martes, 31 de agosto de 2010

Pareja sin anestesia

Me ha vuelto a suceder. Ayer fue uno de esos días en los que la realidad superó de nuevo a la ficción. Estaba tomándome una clara en una terraza cuando ocurrió. Él era un hombre de unos 50 años; muy atractivo y vestido con todos los convencionalismos que le debieron elegir como el chico más popular del instituto. Ella no le andaba lejos en edad. Su pelo rubio, exquisitamente alisado, contrastaba con la delgada línea negra de sus cejas. Su traje de chaqueta era lo suficientemente elegante como para no admitir que le hacía mayor. Él hojeaba un periódico. Ella dibujaba círculos en el café con la cucharilla.

Ella: Voy a operarme.

Él: ¿Otra vez? No ha pasado un año desde la última vez.

Ella: Quiero retocarme el cuello.

(Él levantó la vista del periódico y durante unos segundos miró su cuello. Luego, regresó a la lectura. Ella vació la taza en un vaso con hielos).

Él: Deberías darte cuenta que envejecer no es un castigo, es un privilegio.

Ella: Tienes un morro increíble. Cuando quieras darle un repaso a tus patas de gallo me encargaré de recordártelo.

Él: No es lo mismo.

Ella: Desde luego que no es lo mismo. Somos nosotras las que a partir de los 40 tenemos que luchar contra la gravedad.

Él: Te aseguro que nosotros también.

Ella: Sí, pero no hay Viagra para las tetas, ni para los pómulos y mucho menos para la papada.

Él: Es un gasto extra. Quedamos en que sería una operación al año para cada uno. Con esta llevarías dos.

Ella: Es de extrema necesidad.

Él: (irónico) ¿En serio? ¿Es cuestión de vida o muerte?

Ella: No sentirse deseada también es una manera de morir.

Él: Querida, cada día me sorprendes más.

Ella: Desde que te pones botox nunca sé cuando te sorprendes. ¿Pedirás hora al doctor Román?

Él: Vale, pero tengo derecho a dos operaciones seguidas. Estoy pensando en reafirmarme los glúteos.

Ella: (irónica) ¿El culo? ¿Y eso? ¿Cuestión de vida o muerte?

Él: No. De poder. Como todo.

(Él se concentró en el anuncio del Audi Q7 de la página impar. Ella dió un sorbo al café y empezó a juguetear con la uña entre los cubitos de hielo).

1 comentario:

  1. Mmmm, me recuerdan a una pareja, de similares características, que se encontraban un día desayunando en la cafetería donde trabajaba hace años. Llegué a la mesa con los cafés justo a tiempo para escuchar como ella, mientras jugaba con las cuentas de su collar, decía con voz grave:
    -¿No crees que va siendo hora de contárselo a tu mujer?
    Ni que decir tiene que el resto de la mañana lo pasé ensimismado intentando construir la historia de la pareja...

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