Hay ciudades que son un estado mental. Estambul, Tokio, Luxor, Venecia o Nueva York son lugares dotados de una energía histórica bien distinta pero que llegan a superar cualquier barrera geográfica, idiomática o sociológica para transformarse en iconos de nuestra imaginación. Cuando llegas a ellas, arrastrado por el mito, te envuelve una actitud diferente, como si te mimetizaras con todo lo que te rodea, como si, de repente, esa ciudad te habitase a ti y no al revés. Eso también sucede con Londres.
Londres debería formar parte de nuestros planes anuales. Ya que somos incapaces de cumplir los propósitos marcados con el gimnasio o con dejar de fumar, tendríamos que obligarnos a visitar la capital del Reino Unido al menos una vez al año. Te cambia la mente.
Antes de abandonar Madrid, realizaba compras de última hora por el centro cuando me crucé con un individuo que, a voz en grito, hablaba a través del manos libres. Aún no he logrado acostumbrarme a ellos y siempre pienso que se dirigen a mí hasta que descubro que no, que el tipo camina como si estuviera hablando solo. El hombre hablaba de Fukushima y de unas partículas radiactivas que habían llegado a España con el viento. Mientras lo comentaba, desasosegado, atravesaba una calle pequeña y estrecha del centro que, al convertir en peatonal la calle principal, concentra ahora un volumen de tráfico y de tubos de escape ‘en ralentí’ que me sorprende que alguien pueda pensar en una central nuclear a miles de kilómetros de distancia con lo que está respirando a su costado. Vivir en Madrid, una de las ciudades más contaminadas de España, más que un estado mental es un problema respiratorio. Eso sí, su concejala de medio ambiente acude todos los días, en coche oficial, a la peluquería. Y su alcalde parece más preocupado en limpiar la calle de mendigos que el cielo de polución.
En Londres lo pasé bien aunque os confieso que, como toda gran ciudad, parece estar diseñada para el consumo. A cada paso que das hay una posibilidad, una tentación, para consumir. Hasta cuando pensamos en sentarnos un rato en las hamacas de Hyde Park descubrimos que las hamacas costaban una libra por una hora. No es mucho pero te condiciona a permanecer una hora con el culo en reposo y a lo mejor te basta con 15 minutos. También es verdad que podríamos habernos tirado en la hierba, que de hecho fue lo que hicimos, y ese es un placer gratuito.
Ya lo estaban preparando todo para la boda de este viernes y en el colmo del frikismo, me compre una caretas con el rostro de los novios. La verdad es que quería comprarme 6: dos de los novios, otras de Carlos y Camila y otras dos de la Reina y su señor esposo. Nunca se sabe cuándo las puedes necesitar...
Además de disfrutar de largos, muy largos paseos y de comida bien rápida, os contaré que acabé en la tienda (en una de las muchas) de Paul Smith y acabé sucumbiendo a una bolsa/cartera. En ella hay un compartimento para el Mac y todo. Me leo lo que acabo de escribir y me daría una hostia por bobo. Os contaría que también pequé en el mercado de Camden (una camiseta, un pantalón corto y una americana) y que aunque busqué unas Converse que me gustasen, al final supe controlarme.
Con un capuccino en la mano y en la terraza de la Tate Modern, donde hay una exposición fantástica de Miró, consulté mi correo electrónico. La frase anterior me hace sentir muy Carrie Bradshaw y no sé si es bueno. Recibí un mail de un amigo que me comentaba que lo que se ha puesto de moda no es viajar a Londres para perfeccionar el inglés. Que en España existe lo que se llama english village, o pueblo inglés, que viene a ser una pequeña localidad rural a la que acudes, como si fuera un retiro espiritual, pero donde está completamente prohibido hablar en castellano y está muy mal visto emplear el móvil o el ordenador como elemento ‘aislante’. Él había estado en La Alberca (Salamanca) y confesaba que esa especie de campamento no había mejorado su nivel de inglés pero sí le había desequilibrado un poco con tanta actividad participativa; tanto hablar, cantar, bailar y actuar. Se mostraba preocupado tras descubrir que si se bebía una botella de vino en las comidas, su atrevimiento a la hora de pronunciar el idioma de Shakespeare aumentaba considerablemente. Y no le salía rentable pasar una semana en un ‘pueblo inglés’ para acabar internado en la Betty Ford durante un mes.
También me contó que había estado en Valencia, viendo La gran depresión, obra escrita y dirigida por Félix Sabroso y Dunia Ayaso, con Bibiana Fernández y Loles León como protagonistas absolutas. Todo el mundo me habla bien de la obra y añaden lo mucho que se divirtieron. Sospecho que de eso se trata. De ver a Bibiana y a Loles en estado puro. A Madrid llegan el 18 de mayo y hasta ese momento, solo puedo dejarme llevar por las opiniones de los demás.
Contesté al mail aclarando que estaba en Londres, que tenía previsto perderme por la tienda de Paul Smith, que había conseguido muy buenas entradas para los musicales ‘Priscilla, reina del desierto’ y ‘Wicked’ y que tenía una cita ineludible con el mercadillo de Camdem Town. Pero para que no quedase presuntuoso, le recomendé que fuera a ver ‘La Avería’, obra basada en el pequeño cuento de Friedrich Dürrenmart y que ha dirigido la actriz Blanca Portillo. Si algún programador de la isla aún no sabe qué espectáculo traer a Mallorca, este es de lo mejor que he visto en mucho tiempo. La versión teatral es magnífica (del actor Fernando Sansegundo); la puesta en escena, hipnótica; y los actores (Daniel Grao, Emma Suárez, Fernando Soto, José Luis García Sánchez, Asier Etxeandia y José Luis Torrijo) están en tal estado de gracia que difícilmente pueden estar mejor.
Luego mi amigo me envió un sms en el que me anunciaba que se iba a encargar del vestuario en la tv movie sobre Isabel Pantoja. Que se estaba documentando sobre los estilismos que había empleado la folclórica en sus muchos años ante las cámaras y que no podía evitar sentirse fascinado ante lo que él llama ‘new Pantoja style’. No contesté. Ese sms era irrebatible. No tanto como algunos días en Londres pero le andaba cerca.
En dos semanas estaré por allí, no veo la hora. Se refiere a algo en particular con lo de 'muy buenas entradas'? ... es que estoy deseando ver a Priscilla.
ResponderEliminarEl look Pantojíl es muy fácil de recrear, no creo que tu amigo tenga ningún problema. Que tire de chandal y tacón en todos sus posibles ¿combinaciones?. Y por supuesto gafa de sol, hasta de noche.
ResponderEliminarY esas caretas, la de juego que te van a dar después de la boda.
Paco, aquí te dejo un enlace para que escuches si quieres, (si no la escuchaste), la entrevísta divertidísima e interesantísima que Julia Otero le hizo a las estupendas, maravillosas y fantásticas Loles León y Bibiana Fernández:
http://www.ivoox.com/bibiana-fernandez-loles-leon-juntas-primera-audios-mp3_rf_603637_1.html
Yo si puedo no me las pierdo. Esperaré a ver tu siempre interesante opinión. Un abrazo.
Pues Mr Scapino, me refiero a que eran centraditas, de las de visibilidad completa
ResponderEliminarPriscilla queen of the desert es una maravilla,la recomiendo a todo el mundo, un disfrute visual y musical, great.
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