martes, 14 de diciembre de 2010

Mi Moleskine


Dicen que es un síntoma de inteligencia saber rodearse de gente más brillante que uno mismo. Yo miro a Ana Obregón y tengo mis dudas. También dicen que todo se pega menos la hermosura y como la belleza nunca me pareció un talento, sino una consecuencia genética sin ningún mérito, dejé ese reconocimiento para modelos y actores de Hollywood. Me encantaría que el resto de talentos se ajustasen al dicho popular y fuesen contagiosos. Por eso me he comprado una Moleskine. Se trata de un modelo de libreta de notas que emplearon intelectuales de la talla de Van Gogh, Picasso, Hemingway o Bruce Chatwin. Sus páginas guardaron esbozos, apuntes, historias y sugerencias antes de que llegasen a convertirse en obras. Leo que en 1986 desapareció su último fabricante. “Le vrai Moleskine n’est plus” era el anuncio de la propietaria de la papelería de la Rue de l’Ancienne Comédie, donde se abastecía Chatwin. Al parecer, el autor había hecho un pedido de cien Moleskines antes de salir para Australia, donde escribiría Los trazos de la canción. Ni siquiera logró acumular ese número. Por suerte, sobre todo para mi nuevo cometido, en 1998 volvió a fabricarse, gracias a una pequeña editorial milanesa. “Voy a provocar a las energías que Iker Jiménez dice que se transforman”, le comenté a mi amigo Josep. “¿Ves esta libreta? Es un acumulador de ideas y emociones que esperan descargarse en el tiempo”. Le expliqué que mi objetivo pasaba por escribir sobre el cuaderno de notas que inspiró a los grandes y provocar, así, el contagio. “¿A quién quieres parecerte? ¿A Van Gogh, que murió pobre y sin una oreja? ¿A Ernest Hemingway, que se suicidó tras sufrir múltiples depresiones? ¿O mejor a Bruce Chatwin, que murió a los 48 años tras desarrollar el VIH?, soltó Josep, sin anestesia. Aún no se ha dado cuenta que, aunque los finales nunca serán felices, son las muertes las que forjan las leyendas. Admiro las vidas de los creadores de la misma manera que me atraen sus muertes. Quizá porque haya muchas maneras de morir, incluso estando en vida. La frustración y la mediocridad bien podrían ser un ejemplo. Y aunque sé que en mi Moleskine hay más de fetichismo que de fe en una propagación de energías, voy a continuar tomando notas sin pensar en el día en el que se me agote la libreta.

1 comentario:

  1. Caballero, su afirmación de la frustración y la mediocridad como formas de muerte en vida las suscribo y aplaudo, teniendo en la mano un Pilot V5 de color rojo. Todos tenemos nuestros pequeños fetiches. Disfrute el suyo ... el Moleskine le dará las gracias.

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