De entrada, podríamos decir que todos tenemos la posibilidad de convertir nuestro paso en una carrera. Salimos de fábrica con ese equipamiento pero, como los coches con airbag, deseamos no tener que usarlo nunca. Y por esa razón, no ejercitamos la capacidad de correr, no ensayamos, la abandonamos entre todas nuestras aplicaciones hasta que nos sorprende la contrariedad y entonces, guiados por un impulso eléctrico, descoyuntamos el cuerpo, arruinamos la imagen y nos lanzamos a correr sin pensar en las consecuencias. Si hiciésemos eso mismo ante el detector de movimientos de la Xbox 360, seríamos imbatibles.
Todo Madrid está lleno de carteles publicitarios de esa consola bajo el eslogan “Tú eres el mando”. De alguna manera, Microsoft, padre de la criatura, ha debido pensar que, en los tiempos que corren –y corren mal-, donde cada día un grupo de poderosos deciden qué hacer con nosotros, con nuestro trabajo y con nuestro dinero, sería interesante que las personas aún creyesen que tienen el mando sobre algo, que pueden controlarlo, aunque sólo sean sus propios movimientos. Los mismos que se descontrolan cuando corremos porque nos cierran el banco. Yo preferiría que, por darle algo de alegría a la historia, alguna vez fueran los banqueros los que corriesen hacia nosotros porque estamos a punto de echar el cierre a nuestra paciencia.
Y va el ex futbolista francés Eric Cantona y sugiere que, con la que está cayendo –o mejor dicho, con la que nos están tirando encima-, ya no sirve de nada manifestarse ni quemar contenedores. Que lo que hay que hacer es retirar todo el dinero de los bancos y colapsar el sistema. De hecho ya existe una fecha a partir de la cual, aquellos que lo deseen, deberían empezar a sacar todo su dinero del banco: el 7 de diciembre. Nunca pensé que pudiera llegar a admirar algo de un futbolista que no fuera sus piernas y aquí me veis, encantado con Cantona. Sólo con lo revolucionario y utópico de su idea porque, si la llevamos a la práctica, colapsaríamos el sistema pero, acto seguido, montarían un ‘corralito’ y acabaríamos más jodidos de lo que ya estamos. Y yo me pregunto: ¿cómo no vamos a tenerles manía a los banqueros? Voy a bajarme un rato al gimnasio, a ver si corro unos kilómetros en la cinta y me desahogo.
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