Ella: Voy a operarme.
Él: ¿Otra vez? No ha pasado un año desde la última vez.
Ella: Quiero retocarme el cuello.
(Él levantó la vista del periódico y durante unos segundos miró su cuello. Luego, regresó a la lectura. Ella vació la taza en un vaso con hielos).
Él: Deberías darte cuenta que envejecer no es un castigo, es un privilegio.
Ella: Tienes un morro increíble. Cuando quieras darle un repaso a tus patas de gallo me encargaré de recordártelo.
Él: No es lo mismo.
Ella: Desde luego que no es lo mismo. Somos nosotras las que a partir de los 40 tenemos que luchar contra la gravedad.
Él: Te aseguro que nosotros también.
Ella: Sí, pero no hay Viagra para las tetas, ni para los pómulos y mucho menos para la papada.
Él: Es un gasto extra. Quedamos en que sería una operación al año para cada uno. Con esta llevarías dos.
Ella: Es de extrema necesidad.
Él: (irónico) ¿En serio? ¿Es cuestión de vida o muerte?
Ella: No sentirse deseada también es una manera de morir.
Él: Querida, cada día me sorprendes más.
Ella: Desde que te pones botox nunca sé cuando te sorprendes. ¿Pedirás hora al doctor Román?
Él: Vale, pero tengo derecho a dos operaciones seguidas. Estoy pensando en reafirmarme los glúteos.
Ella: (irónica) ¿El culo? ¿Y eso? ¿Cuestión de vida o muerte?
Él: No. De poder. Como todo.
(Él se concentró en el anuncio del Audi Q7 de la página impar. Ella dió un sorbo al café y empezó a juguetear con la uña entre los cubitos de hielo).
Mmmm, me recuerdan a una pareja, de similares características, que se encontraban un día desayunando en la cafetería donde trabajaba hace años. Llegué a la mesa con los cafés justo a tiempo para escuchar como ella, mientras jugaba con las cuentas de su collar, decía con voz grave:
ResponderEliminar-¿No crees que va siendo hora de contárselo a tu mujer?
Ni que decir tiene que el resto de la mañana lo pasé ensimismado intentando construir la historia de la pareja...