícil asumir que tus amigos te conocen mejor que tú mismo. Creo que voy a regalarme un viaje a Delfos, a ver si se me pega algo.
Lo que tiene Sexo en NY es que comenzó siendo una serie moderna y rompedora y hasta feminista de muy buena factura, y terminó siendo una serie conservadora, de romanticismo facilón y de aún mejor factura que al principio. Y claro, era esa factura lo que no nos dejaba ver el cambio a peor. Aun así, la serie nunca dejó de estar bien escrita y tener ritmo. La peli fue otro cantar, muy muy ñoña, pero como comedia romántica, y teniendo en cuenta que yo me trago hasta Planes de boda si hace falta, bastante decente. Y la segunda parte la iré a ver, vaya que si la iré a ver. Porque una cosa es tener criterio y otra cosa son las debilidades.
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